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El balotaje y la pecera: proyecciones de la segunda vuelta más competitiva de la historia

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Durante noviembre los partidos que pasaron al balotaje intentarán convencer a aquellos que no los votaron en primera vuelta de que los voten; intentarán pescar de “la pecera”. Si los votantes de la pecera se comportan como en 2009, entonces el Partido Nacional (PN) ganaría el balotaje; si lo hacen como en 2014, entonces ganaría el Frente Amplio (FA).

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Apenas anunciados los resultados primarios, se percibieron en el país dos grandes sentimientos. El oficialismo sintió un duro golpe con el 39,2% que recibió, a pesar de que se encontraba en el orden de lo que anunciaban las encuestas. Probablemente desconfiaba de esos estudios, dadas las últimas y multitudinarias movilizaciones –sobre todo en Montevideo y Canelones– y la importante subestimación que estos habían cometido en 2014, cuando anunciaban 44% y el resultado fue 48%. El PN, por su parte, festejó el resultado, mirando con un ojo su 28,6%, con el otro el resultado del FA, y calculando en el aire que la suma de sus votos con los del Partido Colorado (PC) y Cabildo Abierto (CA) alcanzaba 51%.

Sin embargo, el pasar de los días permite realizar un análisis más sereno de los resultados electorales, que conduce a matizar esta primera impresión, de cara a un balotaje que seguramente será el más competitivo de la historia de Uruguay.

Los líderes y los votantes

La declaración de apoyo al candidato del PN por parte de líderes de otros partidos resulta sin duda auspiciosa para los dirigentes nacionalistas. Sin embargo, es prudente señalar que no hay una trasmisión mecánica de las definiciones de las cúpulas hacia los votantes.

Quizás el caso más paradigmático en este sentido es el alto apoyo obtenido en esta elección por la reforma constitucional, una reforma que no fue apoyada por ninguno de los candidatos a la presidencia. Estimaciones de la diaria hechas con la proyección de escrutinio indican que ocho de cada diez votantes de CA apoyó la reforma, a pesar de que Guido Manini Ríos se declaró explícitamente en contra. Este fenómeno no es nuevo. Similares conclusiones pueden extraerse en el caso del plebiscito para la baja de la edad de imputabilidad de 2014.

En un artículo que escribimos con Manuel Flores, Lucía Selios y Santiago Soto, publicado en el libro sobre las elecciones de 2014 del Instituto de Ciencia Política (ICP) y elaborado a partir de resultados circuitales, estimamos que 28% de los votantes del PN y 12% de los votantes del PC no había votado el plebiscito. En cuanto al apoyo del PC para noviembre también hay opiniones interesantes: Ernesto Talvi planteaba hace dos meses, en conferencia en ADM, que según sus estimaciones sólo 80% de sus votantes votaría al PN en la segunda vuelta. Estimaciones de Radar y de Opción anteriores a la primera vuelta ubican este valor en niveles incluso inferiores (cercanos a 70%). Finalmente, un nada despreciable 5,4% votó por alguno de los siete partidos restantes, un conjunto a priori bastante heterogéneo.

Adicionalmente, si bien el supuesto más sencillo y lógico es que todos los que votaron al FA y al PN repetirán su decisión en noviembre, no necesariamente esto sucede en 100% de los casos. En el artículo sobre las elecciones de 2014 referido anteriormente encontrábamos indicios que sugerían una mayor capacidad de retención de votantes del FA que del PN entre octubre y noviembre.2 Adicionalmente, el aumento del FA entre octubre y noviembre de 2014 en los departamentos de mayor arraigo del wilsonismo permite pensar en cierta fuga de votos del PN en la segunda vuelta.

De esta forma, lo más razonable es suponer que la definición de los líderes no se trasmite directamente a las decisiones de sus votantes. La pregunta del millón es cuánto se trasmite. Por tanto, y mientras esperamos datos de las encuestas de opinión (ha circulado una encuesta de Equipos que indicaba una leve ventaja de Martínez, pero que la propia consultora ha planteado que no se tome en cuenta por haber sido hecha antes de octubre), veremos en el siguiente apartado una forma de acercarnos al cuánto y, por ende, al resultado del balotaje.

