En Uruguay, la filosofía tiene una tradición larga y ancha. Las grandes preguntas resuenan en liceos rurales y en aulas de la capital, en universidades, en cárceles y en medios de comunicación, en campamentos y olimpíadas, en grupos de niños y niñas, de adolescentes y de adultos. Aun con esta amplitud se puede afirmar que, al menos en términos cuantitativos, el principal motor del filosofar uruguayo es la educación media. Miles de diálogos que se mantienen en las aulas de enseñanza media y en los institutos donde nos formamos los y las docentes de ese nivel.
En este momento, como en tantos otros a lo largo de la historia, la importancia de la actividad filosófica es parte del debate público. Siendo una disciplina tan heterogénea y estando su enseñanza extendida en tantos contextos, es natural que sean muchas las filosofías que se practican en el Uruguay. Las actividades que se defienden cuando se defiende la filosofía son muy variadas, a veces incluso contradictorias entre sí: contiene multitudes.
Considerando esta dispersión es natural esperar que exista toda una constelación de argumentos distribuidos en el espacio conceptual. En este artículo se presenta una exploración de ese espacio. Para hacerlo, se divulgó un cuestionario preguntando por qué es importante la filosofía en la educación media.
Se reporta aquí el análisis de las respuestas de 38 docentes y de 30 estudiantes de filosofía. Las categorías se generaron inductivamente, en un proceso recursivo. Se identificaron 380 razones que se agruparon en 14 categorías, las cuales a su vez se agruparon en tres grandes categorías generales. Este trabajo es apenas una primera aproximación.
1. La filosofía es importante porque favorece el desarrollo de habilidades del pensamiento y del espíritu crítico
La filosofía es un modo de vida, pero también es una disciplina académica. En esa línea, la mayoría de las respuestas enfatizan el rol que la filosofía tiene en la construcción del buen pensar. Concretamente, aporta a:
- El desarrollo de habilidades argumentativas. La filosofía sirve para “sostener de forma argumentativa y sólida el pensamiento propio”; además, permite evaluar y “reconocer un argumento fuerte y uno débil (o una falacia)”.
- El desarrollo de la capacidad de análisis lógico y síntesis. Nos familiariza con la formalización y reconstrucción del pensamiento, mediante el estímulo de “habilidades analíticas, interpretativas y de síntesis”.
- Articulación de saberes y mirada metadisciplinar. Es el espacio privilegiado para articular “saberes, habilidades y conocimientos entre las diferentes disciplinas”, “pensar más allá de los paradigmas” y “mirar al mundo que nos rodea desde la racionalidad totalizadora”.
- Cuestionarse y conocer las grandes preguntas. Además de favorecer la duda y el sano escepticismo, permite contactar con una historia milenaria de abordaje de las grandes preguntas, comprendiendo que “muchos de nuestros cuestionamientos coinciden con los de la humanidad toda”.
- Lectoescritura. Las humanidades en general, y la filosofía en particular, ofrecen un espacio privilegiado para la “formación en lectura y escritura”.
- Metacognición. El pensar filosófico “es autocorrectivo por ser fuertemente metacognitivo”. El aula de filosofía “es uno de los pocos espacios donde se revisa el origen de lo que pensamos, por qué pensamos como pensamos” y “ponemos bajo el microscopio el pensamiento mismo”.
- Pensamiento crítico. La enseñanza de la filosofía “fomenta la búsqueda de la verdad y la excelencia intelectual”: “Nuestro ejercicio en filosofía es el del pensamiento crítico, el criterio, el acuerdo y la flexibilidad”.
Además de su utilidad pragmática, la enseñanza de la filosofía nos acerca a aquello que valoramos por sí mismo: vivir una vida buena y enfrentarnos con lucidez a los problemas más profundos de nuestra condición.
