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Ilustración: Luciana Peinado

Diez años Lento

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Editar

En abril de 2013 aparecía el primer número de esta revista. Éramos otro equipo y en buena parte, teníamos otra propuesta. El proyecto había surgido como complemento casi exclusivo de la diaria y pronto aparecieron otros productos —entre ellos, la edición de fin de semana, la expansión de la plataforma digital, nuevas áreas y suplementos especializados— que nos condujeron a implementar cambios en los contenidos para ajustarlos a esa creciente variedad de ofertas.

También se transformaron las propias formas de leer e interactuar. Si hace una década el papel era un objeto cada vez más peculiar, hoy es un lujo asumido. Ahora Lento también se puede leer en pantallas y sabemos que tenemos mucho para recorrer en el camino digital, donde el periodismo y la comunicación han encontrado posibilidades prometedoras.

Y Uruguay mismo se ha movido. Nuestro primer lema era simplemente “una revista de la diaria”. A los pocos años, pasó a ser “la resistencia es cultural”: cierto pesimismo —o realismo— se había instalado en la percepción política. Muchos fenómenos que también registramos desde estas páginas (principalmente, el avance de la derecha autoritaria y del liberalismo más egoísta) se materializaron. Hubo, además, una pandemia que pocos habrían podido prever, que incidió irreversiblemente en nuestras perspectivas y en nuestra cotidianeidad. Esos contratiempos, con todo, nos colocan forzosamente al inicio de un nuevo ciclo optimista.

Celebramos así estos diez años de Lento con lo que queremos que nos defina: contenidos de calidad que precisan una disposición especial. Ya se habrán encontrado con la esquina de Durazno y Convención y su figura más célebre captados por el ojo de Alessandro Maradei. Queríamos a Jaime Roos en tapa desde que hace un par de años comenzamos a ofrecerles entrevistas y perfiles extensos, así que le agradecemos de corazón haber cedido a tiempo a nuestros prolongados ruegos. El ensayo de Fernando Errandonea continúa otros trabajos suyos que buscan aclarar qué hizo y qué no hizo una izquierda que, un poco como nosotros, está compelida a bucear en su propia esencia y a la vez, a imaginarse en territorios inexplorados. Las ficciones, que contribuyeron felizmente a la identidad de Lento, son obra de Ana Fornaro y Rosi Lázaro, dos autoras que en estos años se han vuelto plumas de referencia y que nos acompañan desde el inicio (en el caso de Ana, no es una figura del lenguaje).

Nos volveremos a encontrar en un mes, y entonces sí habrá alimento para spoilers.

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