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Repetido pero pertinente: lo último de Toni Morrison

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Toni Morrison (1931), novelista, ensayista y docente de la Universidad de Princeton, cuenta con una vasta producción narrativa, enfocada en las problemáticas de la población afroestadounidense y generalmente ambientada en la esclavitud o en los momentos inmediatamente posteriores a su abolición, con especial atención a los personajes femeninos. Ganó el premio Nobel en 1993. En El origen de los otros recopila una serie de conferencias dictadas en la Universidad de Harvard en 2016.

Morrison es una de las más canónicas exponentes de las literaturas de minorías, un conjunto de movimientos que exploraban temáticas relacionadas con grupos étnicos marginados por el paradigma blanco, anglosajón y protestante predominante en Estados Unidos. Generaron también una gran producción teórica, basada en la escuela culturalista, y llegaron a tener una posición de gran peso en el panorama intelectual de los años 90. Tuvieron particular destaque en estos movimientos escritores estadounidenses de ascendencia asiática, afro y latina, y hay quien incluye las literaturas femenina, gay y lesbiana (aún no se usaba la sigla LGBT o LGBTIQ) entre las entonces llamadas “minoritarias”. Gran parte de las problemáticas surgidas en el ámbito intelectual en aquellos años, paralelas en Estados Unidos a varios logros de grupos activistas en torno a la representación de las minorías en las ficciones de consumo masivo, parecen vivirse actualmente en el debate público de nuestra región con el respectivo retraso temporal, a partir de las discusiones sobre la llamada “agenda de derechos”.

En estas conferencias la novelista narra experiencias personales, analiza la representación de la población afrodescendiente en autores muy consagrados, como Ernest Hemingway o William Faulkner, se refiere a episodios históricos relacionados con la esclavitud y la violencia hacia las personas negras en tiempos posesclavistas, y cita y reflexiona sobre sus propias novelas, incluyendo descripciones de su proceso creativo.

Ya desde el título nos hace notar que su análisis se articula en torno a una idea común a todo el diverso corpus teórico basado en las literaturas de minorías (aunque al titular estas conferencias prefirió otro término, “literaturas de pertenencia”). Se trata del problema de la construcción del otro, es decir, la forma en que un grupo dominante genera un discurso sobre otro grupo marginado o periférico, con el fin de diferenciarlo de sí mismo y confinarlo a una posición subalterna. Morrison nuevamente acumula pruebas, en este caso, de la representación del negro como un ser atravesado por pulsiones primitivas cuasi prehumanas, que imposibilitarían su adaptación provechosa a una sociedad civilizada sin someterse a la tutela del blanco. De esta forma, tanto la fascinación como el rechazo hacia la población negra estarían atravesados por esta construcción que la pone en los umbrales de la animalidad, y justificaría en última instancia la cosificación y deshumanización que se le impone en un sistema esclavista o segregacionista, o en una sociedad simplemente racista.

Notoriamente estas conferencias apuntan a introducir a un público no iniciado en las ideas principales de la autora, y por tanto de la corriente en la que se inscribe, que ya lleva unas cuantas décadas de producción artística y teórica, además de intenso activismo civil. Por tanto, el principal reproche que podría hacérsele a este libro en particular es que no dice nada demasiado nuevo. Las herramientas de análisis que utiliza han sido aplicadas a muchísimos grupos minoritarios, y muchísimas veces a los problemas específicos de la negritud.

También ostenta una carencia común a todas estas vertientes teóricas, propias de la izquierda liberal estadounidense, y es la circunscripción casi total del análisis a la violencia simbólica, que obviamente legitima actos concretos de violencia física y psicológica, pero no podría explicarlos por sí sola. Esta carencia resulta particularmente notoria en estudios sobre la población afro, quizá el grupo étnico más larga y brutalmente sometido a explotación económica. Las perspectivas a las que se adscribe Morrison suelen limitarse a analizar la representación de los negros en las narrativas de la población blanca dominante, pero dicen muy poco o nada de las condiciones socioeconómicas que sostuvieron el modo de producción esclavista y posteriormente el segregacionismo como forma de organización social. En este sentido, muchos intelectuales culturalistas latinoamericanos se encuentran unos cuantos pasos adelante de sus pares del norte.

No obstante, hay una razón por la cual la lectura de este libro resulta recomendable y hasta necesaria para lectores vernáculos no empapados en el tema. Hablábamos más arriba de cierto retraso temporal con el que se han generado estas discusiones en el Cono Sur. Si bien la eclosión de estas narrativas minoritarias y sus contrarreacciones en los 90 tuvieron sus coletazos y reelaboraciones en el ámbito académico de nuestra región, aquí no se llevaron a debate en la sociedad civil hasta algunos años después, mientras que en Estados Unidos ambos procesos ocurrieron casi simultáneamente.

Resulta irónico que, para quien se haya interesado por la historia del movimiento de los derechos civiles en Estados Unidos, esta obra de Morrison pueda parecer una llovizna sobre un terreno ya anegado, y a la vez las sociedades del extremo sur del continente se vean tan conmovidas y desconcertadas por problemáticas ya discutidas y repensadas hasta el hartazgo. Resulta irónico que sea una figurita repetida insistir sobre las caracterizaciones del negro como un ser “primitivo” y que, al mismo tiempo, en nuestro país, una agrupación carnavalera tan vinculada a la herencia afro como una comparsa lubola haya llegado este año al Desfile Oficial de Llamadas sin percatarse de que caracterizar a algunas de sus figuras como simios podía eventualmente considerarse ofensivo. Puede decirse otro tanto de reivindicaciones llevadas a cabo por colectivos feministas y LGBT. Cuando escuchamos todavía a personalidades públicas y ciudadanos de a pie diciendo que no puede juzgarse de la misma manera un chiste machista que una violación o un femicidio, parece notorio que ni siquiera se entendió el argumento que se quiere refutar, que no pone en el mismo nivel moral la reproducción de un sistema de valores y los actos de violencia concreta que este genera, pero sí sostiene que todo acto de marginación hacia el otro se fundamenta en una construcción de ese otro, que lo pone en un lugar periférico y extraño al “nosotros” de la cultura dominante y nos insensibiliza respecto de la violencia ejercida sobre ese ser que percibimos como irreconciliablemente ajeno.

Sobre El origen de los otros, no hay nada nuevo bajo el sol, ni nada que resulte suficiente. Pero lo que hay, con lo poco que es, no se ha comprendido del todo.

El origen de los otros. Toni Morrison. Barcelona, Lumen, 2018. 119 páginas.

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