2. La filosofía es importante porque favorece el desarrollo intrapersonal integral
La filosofía es una disciplina académica, pero también es un modo de vida. Muchas respuestas enfatizan que el espacio de filosofía es uno de los pocos donde se abordan directamente los grandes asuntos de la identidad personal y el autoconocimiento. Concretamente, la filosofía aporta a:
- Crear espacios de autoconocimiento. La práctica filosófica “invita a reflexionar, a hacer introspección” y “autoinspección”, mediante lo cual “ayuda a entender el mundo y a entendernos a nosotros mismos” y “habilita a quien estudia a comprenderse mejor a sí mismo”.
- Construir autonomía. La filosofía “nos invita a poder ser un poco más libres” y ayuda a los y las estudiantes a “aprender a pensar por sí mismos”. Sirve “como instrumento de deconstrucción de los discursos dominantes y como desnarcotizante para promover una vida no autómata y reflexiva”.
- El desarrollo afectivo y personal. Mediante el diálogo, la lectura, la producción colectiva y la introspección, “acompaña al estudiantado en su proceso de maduración personal”, “favoreciendo el control y dominio de sí” y la construcción de identidad: “Pensar nuestro rol en el mundo es esencial para la constitución de nuestras expectativas y por tanto de nuestra identidad”. Como dijo Aristóteles, el filosofar no sólo busca comprender el bien, sino hacernos buenos y buenas: “Se necesita alguien que nos enseñe a poder ser nosotros mismos y cómo mejorar para ser una buena persona”.
- El desarrollo de la creatividad. En un mundo donde las máquinas son capaces de realizar tareas cognitivas, la filosofía “abre al pensar crítico y creativo”, “inquisitivo, heurístico, divergente y disruptivo”.
- El desarrollo de la capacidad de toma de decisión. Al ser seres conscientes de nuestra condición finita, debemos tomar grandes decisiones existenciales. El diálogo filosófico es un espacio privilegiado para desarrollar la capacidad de “optar de forma consciente” y “poder tomar decisiones vitales”.
3. La filosofía es importante porque favorece el desarrollo interpersonal, facilita la convivencia y la construcción de ciudadanía para la participación democrática
La democracia no es una dictadura de las mayorías, sino un sistema que pone al diálogo racional en el centro de la dinámica política. En ese sentido, entendiendo que la educación media no es sólo una preparación para la vida universitaria o laboral sino para la vida buena en comunidad, el lugar de la filosofía ha de ser central. En concreto, la filosofía aporta a:
- El desarrollo de competencias comunicativas y dialógicas. Tanto por sus contenidos como por sus procedimientos, el aula de filosofía es un espacio muy favorable para el desarrollo de esta competencia –central de la vida democrática–, ya que “permite a los estudiantes poder abrirse, expresarse”, “aprender a escuchar y ser escuchado” y “reconocer el valor de la palabra del otro”.
- Favorecer la convivencia, la ciudadanía y la participación política. En pocos espacios los y las estudiantes tienen tanta apertura para “explorar preguntas fundamentales sobre la existencia, la ética, la política y otros temas relevantes para la sociedad”. La filosofía “es un escudo contra la manipulación”, que permite el desarrollo de una subjetividad “solidaria, con sentido de comunidad”, preparando a los y las estudiantes “para participar activamente en la vida democrática”.
- Reconocer y aceptar la diversidad. En el encuentro dialógico, el aula de filosofía permite “el reconocimiento del valor igualitario de todo enunciante” abriendo a “la alteridad de estilos de pensamiento e ideas” y “fomentando la empatía y la tolerancia hacia diferentes perspectivas”. Ese reconocimiento de la diversidad no sólo es sincrónico, sino también diacrónico: el estudio de la historia de las ideas permite “nutrirnos de la pluralidad del pensamiento de personas de todas las épocas”.
Conclusión
Es un tópico señalar que la enseñanza de la filosofía es inútil. Los argumentos sintetizados anteriormente alcanzan para mostrar que se trata de una falsa apreciación. Contrariamente, podría afirmarse que, además de su utilidad pragmática, nos acerca a aquello que valoramos por sí mismo: vivir una vida buena y enfrentarnos con lucidez a los problemas más profundos de nuestra condición.
Nigel Manchini es profesor de Filosofía y magíster en Neuropsicología y Educación.