No es difícil darse cuenta de por qué Fortuna ganó el premio Pulitzer de Literatura en 2022. Aborda fenómenos actuales y atrayentes, como el penúltimo giro del capitalismo y la invisibilización de protagonistas femeninas en la cultura, y, además, tiene “todos los jueguitos que le gustan a la gente de Letras”, como dijo un amigo historiador. Se refería, sobre todo, a los distintos niveles y versiones que conforman la novela.

La historia principal parece ser la de un exitosísimo financista estadounidense, aunque el protagonismo lo acaba recibiendo su esposa. Cuatro capítulos simulan distintos tipos de texto y configuran un relato central. Al inicio, una biografía crítica, un roman à clef que pinta al financista como una máquina egoísta e impiadosa que destruye la economía estadounidense y es incapaz de acercarse emocionalmente a su pareja, que se va sumiendo en la locura. Luego, unos apuntes autobiográficos inconclusos del propio magnate, con los que busca contrarrestar la versión anterior, mostrándose como un promotor del desarrollo nacional que culpa a las regulaciones estatales y a los pequeños oportunistas del crack financiero de 1929. Le sigue el relato en primera persona de la secretaria que escribió ese manuscrito junto al millonario; cuenta su vida en el período que trabajó junto a él y nos transmite su excitación por la posibilidad de acceder, décadas después, a los diarios de la esposa del millonario. El último capítulo es un fragmento de ese diario.

Lo que se dice del ascenso del millonario y la enfermedad que acaba con la vida de su esposa difiere notablemente en cada versión, pero en el juego de contrastes e inconsistencias nos vamos acercando a un núcleo verosímil. A través de sucesivas y escurridizas pistas, somos obligados a hacernos una idea de cuál era la naturaleza aproximada de los integrantes del matrimonio principal, en una vuelta más filológica que psicológica de los viejos esquemas detectivescos.

Trust (confianza, pero también fideicomiso o monopolio), el nombre original de la novela, hace referencia, por un lado, a su propuesta formal en torno al concepto de incertidumbre y verdad construida, y por otro, alude al mundo de las finanzas, que describe con inclemencia. En cualquier caso, hay que leerla ordenadamente; sólo la primera parte, que luego se nos revelará como la reproducción de un libro que el millonario ha logrado hacer desaparecer, es legible autónomamente. En cambio, si uno cede a la tentación de hojear las últimas páginas, se encontrará con una serie de aforismos, chispazos de estética vanguardista y colecciones de padecimientos físicos y mentales que resultarán de difícil comprensión inmediata.

Ese final, sin embargo, es la pieza faltante para intuir por qué la mujer fue recluida en un establecimiento médico, y su aparición, en un principio, parece cerrar la historia. Uno de los “misterios” de esta novela gira en torno a quién era el verdadero genio matemático del matrimonio, y si bien la respuesta provisoria parece deparar una reparación histórica en clave feminista, cabe también repreguntarse por las consecuencias del accionar de esta superdotación financiera que termina provocando una ola mundial de pobreza y desempleo, y que calma su conciencia con actos de mecenazgo.

Fortuna es un texto blindado, que señala y cuestiona las obras que cita (desde El gran Gatsby a los cuatro evangelios bíblicos) y, al mismo tiempo, obliga a la atención y al disfrute como si fuera una novela policial en la que hay lugar para hablar de las clases obreras y migrantes en Estados Unidos y, faltaba más, para despedazar con ficción a las sociedades acumulativas y patriarcales.

Mi patria es la literatura anglo

Nacido en Suecia durante el exilio familiar en 1973 y formado en Letras en la UBA, Díaz desarrolló la mayor parte de su carrera académica y literaria en Estados Unidos; es profesor en la Universidad de Columbia y, tanto Fortuna como A lo lejos (2017), su otra novela, fueron escritas en inglés. Su ensayo Borges, between History and Eternity (Borges, entre la historia y la eternidad, de 2011), es, en buena parte, un estudio sobre la relación del autor de “El Aleph” con la literatura estadounidense, como lector y como inspirador. Borges, se sabe, fue tomado como un referente por varios de los renovadores de la prosa norteamericana de mediados del siglo XX, y Díaz llega a afirmar que autores como Thomas Pynchon y William Gass, o los más recientes William Gibson y David Foster Wallace, leyeron la tradición de su país a través del filtro creado por el argentino.

Entre estos autores, el más explícito en su deuda con Borges fue el también teórico y artista John Barth, recientemente fallecido. Cuando, en la primera novela dentro de la novela de Fortuna se nos dice que los antepasados del millonario protagonista eran europeos que se dedicaron al comercio tabacalero en las colonias americanas, uno no puede evitar pensar en El plantador de tabaco (The Sot-Weed Factor, de 1960), la más famosa novela de Barth, o recordar Quimera (1972), su reversión polifónica de algunos mitos griegos, cuando nos damos cuenta de que estamos ante un relato de perspectiva cubista.

En todo caso, Díaz revive en sus ensayos y su ficción el antiguo reclamo de Borges sobre el derecho de todo americano a hacer uso y abuso de la tradición occidental, que desde hace un tiempo incluye el aporte de los argentinos al posmodernismo.

Fortuna, de Hernán Díaz. Traducción de Javier Calvo. 436 páginas. Anagrama, 2023.