Pensar que los y las médicos y médicas se pueden enfermar por problemas cardíacos, oncológicos, infecciosos es una idea que se acepta bastante bien, lo que no sucede con los problemas de índole mental. Quizás porque se espera que quienes están a cargo de “sanar” a otros tengan las suficientes fortalezas como para no decaer jamás, sean poseedores del saber, equilibrio y juicio exacto que les permita mágicamente ocupar ese lugar de perfección.
Estas representaciones instaladas en la cultura de usuarios, pacientes y sociedad en general obviamente también forman parte de los sentimientos y anhelos de los propios médicos. Por ejemplo, los procesos de salud-enfermedad-recuperación frecuentemente son más complejos y se tiene la impresión de que se complican los diagnósticos y tratamientos simples más a menudo que en los ciudadanos no médicos que superan las mismas circunstancias con menos dificultades. Esto puede ser un mito. Sería interesante discutirlo.
En cuanto al título de esta reflexión, “silencio y tabú”, hace referencia a las dificultades que se derivan en parte de esa construcción colectiva de omnipotencia y endiosamiento de la figura médica, y que complica la posibilidad de expresar y compartir el malestar o sufrimiento. ¿Pedir ayuda psicoemocional al área de salud mental para acceder a la psicoterapia estará bien visto? ¿Qué dirán los colegas? ¿Y si se enteran las autoridades de la institución?
En 2011, el Ministerio de Salud Pública, gracias al trabajo liderado por el doctor Lizardo Valdez con un grupo muy amplio de colegas de diferentes disciplinas de la salud mental (porque la psiquiatría no es la única ni la principal o hegemónica), elaboró las Prestaciones de Salud Mental que constituyen el acceso a la psicoterapia individual, familiar, grupal en todos los prestadores de salud, con diferentes niveles y requerimientos. Uno de los accesos jerarquizados fue y es el dirigido al personal de salud. Sin embargo, no son los médicos quienes más acceden a las consultas del Comité de Recepción, que es la primera entrevista para solicitar apoyo psicoterapéutico.
Pensar que los y las médicos y médicas se pueden enfermar por problemas cardíacos, oncológicos, infecciosos es una idea que se acepta bastante bien, lo que no sucede con los problemas de índole mental.
Aquí conviene destacar un aspecto que me parece relevante. La psicoterapia no es la única estrategia que las prestaciones promueven: un espacio muy interesante que fue utilizado en pandemia y pospandemia con adolescentes, jóvenes y adultos fueron los grupos de acceso libre, sin pasar por comité, simplemente anotándose. Esta es una herramienta muy potente, apela a lo colectivo, al grupo abierto, a la posibilidad de un encuentro entre personas con intereses y problemas comunes en un espacio de 15 personas como máximo, un grupo abierto pero coordinado y con un encuadre serio.
Sería pertinente que el Sindicato Médico del Uruguay impulsara, difundiera y propusiera a todos los prestadores de salud la apertura de grupos en todos los prestadores y específicamente para que médicos y médicas puedan compartir sus angustias y preocupaciones en un ámbito de confidencialidad y respeto con coordinadores de solvencia teórica conceptual y técnica.
Susana Grunbaum es médica psiquiatra de niñez y adolescencia. Fue directora del Centro de Referencia de la Red Drogas (Portal Amarillo).