Dos personas conversan en el interior de un auto. Juegan a que una de ellas nombra a un actor y la otra tiene que decir una película en la que haya aparecido. De inmediato está claro que la historia no se tratará de los conocimientos que tienen acerca de cine, pero ese breve intercambio nos invita a creer que enfrente tenemos a dos seres de carne y hueso y no tan sólo dos dibujos en una historieta.

Así comienza Bajo el ala del cóndor. Una aventura de Georgina Remi, la novela gráfica guionada por Rodolfo Santullo y dibujada por Gonzalo Martínez. Quienes ya conocemos la pluma del primero sabemos que es un comienzo muy santullesco, que aprovecha la oportunidad para salpimentar sus tramas (generalmente policiales o de misterio) con diálogos que contribuyen al realismo de lo que se está contando.

Esa primera página también sirve para conocer (en mi caso) al chileno Martínez, quien se encargará de unas cuantas escenas de cabezas parlantes, así como de varios momentos de acción. Pero no me quiero adelantar, porque la sinergia del equipo creativo está en función de una historia que también se inspira, como en otras creaciones del escritor de la casa, en algo que ocurrió de verdad. Y su imaginación se dedica a llenar los espacios.

No es importante conocer la anécdota real, pero durante la época de las últimas dictaduras militares del Cono Sur ocurrieron un par de robos a museos de arte que no tuvieron gran repercusión debido a cosas más importantes que estaban ocurriendo en simultáneo. Entre 1980 y 1983, decenas de millones de dólares en cuadros fueron sustraídos de museos en Buenos Aires y Rosario, de los cuales solamente recuperaron una pequeña fracción.

¿Cómo se enganchan estos delitos con la conversación acerca de las películas en las que apareció Burt Lancaster? Que los periodistas del auto (el fotógrafo Ernesto y la cronista del título) están en el Puerto de Montevideo por un “pique” recibido por uno de ellos y en medio del tumulto policial se topan con uno de los cuadros robados en una habitación secreta de la Aduana. En ese instante comienza la aventura, que incluirá a diferentes personajes que construyeron su poder en años oscuros.

Bajo el ala del cóndor tiene la nada secreta intención de ser amigable. Es más, podría funcionar muy bien como la primera historieta de muchos lectores, algo difícil de pensar en, por ejemplo, Artigas. Un patriota sin patria, de Gonzalo Eyherabide, sin que eso signifique un juicio de calidad para ninguna de las dos obras. Todas las piezas están en juego para que el resultado sea ágil de leer, muy ordenado, con un verosímil que lo acerca a narrativas YA (young adults, o sea, pensadas para un público joven), con un abrazo sincero a los clichés del género, algo que el guionista maneja con calidad.

Como se ve en la portada, en la que la joven Georgina corre con un fondo partido en tres, la acción transcurre en Uruguay, Argentina y Chile. Esto recuerda a creaciones del cine europeo, que utilizan elencos multinacionales y paisajes variados, pero aquí no es forzado, sino que la historia (que tiene un cóndor en el título, recordemos) enlaza con naturalidad los viajes de la reportera en busca de datos que la acerquen a la verdad.

En esos viajes, en cada una de las ciudades visitadas de la región se destaca el dibujo de Martínez. Su especialidad está en lo geométrico y en elementos como los vehículos, en un estilo que se acerca al dibujo arquitectónico y a los programas de diseño por computadora como el AutoCAD, que ubican rápidamente al lector en el sitio en donde está transcurriendo la acción, con muchos edificios reconocibles. Si fuera solamente por los fondos, quizás el resultado sería frío, pero los personajes que habitan esos fondos tienen expresiones físicas y faciales que aportan la humanidad necesaria.

El verosímil también incluye cierta neutralidad de lenguaje que debemos aceptar; la historia es contemporánea, pero parece haber una decisión consciente de que ese “contemporánea” se estire en el tiempo, por lo que no hay expresiones que aten a Georgina con una generación en particular. Y apenas si distrae la lectura un momento en el que ella dice de uno de los personajes “Se llevó un palmo de narices”.

Santullo también es bueno en la arquitectura, en este caso la de los misterios detectivescos. Sin intenciones de patear el tablero del género, sabe dónde colocar las piezas, en qué momento inyectar información y cuándo resolver parcial o totalmente los enigmas, siempre apelando a los diálogos. Claro que hay escenas de acción, donde le toca lucirse a su colega, pero la mayoría de los datos estarán en los globitos y no en los dibujos.

Está claro que Bajo el ala del cóndor. Una aventura de Georgina Remi abre la puerta a otras posibles historias de la protagonista, donde quizás haya tiempo (espacio) para desarrollar su vida privada más allá de la forma en la que interactúa con sus conocidos. Las condiciones están dadas para que un público ajeno al noveno arte ayude a que sea el comienzo de una saga.

Bajo el ala del cóndor. Una aventura de Georgina Remi, de Rodolfo Santullo y Gonzalo Martínez. 120 páginas. Planeta Cómic, 2023.