Algo nos está pisando los talones. No sabemos de qué se trata, pero se esconde entre las sombras y de tanto en tanto estira sus zarpas (o sus colmillos, o sus lo-que-sea) y se lleva a uno de nosotros. Los demás, sin tiempo para recuperar el aliento, apenas atinan a seguir corriendo y desear que el próximo zarpazo (mordisco, o lo que sea) sea para alguien más.

Aportando a esta clase de narrativa, vertiginosa y capaz de provocar respuestas fisiológicas en el lector, se encuentra Los cazadores del rey, la más reciente novela de Rodolfo Santullo. Que comienza con una corrida para zafar de la muerte, sigue con la organización de una marcha hacia lo desconocido, y luego vuelve con toda la fuerza a centrarse en ese mal que nos hace correr con medio cuerpo atento a mirar hacia atrás.

Un jovencito desaparece en el monte, cerca de la Villa del Luján, a finales del siglo XVIII. Quienes lo buscan no saben de su terrible fin, pero en plena búsqueda se topan con los huesos de un gigantesco animal, y es difícil no unir los puntos. ¿Acaso hay un monstruo, o toda una especie de monstruos prontos para cazar a quienes se internen en la espesura?

Santullo utiliza un hecho real, explicado en las últimas páginas del libro, como punto de partida de una historia que se aprovecha de aquellas épocas en las que todavía existía algo así como “lo desconocido”, cuando un grupo de personas podían comenzar una expedición sin saber lo que encontrarían o si regresarían con vida. Sin GPS, mapas desplegables ni celular para pedir refuerzos humanos ni alimenticios.

Gracias a los capítulos cortos, sus piezas de ajedrez se mueven como en una partida contrarreloj. Pese a que los tiempos eran otros y podían pasar meses hasta que llegara una respuesta de Europa con la aprobación del presupuesto para la aventura, el texto sabe bailar con el corset histórico y utiliza las elipsis para que la intriga política no se lleve más espacio del necesario.

Y así como hay películas que cargan las tintas y el presupuesto en sus setpieces, esas escenas repletas de acción y efectos especiales que intentan deslumbrar al espectador, aquí todo nos conduce hacia la arriesgada empresa original. A cargo de la expedición hay un grupo de personajes lo suficientemente delineados como para que nos involucremos en sus fortunas (salvo uno de ellos, quizás, con quien no logré encariñarme), seguido de cerca por otro grupo mucho menos amigable, al que no nos molestaría tanto ver desaparecer en la oscuridad. Y lo que comenzará como una cacería de monstruos terminará como una simple carrera por la supervivencia.

Con narración y diálogos que construyen un verosímil “de época”, disfrutamos de esta versión antigua (¿o prehistórica?) de los recordados Cuentos de la Selva, en la que no faltarán la descripción de parajes naturales, como los que rodean al río Luján, ni las escenas sangrientas protagonizadas por bestias irracionales.

Habrá lugar para la crueldad humana, para la reconstrucción del pasado y para ver cómo el elenco va disminuyendo en número, aunque la forma de hacerlo escape a cualquier cliché, porque, según lo que el propio autor reveló, fue el azar, en forma de dado, el que señaló qué integrantes de las distintas partidas irían pereciendo. Así que cualquier cosa puede pasar, y si sufren por alguna de las pérdidas, ya saben que la culpa fue del dado.

Como ocurre en esta clase de narrativas monstruosas, flotará en el aire la pregunta de si en este universo construido por Santullo existen o no elementos sobrenaturales. Y mientras otros ejemplos sufren cuando esta pregunta es respondida (alcanza con recordar la serie de HBO The Outsider, basada en el libro homónimo de Stephen King), aquí la respuesta solamente acentúa el componente de horror. No, no esperen que les dé esa respuesta: para eso deberán atravesar las páginas del libro. Si se animan.

Los cazadores del rey. De Rodolfo Santullo. Montevideo, Fin de Siglo, 2021, 208 páginas.