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Foto: Andrea Díaz Genis

Kabengele Munanga: “El racismo tiene creencias y pasiones que la racionalidad no derriba”

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Con el referente en los estudios sobre racismo y negritud en Brasil.

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Como bien dice Djamila Ribeiro,1 hablar de racismo en Brasil es hablar de un racismo que es estructural, es trazar, entre otras cosas, las consecuencias que la esclavitud ha tenido en los procesos históricos, sociales, económicos y culturales del país.

Brasil fue el último país de América en liberarse de la esclavitud, en 1888, y cuando en 1824 se consideró que la educación era un derecho de todos, todavía se impedía estudiar a la población negra. El racismo debe entenderse como un sistema de opresión que niega derechos y no simplemente como un acto de discriminación individual.

Sobre el racismo en Brasil, la diaria conversó con Kabengele Munanga, profesor emérito de la Universidad de San Pablo y profesor visitante de la Universidad Federal de Bahía, en Brasil. El académico afirma que el racismo en ese país tiene sus particularidades, entre las que se encuentran el silencio, lo no dicho, que confunde a los brasileños, víctimas o no víctimas del racismo. De los mitos que causan esa confusión, el más importante es el de la “democracia racial”. Se trata de un mito propagado por sociólogos pertenecientes a la élite económica de Brasil de mediados del siglo XX, que afirma que en Brasil los conflictos raciales fueron superados por la supuesta armonía existente entre blancos y negros, traducida en el mestizaje y la ausencia de leyes segregacionistas. El libro de Gilberto Freyre Casa-Grande e Senzala fue un clásico para difundir esa tesis. Esta visión acaba paralizando la militancia antirracista y romantizando la violencia sufrida por la población negra.

Munanga nació en el entonces Congo Belga durante la Segunda Guerra Mundial y se convirtió en el primer antropólogo graduado por la universidad oficial del Congo en 1969. Becado, comenzó su doctorado en Bélgica y lo completó en Brasil. Defendió su tesis en la Universidad de San Pablo, a la que ingresó como docente en 1980 y en la que alcanzó el grado de profesor titular. Es una de las voces más respetadas entre las organizaciones sociales antirracistas.

La problemática del racismo no existe sólo en Brasil, existe también en Uruguay, pero Brasil es el país con más descendientes de africanos después de Colombia.

En Brasil hay gente que cree que hay discriminación contra los negros porque son pobres, puesto que, si fueran ricos o de clase media, no serían discriminados. No entienden que, debido a la discriminación, al racismo, los negros no tienen movilidad social para construir una clase social negra que forme parte de la burguesía brasileña, de la sociedad dominante. El racismo, a pesar de la aparente racionalidad que lo niega, tiene creencias y pasiones que la racionalidad no derriba.

Cuando usted escribe sobre la identidad cultural, es obvio que el impacto que la colonización produce en América nos obliga a construir una identidad siempre tomando como modelo al blanco, al europeo, y negando las alteridades que nos constituyen. Pero ¿cuál es la idea que usted tiene de la identidad?

Lo que ves en la historia de la humanidad es que las personas que quieren dominar destruyen la historia de los demás, destruyen la memoria. Cuando destruyes la memoria, destruyes tu historia, destruyes tu identidad, es decir, tu plena humanidad. Todo discurso de dominación pasa por eso. Cuando los portugueses llegaron a Brasil, por ejemplo, querían fundar una ciudad costera desde el punto de Benín. Los africanos que eran secuestrados para ser vendidos, antes de embarcar, daban seis vueltas alrededor de unos árboles, luego no miraban atrás y embarcaban directamente. Creían que con eso perdían completamente la memoria, siempre intentaban destruir la memoria.

