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Foto: Gentileza Andrés Malamud

Andrés Malamud: “En Argentina hoy el antikirchnerismo es más fuerte que el kirchnerismo”

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El politólogo analiza las perspectivas del gobierno y la oposición en este momento y hacia 2027, cuando los argentinos vuelvan a votar.

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Radicado en Lisboa y especialista en instituciones políticas comparadas, el politólogo argentino Andrés Malamud sigue de cerca el experimento libertario en Argentina y sus resonancias globales. En esta conversación con la diaria analiza las fortalezas y debilidades del gobierno de Javier Milei y se detiene en la combinación de determinación interna y apoyo externo que, según su mirada, lo sostienen en el poder. También examina el rol del federalismo y de los gobernadores en la configuración de la oposición, el declive del PRO y la transformación del peronismo en una fuerza cada vez más provincializada. A partir de la literatura sobre identidades políticas negativas, discute el peso del antikirchnerismo y arriesga escenarios sobre la posibilidad de que Milei logre la reelección en 2027, siempre bajo la sombra de Donald Trump y de los ciclos económicos internacionales.

Si tuvieras que pensar en las fortalezas y debilidades del gobierno de Javier Milei este año, ¿qué destacarías?

La determinación interna y el apoyo externo, si miramos el lado del gobierno. Del lado de enfrente, el desconcierto de la dirigencia y la pasividad de las masas. Esa pasividad está relacionada con algunos elementos objetivos, como el hartazgo con lo anterior, pero también con una estrategia hábil de desintermediar los planes y aumentar la AUH [asignación única por hijo menor de 18 años].

A esto hay que sumarle la baja de la inflación. En los focus groups se detecta que hay gente que prefiere saber que el sueldo llega hasta el 20 del mes a no saber hasta cuándo alcanza o desconocer cuánto valen las cosas. Eso tiene que ver con la cuestión de la estabilidad mental que proporciona. La incertidumbre y el malestar psicológico que genera la inflación son muy difíciles de explicar para la gente que no la vivió.

¿Cómo es el tema de la determinación interna y el apoyo externo?

Hay que reconocer la determinación de este gobierno no en los instrumentos –porque prometieron dolarización y cerrar el Banco Central y no lo hicieron–, pero sí en el objetivo: en realidad, la gente, cuando escuchaba eso, lo interpretaba como “bajar la inflación”. El mandato de este gobierno es bajar la inflación. Puede ser muchas otras cosas, pero la esencia es esa. La famosa “batalla cultural” no genera atracción en Argentina.

Un ejemplo es el de Agustín Laje, el intelectual de la derecha que es un best seller en América Latina, pero en Argentina no. Es uno más y sólo lo conocen los sobrepolitizados. La batalla cultural no entra. La gente votó a Milei: un 30% en la primera vuelta, con la esperanza, con la juventud, con la novedad. Pero el resto, con el que terminó conformando su mayoría, lo integran los que quieren bajar la inflación y vivir mejor. Lo que lo mantiene es el bonus de la estabilidad.

Es la determinación que tuvo. Sacrificó reservas y crecimiento a cambio de estabilidad. Eso le sirvió para ganar las elecciones intermedias. Los próximos dos años son otra etapa. No parece que con eso solo alcance, pero este es un gobierno al que le gusta sorprender. La expectativa es que innove en algo, porque es muy difícil pensar que va a alcanzar sólo con la estabilidad. Hacen falta crecimiento y reservas.

Que hace falta crecimiento lo dice cualquiera con cierto sentido común, y que hacen falta reservas lo reclama el establishment. El gobierno no está tan seguro. Se vienen manejando sin reservas porque consiguieron un apoyo externo extraordinario, y acá aparece el segundo elemento.

Para algunos, este respaldo inédito en divisas de Estados Unidos fue suerte y para otros fue mérito. Desde el gobierno transmiten que sabían que vendrían turbulencias y que necesitarían el rescate, y lo prepararon. No es que, de repente, se les cayó el mundo y lo fueron a buscar. Trabajaron para merecerlo. Tuvieron lo suyo, una virtud que atrajo la fortuna. Porque tenían un gobierno afín en Estados Unidos, pero ellos lo cortejaron desde cuando no lo era. Cuando Milei iba a Estados Unidos durante la presidencia de Joe Biden, no visitaba Washington: visitaba Miami. Así que él apostó; es un gran apostador. Esa, para mí, es la gran afinidad con Perón: la propensión a tomar riesgos (con esta comparación se enojan siempre muchos peronistas).

