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Arqueología de la verdad

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En la edición de la diaria Fin de semana con fecha 1º de febrero se publicó una entrevista realizada por la periodista Camila Zignago a la antropóloga de Presidencia de la República Alicia Lusiardo, quien se refirió a sus diferencias con mi trabajo, como su antecesor, en relación con la búsqueda de los detenidos desaparecidos. Al ser aludido, me corresponde aclarar que en la entrevista se hacen referencias sesgadas sobre mi trabajo, discutibles y, en algunos casos, que no se corresponden con la verdad, como que Lusiardo haya participado en todos los hallazgos del Grupo de Investigación en Arqueología Forense (GIAF) y que el robo al laboratorio de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación haya sido un ataque (según la Policía).

En relación con la Operación Zanahoria, por la importancia que el tema merece, su sensibilidad pública y la necesidad de difundir una versión ajustada a los hechos, creo interesante ordenar este debate señalando algunos elementos que hasta ahora, por considerarse sobreentendidos, siguen generando malentendidos. La búsqueda de los detenidos desaparecidos ha llegado a un punto de inflexión debido a las interrogantes de cara al futuro, a la ausencia crónica de información oficial, a la temperatura política que adquiere el tema en las coyunturas electorales y a las expectativas laborales de algunos protagonistas.

De qué hablamos cuando hablamos de la Operación Zanahoria

La Operación Zanahoria fue el desenterramiento (posiblemente selectivo) de restos óseos de algunos detenidos desaparecidos al final de la dictadura y en vísperas del retorno a la democracia (1983-1985). Algunos militares sostienen que dicha operación habría sido sugerida por políticos de la época que por entonces no tenían certeza de conseguir una amnistía.

Uno de los primeros en hablar de la Operación Zanahoria fue el general Alberto Ballestrino al referirse al ocultamiento de los cuerpos de los desaparecidos con la forestación sobre los enterramientos clandestinos. Esta operación comenzó a ser presentada por militares en la Comisión para la Paz creada en la presidencia de Jorge Batlle. Señalaron que los restos de los detenidos desaparecidos fueron destruidos, sugiriendo así la inutilidad de cualquier acción de búsqueda. La operación m zz fue descartada por la organización Madres y Familiares de Detenidos Desaparecidos y otras organizaciones sociales de derechos humanos, por tratarse de una operación más de ocultamiento de la verdad. Los hallazgos realizados pondrían en duda el alcance de esa operación en un primer momento, pero con el tiempo, y de acuerdo con la información reunida, aparece con claridad la versión de una operación planificada para evitar hallazgos en democracia. Algunas fuentes militares han señalado que el propio general Hugo Medina habría intentado elaborar un mapa con los lugares de enterramientos clandestinos, aunque sin éxito por el recelo de sus subalternos.

La Operación Zanahoria no es una teoría, como se sostiene en la entrevista a la que hago referencia, es una hipótesis de trabajo, una herramienta que permite articular información de diversa naturaleza y que contempla diferente aspectos y circunstancias. En los informes del GIAF (López Mazz, 2007, 2010), dada la información reunida, señalamos la necesidad de asumir a la Operación Zanahoria como una hipótesis de trabajo, pues sabíamos que existían:

1) Testimonios orales y escritos de participantes y de observadores directos –entre otros, un oficial, un maquinista y un suboficial– que señalan actividad de máquinas en lugares precisos en los batallones 13 y 14. Entre los testimonios más importantes están el del testigo directo (registrado con el seudónimo Pocho en la base de datos del GIAF) aportado por la senadora Daniela Payssé y el del maquinista que confesó haber participado en las acciones. Un informante ingresó al Batallón 14 (en compañía nuestra y del ex ministro de Defensa Jorge Menéndez) y señaló un lugar preciso donde vio trabajar máquinas en 1984. Otros testigos directos señalaron varias zonas del Batallón 13 y del Servicio de Material y Armamento. Existe un documento escrito por un testigo directo del Batallón 13 en los archivos del GIAF. La Presidencia de la República, el Ministerio de Defensa y los servicios de inteligencia del Estado manejaron información propia sobre la operación.

