Este artículo fue escrito por James Galbraith, profesor de la Lyndon B Johnson School of Public Affairs de la Universidad de Texas (Austin), donde dirige un proyecto sobre desigualdad (University of Texas Inequality Project, UTIP). En este artículo Galbraith, que tiene una extensa trayectoria académica y de asesoramiento en políticas públicas, realiza un conjunto de recomendaciones ante la crisis generada por la expansión del coronavirus. Si bien está centrado en la realidad de Estados Unidos, sus propuestas son aleccionadoras sobre qué tipo de políticas pueden instrumentarse en este contexto tan particular.
La primera gran necesidad es de suministros médicos, instalaciones y personal de la salud. Es por eso que necesitamos financiar la producción doméstica inmediata de kits de testeo, tanques de oxígeno, ventiladores, y la construcción de hospitales de campaña, incluida la conversión de estructuras existentes como hoteles y estadios, además de la contratación y formación de personal.
Idealmente, el Departamento de Salud y Servicios Humanos de Estados Unidos debería financiar los suministros, el Cuerpo de Ingenieros del Ejército debería ejecutar la construcción y la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias debería administrar y coordinar. La Reserva Federal debería estar facultada para comprar deuda ilimitada de los gobiernos estatales y locales, así como deuda y acciones de compañías privadas. Si el Congreso no puede ponerse de acuerdo rápidamente sobre los detalles, debería crearse una Corporación de Finanzas de Salud de propiedad del gobierno y darle autoridad ilimitada para financiar créditos, como se hizo para la Gran Depresión y la Segunda Guerra Mundial.
Mantener suministros vitales, especialmente alimentos, medicinas y combustible, es la segunda gran necesidad. Este es un problema de dos partes. La primera parte consiste en asegurarse de que haya productos en las tiendas y farmacias, y que las estaciones de servicio y los restaurantes de autoservicio puedan permanecer abiertos. La segunda parte requiere garantizar que las personas en el hogar tengan los medios para pagar y que la distribución local se mantenga ordenada.
Para mantener el flujo de suministros se debe compensar con un pago más alto y protecciones creíbles a los trabajadores esenciales, como conductores, almacenistas, empleados de caja y guardias de seguridad. De hecho, Amazon y Walmart ya están aumentando los salarios. Los supermercados, las farmacias y las estaciones de servicio deben proteger con la mayor urgencia a sus trabajadores, que están expuestos a enfermarse al tratar con cientos de clientes cada hora. Después de la atención médica, la protección debe ir hacia allí. Las redes de distribución se romperán si los comercios no pueden permanecer abiertos o si los compradores no entran.
El reembolso del pago de salario es la mejor solución para aquellos que tienen a cargo trabajadores formales, como Glenn Hubbard ha escrito. El empleador puede obtener un préstamo sin intereses del banco, cubrir el desembolso de salarios y reclamar un reembolso del gobierno federal sobre los impuestos trimestrales. Los propietarios de pequeñas empresas pueden pagarse a sí mismos, hasta un tope. Este enfoque es transparente, sensible y preciso. La cobertura puede ser descontada. Reino Unido lo está haciendo por 80% del salario; Dinamarca por 75%. Es probable que los trabajadores estadounidenses tengan más “costos de bolsillo” relacionados con el trabajo, como desplazamientos, por lo que con 70% podría ser suficiente. Debería haber un suplemento para los trabajadores que reciben propinas; los propios empleadores podrían declararlas y usarse ese dato. La realización de auditorías posteriores puede disuadir un eventual fraude.
Para los trabajadores por cuenta propia y los trabajadores por contrato la forma rápida y eficiente es cubrirlos con el seguro de desempleo durante el tiempo que sea necesario. Si los trabajadores asalariados permanecen cotizando, será mucho más fácil para el sistema de seguridad social, asociado al seguro de desempleo, aumentar y cumplir con los nuevos reclamos.
Es importante mantener una distribución ordenada. Parece que todavía hay pocos problemas con los suministros en bruto de la mayoría de los recursos básicos. Pero si los bienes pueden llegar a los estantes, ¿pronto desaparecerán en manos de los acaparadores y los vendedores en negro? ¡La solución no es racionar por precio! Si los precios suben demasiado, la gente entrará en pánico. Los mercados no se ajustarán, y colapsarán. Los precios deben mantenerse proporcionales a los costos. En su mayor parte, es esperable que los grandes distribuidores lo hagan, porque tienen una reputación a proteger.
De todos modos, se puede llegar a una economía con escasez, con largas filas para ingresar a los comercios, estantes vacíos en el interior y mercados negros por todas partes. Esto sería un desastre sanitario. Las colas para ingresar a un local a comprar ya son un subproducto de las reglas obligatorias de distanciamiento social. Se han reportado algunas escaseces, especialmente de desinfectante y papel higiénico.
La solución es limitar las ventas por cliente y, si es necesario, controlar los precios y productos básicos como arroz, papas, harina, pasta, huevos, leche, aceite de cocina y carne. El racionamiento y los controles de precios pueden ser administrados por las autoridades locales bajo una orden general de espera, como se hizo en la Segunda Guerra Mundial a partir de abril de 1943. Poner letreros con los precios permitidos. Los civiles los harán cumplir.
Todos los desalojos, las ejecuciones hipotecarias y los cortes de servicios públicos deben detenerse. Las personas deben permanecer seguras en sus hogares, ya sea que puedan pagar las cuentas o no. Para aquellos a quienes todavía se les paga o reciben algún tipo de ayuda puede ser suficiente un aplazamiento de la renta y de hipotecas, descontado por el grado de pérdida de ingresos. Para aquellos que queden fuera de la protección formal probablemente lo mejor es mantener a todos fuera de peligro por ahora, evitar que los desalojen y ver cómo solucionarlo más tarde.
Las comunicaciones básicas (internet, cable, teléfono) deben ser gratuitas durante todo el tiempo que dure la crisis. Hacer películas y conciertos gratis también ayudaría enormemente a las personas a hacer frente a la situación. El gobierno puede reembolsar a las compañías de comunicaciones el costo. Todas las demás utilidades deben funcionar como servicios públicos: el objetivo crucial es mantener el acceso, la calma y el orden.
Con las tiendas y fábricas cerradas, es poco probable que se agoten las fuentes de alimentación. Nuevamente, las decisiones sobre cómo lidiar con los atrasos impagos pueden tomarse después.
Este artículo fue publicado en inglés por el Institute for New Economic Thinking. Su publicación en español fue autorizada para la diaria. Traducción: Pablo Messina.