En el libro Equidad y prevención de pandemias en la era de la sindemia global mencionábamos, entre otras cosas, que el cambio climático constituye una epidemia, una de las tres que, junto con las epidemias de obesidad y malnutrición, constituían la sindemia global. El diccionario de la Real Academia Española define epidemia como una “enfermedad que se propaga durante algún tiempo en una zona y afecta simultáneamente a gran número de personas” y como un “mal o daño que se expande de forma intensa e indiscriminada”. Sin dudarlo, el cambio climático, por su agravamiento e impacto en la salud, se comporta cual epidemia aumentando el riesgo para la vida, la salud y la dignidad de los seres humanos a escala global, pero con particular impacto en el mundo subdesarrollado y dependiente, por un lado, y en los sectores más vulnerados en sus derechos, por otro. Como siempre, la inequidad juega un rol clave a la hora de entender las consecuencias de esta epidemia.
Lamentablemente, hoy es bastante sencillo para quienes vivimos en la zona metropolitana de Uruguay entender lo anterior. Sufrimos la crisis hídrica más grave de la historia, que pone de manera directa o indirecta en riesgo nuestra salud, desde lo biológico, psicológico y social, que nos afecta potencialmente a todas y todos, pero mucho más a las personas más vulneradas en sus derechos, y que puede tener efectos muy graves sobre las personas con propensión a algunas enfermedades, por ejemplo, estados hipertensivos.
La situación de emergencia hídrica que enfrentamos es potencialmente atribuible al impacto local del cambio climático, en particular a una sequía sin precedentes y a la falta de medidas oportunas de prevención. Por otro lado, indiscutiblemente, la crisis hídrica ciertamente está agravada por el cambio climático.
El frágil proceso reproductivo humano es particularmente sensible a la epidemia del cambio climático en general y a la crisis hídrica que vivimos en particular.
Con respecto al cambio climático, los impactos son directos, por ejemplo los eventos climáticos extremos y los indirectos, como la contaminación del aire, la tierra y el agua. Debido a estos impactos, de acuerdo al contexto sanitario, social e individual de vulneración individual, se generarán cambios en la salud integral de la embarazada desde el punto de vista biopsicosocial, generando así un entorno materno desfavorable para el proceso reproductivo. En lo biológico aumentará el riesgo de estrés oxidativo e inflamación, en lo social se incrementará la inseguridad social en general y alimentaria en particular. En lo psicológico, por su parte, se incrementará el estrés y la ansiedad materna. Todos estos entornos provocarán un incremento de las complicaciones maternas y perinatales, como un aumento del parto pretérmino, la restricción del crecimiento fetal, los abortos espontáneos e incluso las malformaciones fetales.
Con respecto a la crisis hídrica, se conoce que el incremento de cloruros, por un lado, y de sodio, por otro, es particularmente grave por el incremento de estados hipertensivos del embarazo y otras afecciones potenciales. Con respecto al incremento de sustancias potencialmente tóxicas, como los trihalometanos, la evidencia es parcial y contradictoria, como indica el reciente informe de la Facultad de Medicina de la Universidad de la República.1 Sin embargo, aunque aún no se conocen todos los detalles acerca de cómo los trihalometanos podrían afectar al feto, se ha observado que podrían tener un impacto en la forma en que los genes se activan. Esto significa que podrían influir en la forma en que ciertos genes funcionan y se expresan en el desarrollo del feto. Por eso, aunque todavía las evidencias son insuficientes, la recomendación inequívoca es no exponerse al agua de OSE. Triste conclusión en el país de la penillanura suavemente ondulada.
El frágil proceso reproductivo humano es particularmente sensible a la epidemia del cambio climático en general y a la crisis hídrica que vivimos en particular.
La gravedad de la actual situación obliga a una mirada más global y compleja. Debemos recordar que en 2019, antes de que se registrara el primer caso de SARS-CoV-2 en Wuhan (China), la revista Lancet informó que la epidemia del cambio climático, junto con las epidemias de enfermedades metabólicas inflamatorias relacionadas con la obesidad y la epidemia de malnutrición, especialmente debido al consumo excesivo de calorías y alimentos procesados, representan el desafío más importante para la humanidad. Estas tres epidemias surgen como resultado de modelos de desarrollo, producción, degradación ambiental y consumo masivo que causan enfermedades y muertes, y están interconectadas formando lo que hoy se conoce como la “sindemia global”.2 La sindemia global tiene múltiples causas que están interrelacionadas entre sí. Entre las principales se encuentran los modelos de desarrollo y producción insostenibles que generan daños medioambientales, la degradación de los ecosistemas, la sobreexplotación de recursos naturales, que amplifican las desigualdades sociales y económicas. Estos factores contribuyen a la aparición y propagación de enfermedades metabólicas, infecciones y trastornos de salud, generando un círculo vicioso que amplifica los efectos negativos en la salud de las personas y las comunidades, por un lado. Por otro lado, estos mismos factores promovieron la zoonosis del SARS-CoV-2 en el cercano-lejano 2019. Desde esta perspectiva, la pandemia de covid-9 tiene íntima relación con la sindemia global. A esto hemos denominado “pansindemia”.
La comprensión de estas causas es fundamental para abordar de manera integral y efectiva la sindemia global y promover un enfoque de salud holístico y sostenible. La clave es el abordaje de las políticas públicas desde la perspectiva del precepto de la Organización Mundial de la Salud (tan vilipendiado últimamente por la extrema derecha negacionista y mesiánica) de “una sola salud”. Nuestro país aún puede revertir la situación si construimos un proyecto nacional de protección del embarazo y la primera infancia como política de Estado, ya que el embarazo y la primera infancia no tienen divisa, el embarazo y la primera infancia son la divisa.
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https://udelar.edu.uy/portal/2023/06/facultad-de-medicina-difunde-informe-sobre-los-efectos-de-los-trihalometanos/ ↩
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“The Global Syndemic of Obesity, Undernutrition, and Climate Change: The Lancet Commission report”, 2019. ↩