No habría Milei sin Donald Trump. No hubiera conseguido tener estos dos años sin el apoyo externo, pero, a su manera, se lo ganó.

¿Y si mirás a la oposición tradicional?

En este punto, lo que me interesa contarle a un público como el uruguayo, que tiene un sistema más unitario, es que en Argentina los incentivos federales explican mucho más que la incompetencia de la dirigencia. ¿Por qué? Argentina es como Brasil, presidencialismo federal, pero tiene dos instituciones que Brasil no tiene: elecciones desdobladas –o sea, gobernadores diseñando el calendario electoral– y partidos provinciales.

El manejo del calendario y la posibilidad de tener un partido propio permiten que la política se provincialice. Entonces, en Argentina no hay un gobierno versus una oposición. Hay un gobierno versus 24 gobiernos. Pueden acordar entre ellos, que es lo que hizo Milei con cinco, y enfrentó a los otros 19. ¿Quién ganó? La elección nacional la ganó Milei, pero la provincial la ganaron ellos.

El único jefe de gobierno que perdió una elección fue Jorge Macri en la ciudad de Buenos Aires. La política tradicional, que es el “ejército en el territorio”, sigue funcionando a nivel subnacional. Pero a nivel nacional hay otra política, que es la “fuerza aérea”: los medios y las redes. Un presidente puede visitar provincias, puede fiscalizar, pero si no lo hace igual le va bien. El que vota al gobernador de un partido puede votar al presidente de otro por diferentes razones.

Este esquema se explica por un presidencialismo federal con elecciones desdobladas y partidos provinciales.

En su momento dijiste que Milei era un fenómeno que se explicaba por el interior. ¿Seguís pensando de la misma manera?

Sí, y explico por qué. El gobierno ganó este año en las dos Buenos Aires (provincia y ciudad). Las había perdido en 2023. Este año arrasó en la ciudad y ganó por un poquito en la provincia. En ambos casos, con candidatos “amarillos” que vienen del PRO. Diría que “superamarillos”. Patricia Bullrich, que fue candidata en la ciudad, había sido la presidenta de su partido y candidata presidencial. Diego Colorado Santilli es tan amarillo que es naranja.

Así que lo violeta de La Libertad Avanza sigue teniendo dificultades para entrar en las Buenos Aires. Milei no: él entra, pero “amarillado”.

A partir de esto, ¿ves alguna posibilidad de resurrección del PRO, que fue uno de los dos partidos que dominaron la política argentina en los últimos 20 años y ahora está con Milei?

No, aunque puedo equivocarme. Pero comienzo por lo macro. En América Latina, 18 partidos surgidos en el siglo XXI ganaron la presidencia. En menos de un cuarto de siglo, hubo 18 partidos que no existían en el siglo XX: nacieron y gobernaron. Sólo dos continúan en el poder [en El Salvador y en México]. Quedan 16 que no continúan, de los cuales 11 ya desaparecieron o son irrelevantes. Hay cinco que luchan por la supervivencia; entre ellos está el PRO.

Los antecedentes no son favorables. Son partidos flash que surgen, gobiernan y desaparecen. Y en el PRO estamos viendo el proceso por el cual se licuan sus bloques legislativos. El primer elemento macro –la experiencia y los antecedentes– no es alentador: los partidos nuevos también desaparecen. Segundo factor: se le está yendo toda la gente. Tercer elemento: quedaron reducidos a un partido de la ciudad de Buenos Aires.

Así como el kirchnerismo es un partido provincial bonaerense, el PRO es un partido distrital de la ciudad de Buenos Aires. El radicalismo es un partido provincial de cinco distritos que votan diferenciados, unos con Milei y otros en contra. Son sólo partidos provinciales. El único partido nacional es el que gobierna, el que tiene la presidencia.

En el caso del peronismo, ¿no fue siempre así? Quiero decir, un partido esencialmente de la provincia de Buenos Aires.

La provincia de Buenos Aires fue el gran problema fundacional de Argentina. En las dos Buenos Aires piensan y sienten diferente al resto del país. El peronismo –si lo miramos en esta escala larga de tiempo– es simplemente una etapa del bonaerensismo. Coincido con las miradas que dicen que la provincia de Buenos Aires, incluso por el peronismo, fue parte del núcleo o del corazón del problema. Pero hay una afinidad social entre el votante de La Matanza en la provincia de Buenos Aires y el de Formosa.