A bordo de los tumberos o los barcos negreros había capillas para convertir a los africanos. Los bautizaban y abandonaban sus nombres, sus identidades. Eran técnicas para imponer los nombres de los esclavistas, portugueses u otros. A través del nombre de alguien tienes su identidad, cualquier nombre africano, puedes decir: “Mira, ese nombre africano proviene de tal grupo étnico”. Pero eso fue destruido por completo. Así que destruyes la memoria, entonces se convierten en individuos sin pasado, sin futuro y puedes manipularlos como quieras.

Incluso así, hubo resistencia, los pueblos africanos resistieron aun en la diáspora. Para combatirlos trataron de eliminar, mediante la educación colonial, las religiones y las matrices africanas, que son el núcleo más fuerte de la resistencia. Hubo un proceso de alienación que comenzó a trabajarse a pesar de la resistencia. Por eso los intelectuales africanos que estaban en París antes de la década de 1930 para estudiar en las universidades francesas estaban en proceso de alienación y se dieron cuenta de que, a pesar de dominar la visión del mundo occidental, hablar francés sin acento, aunque provenían de la academia francesa seguían siendo [discriminados por ser] negros. Senghor,2 el primer presidente de Senegal, proviene de esa academia francesa. En esa época, algunos africanos de la diáspora, que buscaban la asimilación, se dieron cuenta de que, a pesar del esfuerzo que estaban haciendo para asimilar la cultura francesa, eran simplemente considerados como monos imitando al hombre, por lo que llegaron a la conclusión de que el único camino era reconstruir su identidad, que estaba siendo destruida, reconocer su historia, que estaba siendo destruida, conocer su ascendencia. En este sentido nace el concepto de negritud en la década de los años 30, que no nació en África sino en París, y luego va a África para contribuir en la lucha por las independencias africanas. Así que sólo necesitan destruir la memoria, destruir la historia, destruir las identidades, es decir, la esencia ontológica de cada ser humano, su humanidad, destruir eso para dominar mejor. Si no tienes memoria, entonces asimilarás la visión de la historia que te han dado; la historia que se enseñaba allí era la visión de la historia griega, romana, pues África no tiene historia. Ahora los africanos han escrito ocho volúmenes de la historia general de África, que tardaron 30 años en publicarse, para enseñar la historia de África. Antes, en África, no se enseñaba esta historia.

¿Por qué no hablar de mestizaje?

No, ese es un discurso de la ideología dominante. Aquí en Brasil dicen que nuestra identidad es mestiza, es decir, que ya no hay negros ni indígenas.

Pero ¿cómo lo ve usted?

Yo soy mestizo tan sólo porque recibí el 50% de mi patrimonio genético de mi madre y el 50% de mi padre. Pero la mezcla de la que tú hablas es la mezcla entre personas que pertenecen a las llamadas “razas”, que es lo problemático.

El concepto de raza es una invención colonialista.

Es así, el concepto de raza es una invención colonial. Cuando los europeos llegaron, dijeron de los negros, de los indígenas: “Son diferentes a nosotros, ¿serán seres humanos?”. Bueno, para demostrar que son seres humanos como nosotros tienen que demostrar que son descendientes de Adán. Entonces buscaron en las biblias y encontraron que, entre los Reyes Magos, uno de ellos era negro. Entonces dijeron que todos los negros son descendientes de Adán, que son seres humanos como nosotros. Los pueblos indígenas no tienen rasgos. Se dieron cuenta de que existe un mito de que algunos de los descendientes de Noé viajaron a América del Sur –está en la Biblia–, por lo que los indígenas son seres humanos. Pero tienen un problema: no son cristianos, no creen en Dios. Entonces deben ser esclavizados.

De hecho, genéticamente todos somos mezclas de diferentes genéticas. Entonces, ¿el mestizaje no es eso?

Sí, sí, pero si voy a algún lugar y un policía me ve, ¿me dirá que soy mestizo? Lo primero que verá es la geografía de mi cuerpo. Es decir que, a pesar de ser mestizo, fenotípicamente soy negro. Exactamente eso es el racismo.

Es construir una identidad a partir del color de la piel.

