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La sangre llegó al río, una novela de contrabandistas uruguayos y bombas nucleares argentinas

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Rodolfo Santullo basa su historia en hechos casi surreales.

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Hay cosas que se saben antes de ponerse a leer una novela (gráfica o no) de Rodolfo Santullo. Estaremos ante una historia de género, siendo ese un paraguas que puede englobar obras fantásticas, policiales o de aventuras. Son sectores del entretenimiento que el autor ha consumido y ha sabido absorber lo que los hace populares.

Sin descuidar la construcción de sus personajes, hay un énfasis en lo que dicen y lo que hacen, elementos que disparan o mantienen la acción, que puede incluir secuencias violentas que se notan incluso si, como sucede en ocasiones, su obra no cuenta con la colaboración de un dibujante.

Otra característica presente en buena parte de la bibliografía del escritor y guionista uruguayo es el disparador histórico. Enterarse de algún detalle aparentemente insólito o con suficiente atractivo suele activar sus músculos creativos para construir un relato. En algunos casos el ejercicio puede ser el de tapar los huecos y ensayar una narrativa de los detalles desconocidos, y en otros se trata nada más (ni nada menos) que de usar la realidad como resorte para contar una buena historia.

Antes de eso, porque lo ha mencionado en entrevistas e incluso en conversaciones personales (nos conocemos bien), viene un período de investigación periodística, que puede verse reflejado o no en el texto final.

En estos últimos años, por citar un par de ejemplos, Santullo utilizó un hallazgo monstruoso como punto de partida de su novela de aventuras Los cazadores del rey, aunque no conviene referirse al hecho real en que se basa para no arruinar la lectura. Y hace pocos meses, en colaboración con el dibujante chileno Gonzalo Martínez, publicó la historieta Bajo el ala del cóndor, que tenía a una de esas periodistas que se meten en cosas demasiado pesadas, con una trama impulsada por la anécdota real de robos a museos de arte durante la época de las últimas dictaduras militares en el Cono Sur.

De nuevo en el terreno de las novelas, hace pocas semanas llegó su más reciente libro, La sangre llegó al río. La acción transcurre principalmente en Concordia, frente al río Uruguay, y la locación no es casual, ya que esas aguas que separan dos naciones son cruzadas por contrabandistas de poca monta y otros que pretenden escalar posiciones en el bajo mundo. La acción transcurre en 1952, con algún flashback, pero describe situaciones que en muchos casos podrían pertenecer al siglo anterior, entre pulperías y personajes que miden su hombría intentando eliminar la del oponente.

La conexión nazi

La recorrida por ese mundo la hacemos de la mano de una voz narrativa con dejos de oralidad, como un viejo contador de historias que se toma su tiempo para presentarnos al Carpincho López, quizás el más experto en eso de llevar cosas de un país a otro sin que las autoridades lo noten. Pero cuando parece que nos hacemos una idea del camino que puede tomar la historia, van apareciendo otros personajes que intentarán ganarse el protagonismo a golpes y disparos. Para cuando el tablero esté dispuesto, habrá comisarios, policías temerarios y criminales. Y un macguffin muy especial.

Se le llama macguffin a ese detalle que hace avanzar la trama, aunque en ocasiones no resulte tan importante. Uno de los más conocidos es el maletín misterioso de Pulp Fiction, con su brillo propio y miles de teorías que, justamente, no cambian lo que está ocurriendo. Y no debe ser casual, conociendo la afición del autor por el género, que aquí también haya un maletín, aunque menos misterioso.

El hecho histórico que motivó la escritura de esta novela no es tan spoilerífico; de hecho, el segundo tercio del libro despeja todo misterio sobre lo que está ocurriendo. Lo que está detrás de la trama de torpes matones que recuerdan a algunos de los personajes más entrañables de Guy Ritchie es un programa tan increíble como cierto que financió el gobierno de Juan Domingo Perón para el desarrollo de la fusión nuclear controlada, algo que ningún otro gobierno del mundo había logrado en aquel momento. Pueden googlear "Proyecto Huemul" o leer primero a Santullo y después seguir investigando por su cuenta, pero tiene ribetes de surrealismo mágico, como tantas noticias que surgen periódicamente en la vecina orilla.

La sangre llegó al río se lee con muchísima agilidad, en capítulos que van cambiando el punto de vista y que ponen de manifiesto el oficio del autor a la hora de narrar peripecias violentas. El segundo tercio está construido con base en diarios personales y recortes de prensa, y baja un cambio a la narración, pero con ingredientes verídicos que para muchos lectores podrían ser los más interesantes. Después sí, regresan los que van quedando, para luchar por esa supervivencia barriobajera y descubrir qué hay en el interior de ese maldito maletín.

La sangre llegó al río, de Rodolfo Santullo. 216 páginas. Tusquets, 2016.

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