Los bombos y platillos con los que el presidente estadounidense, Donald Trump, y sus diversos aliados internacionales anunciaron el acuerdo de un cese del fuego el 11 de octubre como si se tratara de un acuerdo de paz, junto con el alivio y la alegría por la liberación de rehenes y prisioneros y el ingreso de alimentos a la Franja de Gaza, pueden haber confundido a quienes no siguen los acontecimientos de cerca.
El principal propósito de las siguientes líneas es hacer un poco de orden y explicar qué es lo que sucede actualmente en el territorio gazatí. Efectivamente, en Gaza rige un cese del fuego. Sus efectos más inmediatos fueron la liberación de los 20 rehenes y prisioneros israelíes que estaban con vida, la liberación de 1.788 rehenes y prisioneros palestinos (mayoritariamente gazatíes), la retirada de las fuerzas israelíes de la ciudad de Gaza y de las rutas que cortaban la Franja impidiendo el tránsito, y el ingreso de alimentos e insumos médicos por parte de organismos de Naciones Unidas y reconocidas ONG internacionales.
El repliegue de las fuerzas israelíes no fue hacia la frontera internacionalmente reconocida entre Gaza e Israel, sino a una nueva línea imaginaria, bautizada como “línea amarilla”. De hecho, más de la mitad del territorio gazatí queda bajo control militar israelí.
Cientos de miles de desplazados palestinos pudieron regresar desde los campamentos de tiendas de zonas como Al Mawassi a sus barrios de residencia en la ciudad de Gaza u otras localidades cercanas, en la mayoría de los casos para descubrir que sus viviendas habían sido convertidas en polvo o en escombros. Una pequeña minoría encontró sus viviendas dañadas, pero en condiciones habitables.
Cientos de miles de personas pusieron manos a la obra para levantar carpas improvisadas al lado de sus viviendas destruidas y a comenzar la penosa labor de retirar los escombros casi sin recursos adecuados, en algunos casos buscando los restos de los cuerpos de sus seres queridos, buscando pertenencias que sean utilizables, o simplemente queriendo allanar el terreno para una futura reconstrucción. Otros, habitantes de barrios y poblados todavía bajo la presencia militar israelí, se ven obligados a permanecer en los enormes campamentos de tiendas de desplazados.
Los primeros días, ante la incertidumbre y confusión respecto de por dónde pasaba la famosa línea amarilla, decenas de gazatíes que creían poder regresar a sus viviendas en el norte y noreste de Gaza fueron asesinados por patrullas israelíes que ejecutaron la orden de abrir fuego contra toda persona que se acercara a la línea amarilla.
La tregua en Gaza fue violada casi diariamente. Los primeros días eran disparos israelíes en torno a la línea amarilla. También tiroteos entre milicianos de Hamas y dos bandas gazatíes armadas por Israel, una de ellas con pasado con conexiones con Estado Islámico.
Luego, hubo retrasos de Hamas en el proceso de entrega de cadáveres y bombardeos israelíes como sanción ante estos retrasos. Por su parte, Israel violó el acuerdo al no habilitar todos los pasos terrestres al pasaje de ayuda humanitaria. La hambruna extrema en Gaza terminó, pero sí hay una constante escasez de productos y de medicamentos debido a un ritmo insuficiente de ingreso de camiones.
La intervención de Estados Unidos forzó a Israel a aceptar como válidos los argumentos de Hamas respecto de sus dificultades para encontrar los cadáveres de israelíes que tenía que devolver. Entre otras cosas, se permitió de forma excepcional el ingreso de maquinaria pesada y sofisticada de Egipto a la zona de Jan Yunis para remover rápida y cuidadosamente escombros bajo los cuales se encontrarían restos de israelíes.
Para recuperar cuerpos israelíes, sí, no para recuperar cuerpos palestinos. Paralelamente, Israel hizo entrega de cientos de cadáveres palestinos que tenía capturados en su poder. Ambos lados participaron en el uso cínico y cruel de los cadáveres y la incertidumbre de los familiares como moneda de cambio.
Las violaciones al alto el fuego estallaron dos veces tras incidentes similares en los cuales milicianos palestinos atrincherados en túneles en las zonas de Rafah y de Jan Yunis bajo control militar israelí irrumpieron a tiros ante la inminencia de que excavadoras israelíes destruyeran su túnel con ellos dentro. Como respuesta, Israel reinició bombardeos contra diversos objetivos en diversas partes de la Franja. Desde el inicio de la actual tregua en Gaza hubo 226 palestinos y cinco israelíes muertos.
El acuerdo del alto el fuego se encuentra aún en su primera fase, a la espera de que sean ubicados y entregados los 11 cadáveres de rehenes israelíes en Gaza o que Hamas anuncie qué cadáveres no puede ubicar o rescatar, dando claras señales de colaboración para que un equipo de rescatistas internacionales se disponga a ubicarlos. Por su parte, Israel prosigue labores de destrucción de viviendas e infraestructuras en las partes de Gaza que controla, o sea, más allá de la línea amarilla.
