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¿Molesta el carnaval? Revisitando a Milita Alfaro

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Vivimos en el Antropoceno, época geológica en que se politiza la justicia, se judicializa la política y, ahora, algunos sugieren que también se politiza el carnaval. En esta nota repasamos por qué este no es un fenómeno nuevo ni está tan partidizado como se arguye.

Antel y el carnaval

El disparador es la decisión por parte de Antel de reducir, ya desde 2020, en más de 5.500.000 pesos el apoyo financiero al carnaval montevideano, acompañado de un aumento de la financiación al del interior. Esto ha desatado un debate más politizado que el propio carnaval: chorros de tinta, horas de radiodifusión y TV y hasta pedidos de informes desde el Parlamento. La gente común como nosotros, consumidores de la cultura carnavalera, hemos escuchado declaraciones de carnavaleros, periodistas, y por supuesto de muchos políticos.

Sobre el corte de recursos para Montevideo, Carlos Barceló, director responsable y componente de humoristas Sociedad Anónima, dice que “es triste lo que se ha hecho con la cultura en general. Si pasa con la comida de un niño, ¿no va a pasar con los conjuntos del carnaval? También pasa en el fútbol con un montón de equipos del interior que tenían Antel en el pecho. Todo eso se perdió”. “Los más afectados por este recorte fueron los conjuntos, dado que buena parte de ese dinero se repartía entre ellos, y el programa social Rondamomo, que consiste en escenarios móviles que acercan el carnaval a los distintos barrios de Montevideo y del área metropolitana” (la diaria, 13 de febrero).

El presidente del sindicato de Antel, Gabriel Molina, entiende que “fueron decisiones políticas (del directorio de Antel); les molestaba las críticas de las murgas de Montevideo” (M24, 14 de febrero). “Antel aumentó la esponsorización a los carnavales del interior respecto a los de los últimos años. De 240.000 pesos que aportaba en 2020 pasó a 1.100.000 pesos en la actualidad para las celebraciones de Melo, Artigas, Bella Unión, Rosario, San Carlos y Tacuarembó”. Esto ha venido a alimentar la “grieta” entre los dos grandes partidos políticos del país, el Frente Amplio (FA) y la coalición multicolor.

¿Está Antel apoyando a los gobiernos departamentales multicolores, dejando de lado a los frenteamplistas, Montevideo y Canelones? Algunos argumentan que, como el apoyo de Antel al carnaval es de patrocinio, o “esponsoreo”, esta ha sido una decisión de marketing empresarial. Sin embargo, para Milita Alfaro, “al gobierno le interesa promover carnavales del interior porque son inofensivos” (la diaria, 14 de febrero).

Los puntos sobre la íes. El carnaval siempre fue político. Las críticas al gobierno, si es que estas son “lo político” del carnaval, no aparecen sorpresivamente con el FA ni en este siglo. Para fundamentarlo recurrimos a una experta, la profesora y escritora Milita Alfaro, historiadora especializada en carnaval uruguayo. Las siguientes citas son todas de una muy educativa entrevista que Sofía Pinto Román, de la diaria, le hizo a Alfaro en 2022 y que consideramos útil repasar (la diaria, 8 de febrero de 2022). Como complemento proponemos escuchar otra entrevista, esta vez radial, realizada el 2 de febrero de 2024 en el programa Paren todo de El Espectador.1

La politización y partidización del carnaval

Sostenía Alfaro en la entrevista de la diaria: “Es lógico que nuestro carnaval sea muy político, porque es el resultado de una sociedad muy politizada. No se puede separar lo que pasa en carnaval de lo que pasa en la sociedad. Carnaval es un lugar en el que se disputan espacios de poder. Ahí la hegemonía está en disputa, eso da lugar a los usos políticos de la fiesta. El carnaval es irreverente, denuncia al poder con sátira. Su esencia es poner el dedito en las incoherencias, en las miserias, en las contradicciones, en las injusticias, en los aspectos más bizarros del poder para exhibirlos. […] He oído en estos últimos tiempos hablar de que esta politización viene de fines del siglo pasado. La apreciación es equivocada. Nos vamos al XIX y el carnaval, o todas las controversias, los enfrentamientos y las grietas feroces de la época, porque grietas eran aquellas. De eso sabe muchísimo el Partido Colorado. A partir de 1900, el carnaval es prácticamente una hechura del Partido Colorado, que estuvo durante décadas al frente de la Intendencia de Montevideo. La estructura y las características del carnaval como lo conocemos vienen de ahí. A partir de 1989 esa hegemonía pasa a tenerla el FA. Pasa que el carnaval nace de un imaginario que es muy montevideano, urbano, popular, anticlerical, y decir todas esas cosas es decir batllismo. Hay una articulación brutal entre el carnaval y lo que fue el batllismo del 900. De hecho, el Partido Colorado daba adelantos a los conjuntos que después, se suponía, les descontaba de los premios; pero si no ganaban tantos premios como esperaban, esa deuda se les perdonaba. El Partido Nacional siempre estuvo como por fuera, por esa hegemonía que tenía el Partido Colorado desde el punto de vista del ejercicio del poder, tanto a nivel nacional como departamental de la intendencia, pero también hay una cuestión cultural. El Partido Nacional tiene una cosa más aristocratizante; es más lo rural, el gauchaje, las caballadas, la exaltación de la tradición de los símbolos patrios, incluso con algún componente cristiano. Tiene sus propias tradiciones, pero pasan por otro lado. El diálogo entre el carnaval y el Partido Nacional es muy difícil”.