Cualquier elección, sobre todo de 1983 en adelante, da como resultado que el que gana en La Matanza es el mismo que el que gana en Formosa. El que gana en un distrito rico bonaerense como San Isidro es el mismo partido que el que gana en Córdoba. Más allá de que la provincia de Buenos Aires tenga un papel político importante, las clases sociales en Argentina están más o menos autoidentificadas. En Argentina, aunque la gente ya no se llame peronista o radical, tiene una identificación de clase.

Acá la izquierda hace una diferencia. La izquierda es una identidad fuerte. En las dos Buenos Aires el radicalismo metió tres legisladores: se votó para distritales, se votó para nacional y metió tres legisladores en total, un diputado nacional en la capital y dos legisladoras provinciales en Buenos Aires. La izquierda sacó más. A eso está reducido el radicalismo.

Para mí, sirve medir la viabilidad de un partido político por su enraizamiento en la provincia y en la capital. La izquierda está más enraizada que el radicalismo. Hay una identidad de izquierda que es más fuerte que la identidad radical, que fue absorbida por el mileísmo porque es el no peronismo hoy.

¿Cuánto se perdió de la intensidad en las adhesiones políticas?

Contesto con la literatura, porque recientemente salió un trabajo del peruano Ezequiel González Ocantos y el argentino Carlos Meléndez sobre identidades partidarias y reacciones a resultados electorales en Argentina. Fue publicado en Comparative Political Studies. Son grandes estudiosos de identidades políticas negativas.

En Perú, el fujimorismo representa el 13% de los peruanos y el antifujimorismo, el 51%. En Argentina hoy el antikirchnerismo es más fuerte que el kirchnerismo.

Ellos dicen que el kirchnerismo es una identidad positiva: que hay una inversión afectiva de los militantes del kirchnerismo. Por supuesto que odian a la derecha y todo lo que no es kirchnerismo, pero sienten que su vida y su identidad están en juego. Enfrente, no. La identidad fuerte enfrente del kirchnerismo es negativa: es el antikirchnerismo.

¿Cuándo comenzó esto? Tiendo a pensar que es así desde el surgimiento del peronismo. Incluso cuando había una identidad radical, era más fuerte el antiperonismo que el prorradicalismo.

El PRO llegó a generar una identidad positiva gracias a Marcos Peña, el asesor y jefe de Gabinete de Mauricio Macri, porque tenía este discurso buenista por el cual las ideas negativas, el conflicto y todo lo que se consideraba malo de la política quedaba de lado. En el fondo, los electores seguían siendo gorilas. Compraban el discurso del buenismo porque Macri lo compraba, porque Macri se vendía como “Mauricio” y les gustó. Pero, apenas les empezó a ir mal, cambiaron de Barack Obama a Trump y pasaron de “no vamos a privatizar nada” a “vamos a hacer lo mismo pero más rápido”. Su gente lo siguió votando.

¿Y cómo ves los intentos de renovación dentro del peronismo?

Todos los intentos de renovación que veo son provinciales. Empezando por el más importante: Axel Kicillof contra Cristina Kirchner. Están disputando la interna de la provincia de Buenos Aires y los despojos. Pelean por ver quién maneja los ministerios. Estamos hablando siempre de gobernantes.

En el mismo “axelismo”, la gente de Kicillof decía que, si ganaba la elección nacional en la provincia de Buenos Aires, se convertía en el candidato natural a la presidencia por el peronismo. Y cuando uno habla con los peronistas del interior, te dicen: “No hay candidato natural”. Ponele que el gobernador de la provincia de Buenos Aires gana su elección en la provincia de Buenos Aires, pero los demás gobernadores también triunfaron. ¿Cuál es el criterio para pensar que, porque gane en Buenos Aires, va a ser candidato natural? Antonio Cafiero, el último gran renovador del peronismo en los años 80, lideraba un movimiento nacional. Kicillof no lidera un movimiento nacional. Pero tienen esta visión ambacéntrica: piensan que es natural que quien conduce el Área Metropolitana de Buenos Aires [AMBA] conduzca el país. Renovación del peronismo sólo va a haber cuando tengan un candidato presidencial con chances. Ahí vamos a ver el efecto de subirse al carro de la victoria y auspiciar al ganador. Si no lo hay, sigo viendo fragmentación provincial.