Estados Unidos realiza un gran esfuerzo político por evitar que estalle por los aires el muy frágil y casi cotidianamente violado alto el fuego. Trump llegó a la conclusión de que debía frenar el genocidio en Gaza porque se estaba desarmando todo su sistema de alianzas en Medio Oriente. El bombardeo de Israel en Qatar contra los dirigentes de Hamas obligó al presidente estadounidense a marcarle los límites a Benjamin Netanyahu.
Las últimas semanas han sido de constantes visitas de jerarcas estadounidenses a Israel, interviniendo en cuestiones militares israelíes, marcando a Israel su dependencia y la obediencia debida a Trump.
Netanyahu tiene que realizar un gran esfuerzo para frenar expresiones de sus aliados de ultraderecha, que manifiestan su descontento ante la evidencia de que Israel es una especie de protectorado estadounidense.
Netanyahu concentra su esfuerzo en dos cuestiones: trabar las propuestas de algunos aliados de Estados Unidos y la mayoría de la comunidad internacional de permitir a la Autoridad Nacional Palestina (ANP) un rol en el futuro de la administración de Gaza, lo que conduciría al establecimiento de un Estado palestino. Para evitar eso, Netanyahu está dispuesto a muchas concesiones tácticas, incluso algunas que favorcen a Hamas.
Debido a que el presidente de la ANP, Mahmoud Abbas, estuvo presente en la ceremonia de Trump en la ciudad egipcia de Sharm el-Sheij, Netanyahu decidió no concurrir. Es importante entender qué llevó a Trump a torcerle el brazo a Netanyahu, forzándolo a parar el genocidio y aceptar un acuerdo de alto el fuego, por más frágil y desprolijo que sea. Por un lado, la presión de algunos de sus propios aliados árabes –Qatar, Arabia Saudita y Egipto–, que observaban cómo un Netanyahu descontrolado era capaz de agredirlos y que una mayor catástrofe en Gaza podría tener incontrolables consecuencias en toda la región.
Por el otro, la muy eficiente presión internacional puesta en evidencia en Naciones Unidas, cuando Estados Unidos se vio en una posición muy minoritaria y sin capacidad de iniciativa en torno al reconocimiento del Estado palestino. La disposición de tantos gobiernos a reconocer el Estado palestino es un claro reflejo de las opiniones públicas en aquellos países, de las movilizaciones de todo tipo, de que la cuestión palestina se convirtió en una papa caliente para muchos gobiernos.
Hasta una primera ministra posfascista y proisraelí como la italiana Giorgia Meloni, bajo la presión de paros y manifestaciones en su país, se vio obligada a ofrecer una temporaria escolta a la flotilla que navegaba hacia Gaza.
¿Y ahora qué?
En parte, el cese del fuego y los intercambios de rehenes y prisioneros y el freno al genocidio de alta intensidad en Gaza han obtenido efectos que Trump buscaba. La segunda fase, que debería conducir a un mayor repliegue de fuerzas israelíes, al desarme de Hamas y al ingreso de una administración civil para la reconstrucción de Gaza, junto con una fuerza internacional que garantice la seguridad, parece aún lejana y sus términos no fueron acordados.
El gobierno de Israel, que se prepara para un año electoral, va a hacer todo lo posible para que la tregua no pase de la fase 1 a la 2. Todo depende, nuevamente, de Estados Unidos y de la presión de sus aliados en la región, y de la presión a la que se vean sometidos sus aliados alrededor del mundo.
En Israel, la mayoría de los medios de comunicación prosiguen actuando como una máquina de autovictimización para justificar las acciones de sus fuerzas de seguridad, evitando observar las atrocidades cometidas y sus consecuencias.
Sin embargo, algunos elementos de la espantosa realidad estallan y causan estragos internos. La general Yifat Tomer-Ierushalmi, comandante en jefe de la fiscalía militar, fue obligada a renunciar al descubrirse que fue ella quien filtró a la prensa la filmación de un grupo de carceleros militares torturando, violando y humillando a un prisionero palestino.
La razón por la cual había filtrado ese video fue contrarrestar las presiones políticas que se habían desatado para absolver a quienes la fiscalía militar decidió acusar de graves delitos. La gran ironía es que ha sido esa misma general quien ha dado los pretextos y justificaciones militares judiciales a tantas acciones militares de violación de derechos humanos, asesinato de civiles y maltrato a prisioneros.
El caso por el cual ella y un grupo de fiscales sintieron que se había superado su propio limite moral fue debido a la introducción de un cuchillo en el ano del prisionero. Sus denuncias consecuentemente los convirtieron en “enemigos de la patria” en boca de la ultraderecha y, para Netanyahu, en los “responsables del más grave atentado propagandístico contra Israel”.
El problema para el primer ministro no es que se torture a prisioneros, sino que la filmación de uno de esos muchos casos sea vista en el mundo entero.