2) En los lugares señalados por los testigos se encontraron anomalías estratigráficas (alteración del orden natural de los suelos) y huellas claras del tipo de máquinas que describen los testigos: huellas circulares de un accesorio (gusano) usado por los militares en la búsqueda y de “tacho” de retroexcavadora con dientes, usado en la recuperación de los restos. Las fotos aéreas de 1985 en el Batallón 14 muestran también, en los lugares señalados por testigos, alteraciones en el bosque que no están en las fotos de 1983 y que son congruentes con el trabajo de máquinas pesadas.

3) A modo de prueba concluyente que da sustento fáctico a esta hipótesis, se localizaron dos piezas óseas aisladas que interpretamos como vestigios residuales de la Operación Zanahoria, en los lugares donde fueron vistas las máquinas y en asociación con las huellas. Esas piezas óseas no pudieron ser objeto de identificación por ADN. Autoridades del Instituto Técnico Forense de la época llegaron a sugerir que una de ellas correspondería a una persona pequeña, como era Elena Quinteros, que estuvo detenida en ese lugar.

4) Los cinco enterramientos primarios hallados hasta el momento fueron localizados próximos a las zonas alteradas por las máquinas, lo que sugiere que no fueron explícitamente buscados o no fueron localizados por la Operación Zanahoria. La ubicación de los restos de Ricardo Blanco y Julio Castro (Batallón 14) y de Fernando Miranda y Eduardo Bleier (Batallón 13) hacen parte de un escenario de este tipo.

Considero equivocado el planteo realizado por Lusiardo al señalar que los enterramientos primarios (completos) son la única prueba a ser considerada en la demostración de esta operación. Considero esto, a nivel científico, un reduccionismo corporativo de un tema de naturaleza interdisciplinaria. Plantea los límites de las especialidades forenses involucradas en los equipos de búsqueda, y la necesidad de que cada especialista se concentre en su propio ámbito de experticia. Porque la Operación Zanahoria es asunto de huesos, pero también de muchas cosas más.

Protocolos de trabajo y escenarios para la búsqueda de personas desaparecidas

La Comisión Internacional para las personas desaparecidas de la ex Yugoslavia y la propia Cruz Roja Internacional han protocolizado los procedimientos de búsqueda para este tipo de casos (Tidball-Binz, M y U Hofmeister, 2015) con el fin de extremar las garantías legales a las víctimas y facilitar el accionar de la Justicia. Estos protocolos aclaran que la búsqueda, la localización, el análisis (determinación del contexto de la escena del crimen) y la extracción de los restos humanos es competencia de arqueólogos, formados para ese tipo de labor. Los protocolos dejan claro el ámbito de competencia de la antropología biológica (especialidad de Lusiardo), que se focaliza fundamentalmente en el estudio de los restos humanos con el fin de aportar pruebas sobre su identificación, patologías, causa de muerte, etcétera.

Los escenarios de violaciones de los derechos humanos en los cuales se buscan desaparecidos son variados. En Argentina, Centroamérica y Perú la información de las fosas comunes era ya conocida y los trabajos se concentraron directamente en recuperar, analizar e identificar los restos humanos. El caso uruguayo es diferente, tiene como característica principal la ausencia de información y el desconocimiento de los lugares de enterramientos clandestinos, y el rol del arqueólogo es clave para diseñar estrategias de búsqueda en zonas boscosas y de entre cuatro y 40 km2. Las técnicas empleadas son, entre otras, las fotos aéreas, la geofísica, la estratigrafía y la observación subsuperficial. La demostración en arqueología depende de hallar, describir e interpretar huellas y testimonios directos de acciones humanas, que no son únicamente los enterramientos primarios. Los escenarios específicos de demostración se configuran en torno a preguntas de carácter histórico, pero con variados tipos de pruebas.

Lusiardo genera confusión e incurre en falta a la verdad al señalar que yo buscaba pruebas de la Operación Zanahoria y ella de enterramientos. La metodología de trabajo es buscar desaparecidos en los lugares señalados por los testigos, y se encuentra lo que se encuentra. ¿De qué habla Lusiardo cuando habla de metodología arqueológica?

La opinión púbica precisa información de calidad para hacerse una idea confiable de los hechos en cuestión. El debate en la prensa no es el lugar más adecuado para dirimir un tema científico. Asimismo, entiendo que la exclusión de la Universidad de la República fue un error del gobierno, y en 2019 expuse en el Consejo de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación la necesidad de realizar un balance de lo actuado (incluido el uso de la sigla GIAF)

Existen diferentes opiniones sobre la constitución y el accionar que deben tener los equipos de búsqueda. Por excelencia técnica e independencia científica los equipos universitarios están mejor preparados y también blindados para trabajar, para transparentar la información y para hacer frente a las presiones de personas más preocupadas por hacer militar a los desaparecidos que por encontrar sus restos (Gatti, 2016).

