Relativizar la realidad ayuda a poner las cosas en contexto. El hambre en el mundo lleva tres años sin disminuir y la obesidad sigue creciendo. Los últimos informes de la Organización de las Naciones Unidas advierten que más de 820 millones de personas padecen hambre en el mundo, y que 2,3 millones de menores y más de un millón de mujeres embarazadas o lactantes sufrirán graves deficiencias nutricionales como consecuencia del conflicto en Yemen y la falta de financiación para la respuesta humanitaria. Por otro lado, se calculó que un niño menor de 15 años muere cada cinco segundos por causas en su mayoría prevenibles, según las nuevas estimaciones de mortalidad publicadas por Unicef, la Organización Mundial de la Salud (OMS), la División de Población de las Naciones Unidas y el Grupo del Banco Mundial.
Y urge una pregunta necesaria: ¿qué estamos haciendo como humanidad para prevenir esta otra pandemia? ¿Cómo es posible que en pleno siglo XXI todavía mueran niños de hambre, con la inmensidad de recursos de los que disponemos y el dinamismo que demostraron la OMS y los gobiernos de todo el mundo cuando decidieron abocarse a un problema común, como la pandemia covid-19, fomentando el trabajo conjunto que llevó a generar vacunas en tiempo récord y a instaurar una nueva normalidad de comportamiento en tan sólo unas semanas? Tal vez sea bueno recordar que la letalidad por covid-19 es muy baja en relación a la muerte por desnutrición infantil y que afecta principalmente a personas de edad avanzada con comorbilidades, es decir, que, además, tienen otras enfermedades como obesidad, diabetes, cardiovasculares o cáncer. Estas enfermedades no transmisibles son, en sí mismas, causa de 41 millones de muertes al año según datos de la OMS, lo que equivale a 70% de todas las muertes que se producen a nivel mundial. Sin embargo, nunca se ha parado el mundo, ni se ha invertido tanto esfuerzo y dinero juntos, ni se han concentrado todos los medios de comunicación para revelar su alcance, como con la covid-19, con el fin de prevenirlas y erradicarlas del planeta.
¿Somos realmente un mundo solidario? ¿Por qué, entonces, no nos ponemos todos, codo a codo, a invertir los mismos esfuerzos, fondos y comunicación para prevenir los factores de riesgo que desencadenan tantas muertes, como son la desnutrición y la obesidad? Tal vez de esa forma nos ahorraríamos mucho dinero en vacunas que podríamos emplear en otros recursos también muy importantes para la salud y la sociedad.
Gabriela Kramer es docente e investigadora de la Universidad de la República.