La pecera y la capacidad de pesca1

Las elecciones nacionales de octubre tuvieron tres grandes resultados, de los cuales en estos días se han destacado sobre todo dos: la caída del FA (de 48% a 40%) y la irrupción de CA (de no existir a tener 12% de los votos)3. La tercera gran diferencia es el aumento de “la pecera”: los votantes que no optaron en primera vuelta por ninguna de las dos opciones que pasaron al balotaje. Mientras que en 2014 el tamaño de la pecera fue de 21%, en 2019 fue de 32%: 685.000 personas que no optaron por el PN ni por el FA, 258.000 votos más que en 2014.

Como decíamos, en todas las elecciones el pasaje a segunda vuelta no es una trasmisión mecánica de las definiciones de las cúpulas hacia los votantes. Una posible forma de proyectar lo que puede ocurrir de cara a noviembre es ver qué ha sucedido con la pecera en otras elecciones y aplicarlo a esta. ¿Qué decisiones puede tomar en noviembre un votante de la pecera? Una de cuatro: votar al FA, votar al PN, votar anulado o en blanco, o no ir a votar.

En particular, la historia recoge dos balotajes entre el FA y el PN: en 2009 y en 2014. ¿Qué sucedió con la pecera en dichas elecciones? En 2009, 20% votó al Frente Amplio, 70% votó al Partido Nacional, 6% votó en blanco o anulado y 4% no fue a votar. En 2014, 25% votó al FA, 52% votó al PN, 11% votó en blanco o anulado y 12% no fue a votar.4

Proyecciones a noviembre

Si uno aplica el comportamiento de las elecciones anteriores sobre la pecera de 2019 encuentra resultados contrapuestos: si ese 32% que conforma la pecera vota como en 2009, entonces el PN ganaría el balotaje; si vota como en 2014, ganaría el FA (ver gráficos). En ambos casos, ganarían con porcentajes muy ajustados, de 48% y 52%, mucho más ajustados que en los anteriores balotajes, que fueron de 45% y 55%.

En definitiva, lo que se avizora para noviembre es el balotaje más ajustado de todos los que ha habido, y los números finales definirán según cómo se responda a un conjunto de preguntas. ¿Qué capacidad de pesca tendrá cada partido? ¿Qué características tienen los peces de 2019, en contraposición a los de 2009 y 2014? ¿Cómo desarrollará cada partido su estrategia ante la heterogénea pecera a la que se enfrentan? ¿Qué características tienen las cañas de pescar? ¿Qué capacidad (y voluntad) de alinear a sus votantes tendrán los dirigentes de los partidos que no accedieron al balotaje? ¿Cuánto pesará la comparación de candidatos a presidente, sus características personales y sus niveles de simpatía y antipatía? ¿Cuánto pesarán –al decir de Óscar Botinelli– los sentimientos anti FA o anti Lacalle en los votantes de la pecera? ¿Cuánto pesará la comparación de proyectos de gobierno?


  1. Utilizo la palabra “sugerían” porque estos indicios surgen de estimaciones a partir de regresiones lineales sobre datos circuitales, y por lo tanto hay que tener cuidado con lo que la literatura denomina “falacia ecológica”, problema que es pasible de ser matizado con técnicas alternativas de estimación (modelo de King) pero cuyo desarrollo excede las posibilidades de esta nota. 

  2. En paralelo a la redacción de este artículo, Andrés Reyes ha seguido en Twitter el mismo razonamiento aquí indicado, alcanzando las mismas conclusiones. 

  3. Fenómeno que confirma la tendencia ya identificada por Pablo Mieres en el libro del ICP sobre las elecciones de 2014: el aumento, elección tras elección, de los votos que no corresponden ni al FA ni al PN ni al PC (pero, evidentemente, en una dirección que ni él ni nadie preveía). 

  4. Estos cálculos tienen como supuesto implícito que todos los que votaron al FA, al PN o en blanco o anulado en octubre repiten su decisión en noviembre. 

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