La actividad de los “antropólogos de Presidencia” no parece estar en línea con los estándares internacionales para este tipo de trabajos. Es conveniente desarrollar una ciencia soberana para temas críticos como este y no depender de técnicos extranjeros. También cabe preguntar cuál debe ser la distancia entre los equipos de búsqueda y el poder de turno. Algunos miembros del equipo que entrevistaron personalmente a los testigos directos de la Operación Zanahoria cambiaron su postura y ahora no reconocen la operación. Es llamativo que no se mencionen los dos restos óseos parciales recuperados en las zonas alteradas. Se debería explicar qué hacen esos huesos allí y no negar su existencia, ya que el negacionista queda al borde de un dilema ético. La investigación de la Operación Zanahoria está vinculada con la transición política de la dictadura hacia la democracia y puede ayudarnos a entender mejor el rol jugado por los civiles.

Epílogo

En los congresos de la Asociación Latinoamericana de Antropología Forense de 2015 y 2016 el equipo de Presidencia presentó ponencias señalando la inexistencia de la Operación Zanahoria en Uruguay (Casanova et al., 2015). Solicité una copia de ellas, pero me fueron negadas. La Operación Zanahoria se niega verbalmente en la prensa, se niega en los congresos y se niega en el ámbito político institucional, pero nadie suscribe técnicamente la negación. Negar esa operación es claramente asumir una posición política, y no la conclusión de una investigación científica con base en pruebas.

Es oportuno señalar que el equipo que inició con éxito la investigación en 2005 no es el actual. Muchos licenciados y estudiantes de Arqueología pasaron, hicieron su experiencia y continuaron su vida profesional. Desde 2014 este equipo de antropólogos de Presidencia sufrió purgas sucesivas de varios investigadores calificados por su manera de pensar. No parece correcto que alguien tenga el monopolio de la búsqueda de los desaparecidos. Felizmente, también hay equipos independientes que, a través de la arqueología, reconstruyen la represión en los centros clandestinos de La Tablada y Los Vagones, de Canelones. Y otros, que buscan desaparecidos en Rocha.

El compromiso con la causa de los desaparecidos es un patrimonio de todos y no debe ser parte de una apropiación sectaria. Pues en la práctica, el desafío sigue siendo ser fiel a los hechos para alcanzar un buen conocimiento histórico, encontrar todos los desaparecidos que sea posible, trabajar con libertad de conciencia, mejorar el nivel de la pericia criminal, ayudar a hacer justicia, colaborar con la reparación, y no fungir apenas como vaciadores de tumbas.

José M López Mazz (UdelaR/FHUCE/CURE-ANII/SNI)

Bibliografía

Casanova, G; Azziz, N; Bongiovanni, R; López, M y Salvo, X. 2015. Exhumaciones clandestinas en Uruguay: análisis de la evidencia forense. XI Congreso de la Asociación Latinoamericana de Antropología Forense. Montevideo.

Gatti, D. 2016. Ser y estar. Brecha, pp.10-11, Montevideo.

Tidball-Binz, M y U Hofmeister. 2015. Forensic Archaeology in Humanitarian context: ICRC action and recommendations. En Forensic Archaeology. Mike Groen, N Márquz-Grant y R. Janaway:427-438. Wiley, NY.

López Mazz, JM (coord.). 2007. Investigación arqueológica sobre detenidos desaparecidos. Tomo V. Presidencia de la República, IMPO, Montevideo.

López Mazz, José (coord.). 2010. Informe de investigaciones sobre detenidos desaparecidos de la última dictadura militar. GIAF/Udelar.

López Mazz, J. 2020. “Destruction de fosses clandestines et déplacement des morts à la fin de la dictature militaire uruguayenne (1973-1985)”, en Noterman Astrid A., Cervel Mathilde (dir.), Rencontre autour des réouvertures de tombes et de la manipulation des ossements. Actes de la 9e Rencontre du Gaaf, 10-12 mai 2017, Cescm - Université de Poitiers, Chauvigny, APC, à paraître.

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