Claro. Y esto se mezcla con la clase social. Yo, por ejemplo, soy profesor titular en la Universidad de San Pablo, por lo que tengo un sueldo muy alto. Si me ven en una favela de Río de Janeiro y pasa un policía, ¿sabrá que soy profesor? Lo primero que se verá es la geografía de mi cuerpo. En ese momento, el mestizaje no cuenta. Lo que cuenta es el color de la piel. Si vas al sur de Brasil, donde hay descendientes de gaúchos, descendientes de alemanes e italianos. ¿Se consideran mestizos? No. Es el fenotipo lo que cuenta, no la genética.

Y eso es lo que construye la racialización del otro, ¿no? El color de la piel.

Sí. El propio concepto de raza proviene del colonizador. Cuando, en el siglo XVIII, con el nacimiento de la modernidad occidental, los intelectuales pusieron en duda la visión bíblica para decir que podemos explicar científicamente la historia de la humanidad, a partir de un nosotros diferente a los otros –los amerindios, los africanos–, agregando que son diferentes a nosotros porque pertenecen a razas diferentes. El concepto de raza había servido para describir las especies vegetales y animales y no para clasificar seres humanos. Lo primero que se resalta es el color de la piel, luego las características morfológicas, luego el grupo sanguíneo, hasta llegar a los criterios de clasificación de la humanidad y la raza. Aunque el concepto de raza lo abandones, o ya no tenga sustento, lo que queda es el racismo. Pero el racismo nace a partir del concepto de raza, es su ideología.

Hay toda una historia del racismo en Brasil, de todo un proceso de blanqueamiento de la sociedad, de eugenesia, donde se valoraba incluso más la mezcla con el indígena que con el negro.

Hubo un proceso de blanqueamiento, pero eso no significa que logren nada. En la historia de la humanidad, todos los seres humanos, mujeres y hombres, se encuentran y se mezclan, eso no se puede impedir, es imposible.

Sin embargo, hubo en la historia de Brasil un proceso intencionado para traer europeos y blanquear la sociedad brasileña producto de ese racismo.

Mire, los mestizos que nacieron en la región del apartheid no eran considerados blancos, en el sur de Estados Unidos, los mestizos también eran considerados negros. En Estados Unidos basta con tener una sola gota de sangre africana para ser negro. Si la gente sabe que eres considerado negro, el concepto de mestizo no existe en Estados Unidos: simplemente se te considera negro. Aquí en Brasil, junto con América Latina, también crearon esta categoría. Por supuesto que los mestizos existen, el problema es el uso político ideológico del mestizaje. Utilizan el mestizaje para negar el racismo de los brasileños. Dicen que somos mestizos, que los portugueses se acostaron con las mujeres indígenas, con las mujeres negras, y así demuestran que no somos racistas como Estados Unidos en el apartheid.

¿Qué tipo de racismo hay hoy en Brasil?

La política de cuotas para entrar en la universidad se creó porque los negros no tenían la posibilidad de entrar en la universidad, no tenían acceso a esa opción. Crearon las cuotas también por el racismo. En Estados Unidos fue igual, en India fue igual, porque el modelo de cuotas que tenemos nació en India, no en Estados Unidos. Los indios vivían en un sistema de castas que se generaba en torno a la pureza de la sangre. Cuando explicas el comportamiento de una persona a partir de su sangre, estás en el racismo.

Usted participó en el movimiento para crear la ley de las cuotas.

Claro, y me criticaron. Dijeron que yo era un ícono del racismo oficial en Brasil porque defendía las cuotas para los negros. Dijeron que yo formaba parte de un proceso para destruir a los mestizos. Recuerdo el libro de Demétrio Magnoli: Una gota de sangre [Uma gota de sangue: história do pensamento racial]. En sus capítulos se puede encontrar una crítica directa hacia mí.