¿Cuánto de la fuerza de Milei reside en esa debilidad opositora?

En este tiempo, Milei gobernó en hiperminoría legislativa y ahora pasa a gobernar en minoría. La diferencia entre una cosa y la otra es tener o no el tercio [en el Congreso]. En ambos casos aumentó su contingente legislativo por las divisiones de otros bloques. Milei construye la chance de que sus vetos y sus decretos se sostengan y de que un eventual juicio político se torne inviable sólo porque pesca en río revuelto. La fragmentación de los demás le sirve para pescar. La fragmentación le sirve, para empezar, para bloquear la posibilidad de que lo echen y para apostar a que se torne viable el gobierno a través de vetos y decretos, aunque eventualmente requerirá un acuerdo más amplio para leyes más importantes.

En el terreno estrictamente económico, ¿qué proyecto sería viable?

Está complicado el peronismo y hay dos vías de escape. Una vía es pura fortuna: por ejemplo, encontrar petróleo en las costas de Mar del Plata, una especie de “Presal” como el brasileño, y que la provincia de Buenos Aires se convierta también en una provincia con recursos naturales. La otra es que descubran la manera de gobernarla bien sin eso. Que, de repente, la provincia de Buenos Aires se vuelva un ejemplo de equipo de gobierno y de ministro de Economía. No da la impresión de que Kicillof tenga algo para mostrar.

Pero ¿la provincia de Buenos Aires no sigue teniendo capacidad de bloqueo?

Vengo pensando mucho en esto y, en los últimos tiempos, estoy descubriendo lo siguiente. ¿Qué piensa Kicillof? “Si explota el país, explota la provincia”. No cree en el “cuanto peor, mejor” porque no hay manera de que la provincia se evada de una explosión nacional.

Pero ¿qué piensa Milei? Creo que no piensa lo mismo. Considera que eso es al revés: puede explotar la provincia sin que explote el país. No es que lo promueva, pero ¿por qué evitarlo? Si, en el esquema mental de Milei, el responsable de todo lo que está ahí es la provincia, entonces hay dos modelos: por un lado, el país del futuro, el país del mercado, el país de la libertad; y, por otro, el país del atraso, el país del subsidio. Si el país del subsidio explota, ¿por qué eso afectaría al país del mercado? No van a incendiar la provincia, pero no van a evitarlo. Porque parece que la provincia, esta vez, no arrastraría al país. Ojo: puede fallar.

Por primera vez en mucho tiempo podría haber un desdoblamiento de la responsabilidad. La gente de la provincia, si le va mal, podría culpar a alguien en la provincia. En parte, por la virtud de desdoblar las elecciones. Ahí lo que se hizo fue tornar identificable esa responsabilidad. No es que la gente ahora tenga clarísimo que la provincia es diferente del país, pero hay más elementos para distinguir.

Y con todos estos elementos, ¿cuán cerca ves la reelección?

Si me hubieras preguntado al principio del mandato, te hubiera dicho que había tres escenarios lógicos. Y te hubiera dicho que el baseline, el más probable, es que termine y no reelija. Dos escenarios improbables eran que termine y reelija o que no termine.

Hoy el escenario de no terminar está lejano. Nunca es imposible, pero está muy lejano. Y quedan los otros dos: terminar y, después, qué. Hoy las chances de reelección son más altas que antes. No son inevitables y no son inexistentes. Faltan dos mil años en tiempos argentinos. La experiencia que tenemos con Macri fue que ganó las intermedias y la economía le explotó el 25 de abril del año siguiente. Seis meses le duró la alegría.

Esto es nuevo. Históricamente, tanto en América Latina como en Estados Unidos, la reelección era más probable que la no reelección, con estos porcentajes: Estados Unidos, 75%; tres de cada cuatro reeligieron. Y en América Latina, el 95%. Hasta Macri, todos, menos dos, reeligieron. Y de repente se dio vuelta la taba y empiezan a perder todos los que se presentan a la reelección.

La explicación en América del Sur es muy simple: ciclos económicos internacionales, sobre todo precio de las commodities y tasa de interés. Si me preguntás quién va a ganar las elecciones argentinas en diciembre de 2027, primero decime cuánto va a valer la soja en junio de ese año y a cuánto está la tasa por la FED [la Reserva Federal de Estados Unidos], y te digo quién gana. Antes de eso, es lotería.

Fernando Rosso, desde Buenos Aires.

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