La votación del domingo determinó que el Frente Amplio lograra 16 bancas en el Senado y 48 en la Cámara de Representantes, mientras que los partidos de la actual coalición de gobierno obtuvieron 14 en el Senado y 49 en Diputados. A partir de estos números, se puede decir que el actual oficialismo será minoría en ambas cámaras y también que ninguno de los dos grandes bloques tendrá mayoría parlamentaria propia.
Ambas afirmaciones son ciertas, pero no significan lo mismo políticamente: la primera destaca las dificultades que tendría Álvaro Delgado para gobernar si gana la presidencia en el balotaje; la segunda pone esas dificultades en pie de igualdad con las que afrontaría un gobierno presidido por Yamandú Orsi, pese a que serían objetivamente menores. Se trata de picardías propias de la política, esperables en la campaña hacia la segunda vuelta.
Otros relatos pasan del terreno de la picardía al de la confusión y la falsedad. Por ejemplo, sostener que cualquiera de las dos fórmulas que competirán el 24 de este mes se verá impedida de gobernar o que su capacidad de hacerlo dependerá de los dos votos en la Cámara de Representantes correspondientes al partido liderado por Gustavo Salle, de Identidad Soberana (IS).
Salle afirma que todos los demás partidos que obtuvieron representación parlamentaria el domingo están sometidos a intereses nefastos y que no se alineará con ninguno de ellos. Está en su derecho, aunque sea muy discutible la utilidad de integrar el Poder Legislativo con la única meta de hacerse notar mediante acusaciones y agravios. Pero IS representará a menos de 65.000 votantes en un total de 2.443.378, y las 97 bancas de los demás partidos en Diputados son, sin duda, muchas más que dos. Qué va a pasar con la gobernabilidad del país dependerá, gane quien gane el 24 de noviembre, de lo que haga la gran mayoría, no de una pequeña minoría.
En algunas áreas parece bastante viable alcanzar acuerdos que permitan la aprobación de leyes; en otras, el resultado de las negociaciones es más incierto, y hay sin duda otras en las que persistirán diferencias insalvables, aunque haya voluntad de diálogo constructivo. En estas últimas, que abarcan varias cuestiones cruciales para el futuro del país, será muy importante quién gane la presidencia, una posición ventajosa para impulsar sus orientaciones, con iniciativa exclusiva en muchos asuntos. De todos modos, como se dijo más arriba, la tarea sería bastante más difícil para Delgado que para Orsi.
En Argentina se le suele atribuir a Perón una frase que este tomó de Aristóteles y que podría haber dicho cualquiera, porque sin contexto sólo señala lo obvio: “La única verdad es la realidad”. La distribución de bancas en el Parlamento surgida de la primera vuelta es un dato verdadero, pero no es el único que determinará la realidad. Es posible construir varias situaciones distintas en función de las actitudes políticas que se adopten. La campaña hacia el balotaje tendrá forzosamente mucho de polarización, pero el mejor futuro posible será el de acuerdos.