La ley de cuotas en Brasil es un logro del movimiento negro que tuvo un debate generacional. Pero cuando comenzó este debate yo fui uno de los defensores de las cuotas en el ámbito académico, mientras que algunos intelectuales de izquierda decían que era sólo una lucha de clases, que era mejor hacer una revolución del proletariado, cambiar la estructura capitalista por una estructura socialista, que los negros que entrarían en la universidad serían sólo un paliativo. Yo defendía las cuotas mientras se producía esa revolución del proletariado, que me parecía una hermosa utopía. A mí también me gustaría. Pero en Estados Unidos, donde hay cuotas, la diferencia en materia de educación entre negros y blancos era del 50% y después de 40 años se redujo a 10%, y esto dentro del modelo capitalista. Si entras aquí [a la Universidad Federal de Salvador de Bahía], ves a estos jóvenes negros en los pasillos. Ellos no existían hace 20 años, era una universidad de blancos.

Sé que hay un examen de ingreso a la universidad aquí en Brasil. En Uruguay no lo hay, pero eso no significa que el porcentaje de negros que entra a la universidad en Uruguay no sea muy reducido. Muchos dicen que es por factores económicos y sociales, y no por racismo.

Por eso aquí en Brasil todas las universidades han creado una rectoría de asuntos relacionados con la cuestión de las políticas afirmativas, porque se han dado cuenta de que no basta con entrar, sino que hay que permanecer, y para permanecer es necesario contar con políticas de apoyo a estos alumnos, como becas, alojamiento. Todas las universidades brasileñas tienen esta dirección, incluso mi universidad en San Pablo, que fue la última en incorporarse, ya tiene una dirección de políticas afirmativas.

Usted habla de un racismo oculto en Brasil. Por ejemplo, habla de una cortesía que esconde una forma de violencia racista hacia los negros.

El racismo se negaba oficialmente en Brasil antes de la primera conferencia de Naciones Unidas contra el racismo. Se decía que Brasil era un país con democracia racial, con mestizaje, donde blancos y negros eran iguales y convivían armónicamente. Pero si hiciéramos una encuesta –en el año 2000 se hizo una–, se mostraría que entre los brasileños que terminan la universidad, que tienen un título universitario, el 97% eran blancos, el 1% asiáticos y el 2% negros, es decir, pardos y negros. En 2000, esto ayudó. Las encuestas cuantitativas comenzaron a mostrar realmente que los negros eran discriminados y que necesitábamos políticas de inclusión en la sociedad.

¿Puede contarnos un poco sobre este proceso de lucha que tuvieron para avanzar en la sociedad brasileña y lograr conquistas?

Es un proceso muy muy largo, ya sabes que la lucha contra la esclavitud aquí no fue sólo de los abolicionistas blancos, fueron los propios negros que crearon quilombos, que comenzaron a luchar contra la esclavitud. Por ejemplo, el quilombo de Palmares, que duró casi un siglo y luchó contra 30 invasiones de los portugueses. Así que, tras casi un siglo de lucha y resistencia, cuando se decidió abolir la esclavitud, los movimientos negros ya habían debilitado la esclavitud en Brasil.

En Brasil la abolición de la esclavitud fue muy tardía en comparación con otros países.

Sí, 40 años después de Francia y 24 años después de Estados Unidos. Fue el último. ¿Y por qué ocurrió eso? Porque es una ideología que le sirve al capitalismo. No querían abolirla, sino seguir con la mano de obra gratuita de los negros para lucrar. No valoraban la humanidad de los negros, a los que no consideraban seres humanos como ellos. Cuando se habla, por ejemplo, de los países que contribuyeron a la construcción de Brasil, se habla de inmigrantes, de italianos, de portugueses, de españoles, pero no se habla de los negros, sólo se habla de la mano de obra. Además de construir la economía de Brasil en las plantaciones de caña de azúcar, en las minas, también trajeron culturas, la cultura brasileña aquí en Bahía la ves a flor de piel; de hecho, Bahía es el lugar más negro de Brasil. Pero cuando vas a San Pablo es otro mundo, aunque la cultura negra está en todas partes. Todo eso fue negado, la historia oficial que se enseñaba en Brasil no hablaba de África. Ahora se habla, pero es muy reciente. Todavía estamos en el debate y todo esto es reciente.