Así como la politización del carnaval no es un fenómeno reciente tampoco es real su partidización. El FA no tiene derecho a reclamar el carnaval como frenteamplista y, para Alfaro, ni siquiera es un producto de la izquierda. Históricamente, “el discurso oficial de las izquierdas era absolutamente crítico y demoledor con el carnaval. Los socialistas, los comunistas y los anarquistas decían que era el opio de los pueblos, espejitos de colores que la burguesía les mostraba a las masas para distraerlas de lo importante, la revolución. Había una oposición frontal al carnaval”.

Así como la politización del Carnaval no es un fenómeno reciente tampoco es real su partidización. El FA no tiene derecho a reclamar el Carnaval como frenteamplista y, para Alfaro, ni siquiera es un producto de la izquierda.

La izquierda, el FA y el carnaval

Entonces ¿de dónde sale eso de que las murgas son el “brazo musical” del FA? “Yo no sé si por desconocimiento, por ignorancia, a veces uno piensa que es con mala intención, se dicen cosas tan erradas y alejadas de la realidad que llama la atención. Que se diga que la intendencia, desde que ganó el FA, salió a subvencionar conjuntos y que a partir de ahí las agrupaciones perdieron independencia y dicen lo que al partido le conviene es un invento que no sé de dónde salió. […] Las cosas que les dijeron las murgas al FA desde arriba del tablado en sus 15 años no se pueden creer. Es absolutamente falso que no hubo crítica o que si la hubo fue muy livianita, por cumplir. La crítica, la postura política, está siempre, con mayor o menor fuerza de acuerdo a la coyuntura que se está viviendo”, sostiene Alfaro.

Coda carnavalera

En suma: ¿a quién y por qué molesta el carnaval? La hipótesis de Milita Alfaro es provocativa: “Los sectores que hegemonizan la agenda y los medios, no contentos con eso, no quieren que haya nada que escape a su control. Y resulta que el carnaval es un medio de comunicación alternativo donde se escuchan voces y se ventilan temas que el poder silencia o minimiza. Eso les molesta y ponen el grito en el cielo”.

Los primeros en quejarse han sido los políticos de la coalición de gobierno. El ministro de Educación y Cultura, Pablo da Silveira, reconoció que “las críticas de las murgas son una tradición que es tan vieja como el carnaval mismo”. Aunque se sinceró y dijo que “a veces uno quisiera que la acidez se repartiera pareja para todos lados, y es claro que eso no pasa. Podría ser mucho más parejo”. Tabaré Viera, ministro de Turismo, cree que “las murgas están vinculadas al FA, lo que lamentablemente nos ha pasado en el país con los sindicatos, que también se transformaron en un brazo político. No digo que sean todas, pero digo que las hay, y algunas críticas llegan a rozar la ofensa” (la diaria, 12 de febrero). El presidente, Luis Lacalle Pou, reconoció que las murgas son hipercríticas del gobierno pero dijo que no le molestan porque eso “es más viejo que el agujero del mate. Si me doliera estaría todo averiado” (El Observador, 12 de febrero).

Algunos políticos coalicionistas reconocen que las decisiones de los entes pueden estar sesgadas por la política. Jorge Gandini razona que “capaz que Antel no es que dijo ‘el carnaval no es negocio’, porque en el de Artigas está. Capaz que dijo ‘en el de Carolina Cosse no le hago [publicidad]; y capaz, no lo sé, pero este año no” (M24, 13 de febrero).

Por su popularidad y alcance, el carnaval es uno de los elementos más relevantes de las políticas culturales de Estado. Como tal debería salvaguardar la libertad de expresión que históricamente –excepto durante algunos años– ha caracterizado a esta fiesta popular. Para ello es necesaria su absoluta independencia de afinidades políticas ideológicas y partidarias, promoviéndolo sin sesgos con incentivos y recursos financieros. Para Unesco (2022), las políticas culturales exitosas han sido las que promueven la excelencia artística, la libertad y los derechos humanos, valores que las murgas han sabido defender y promover. “Las políticas culturales tienen como destinatarios a la gente, no a los artistas e instituciones, pero estos siguen siendo un factor determinante. Sin creadores no hay cultura” (Mantero, 2008). Ojalá Uruguay pueda continuar con políticas objetivas para beneficio de su ciudadanía y salvaguarda de su democracia. Recordamos a Gonzalo Carámbula (2015) diciendo que “la política cultural puede ser una gran política social, una política social de primer nivel”.

Mario Pareja es ingeniero agrónomo y director del Centro Cultural Miguel Ángel Pareja.


  1. https://espectador.com/parentodo/laentrevista/el-carnaval-esta-politizado-porque-la-sociedad-esta-politizada) 

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