¿Cree que realmente se está avanzando, cambiando las cosas?

Es reciente, pero están cambiando las cosas.

¿Cómo contribuyó con ese cambio?

A través de mis clases he formado a muchos intelectuales, grandes intelectuales que son muy conocidos, orienté a muchos alumnos que son parte de esta lucha antirracista. He examinado tesis doctorales y muchas otras; he sido director de la facultad, así que he contribuido intelectualmente.

En cuanto a la identidad, usted dice que hay que recuperar la memoria. ¿Rescata alguna idea de identidad a través de la historia, la memoria y la religión en Brasil? Por ejemplo, la identidad de los afrodiaspóricos está muy construida a partir de las religiones como la umbanda o el candomblé.

Usted y yo estamos pasando por varias identidades, dependiendo del contexto. Usted, como mujer luchadora, pasará por la identidad feminista. Yo, como negro, paso por la identidad negra, que es una identidad política para transformar la sociedad. Pero estamos atravesados por otras identidades. Por ejemplo, si uno va al terreiro en el candomblé, esas personas conservan las identidades a través de las religiones de matriz africana entendidas como una identidad religiosa que se conserva en las grandes matrices africanas.

Esas religiones también han sido muy perseguidas, todavía hay discriminación.

Durante la esclavitud vivían escondidos, eran perseguidos por los esclavistas que no creían que los negros tuvieran religión, que era un fetichismo. Tenían sus lugares secretos y ponían fotos de santos católicos en las paredes, velas. Cuando llegaba la Policía y encontraba los objetos religiosos [de origen africano], los confiscaban, se los quitaban a la fuerza.

Esas leyes ya no existen. Incluso existe lo que la gente llama tolerancia religiosa, una expresión que no me gusta mucho porque creo que, en realidad, es parte de la discriminación que surge del racismo. Es un concepto que no uso. Yo hablo de discriminación o de racismo religioso, puesto que esas religiones no son consideradas como otras religiones.

Yo trabajo el tema de la laicidad en Uruguay. Ocurre que en Brasil, considerado un país laico, se enseña religión. En Uruguay no se concibe la convivencia entre laicidad y enseñanza de la religión en la educación pública, más bien se considera lo opuesto. Más allá de esta radical diferencia de concepción, lo que ocurre igualmente en Brasil es que las religiones que se enseñan en ámbitos públicos no son las religiones de matriz africana, ni siquiera en Bahía.

Aquí las religiones de matriz africana son parte de una resistencia en todo Brasil. Incluso en Rio Grande do Sul, donde la mayoría de la población es de origen alemán e italiano, se encuentran terreiros de candomblé. Así que la ideología en Brasil, con el mito de la democracia racial, utiliza esto para decir que no somos racistas, ya que está en todas partes. Es como si dijeran: “Mira, aceptamos la religión de origen africano, no somos racistas, mira la música africana que aceptamos, mira el candomblé de Bahía, cuántos negros hay”, entonces el discurso está manipulado.

Andrea Díaz Genis es doctora en Filosofía, profesora titular de Filosofía de la Educación en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad de la República y profesora visitante de la Universidad Federal de Bahía en el Doctorado en Difusión del Conocimiento, conjuntamente con Kabengele Munanga.


  1. Djamila Ribeiro, Pequeño manual antirracista. San Pablo: Companhia de Letras, 2019. 

  2. Léopold Sédar Senghor es el primer presidente de Senegal y en 1937 lanzó la idea de la negritud como expresión de los valores culturales e históricos del mundo negro, tanto en África como en América. A este concepto dedicó gran parte de su brillante obra como poeta (escrita en francés): Cantos de sombra (1945), Hostias negras (1948), Etiópicas (1956), Nocturnos (1961). 

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