Se encuentran dos señores en una esquina:
—¿Qué busca?
—Una moneda que se me perdió.
—¿Se le perdió acá?
—No, en la esquina de enfrente.
—¿Y por qué la busca acá?
—¡Porque hay más luz!
Cuando era escolar contaba este chiste. Y lo que puede ser gracioso para un niño de 6 o 7 años resulta patético cuando se lo expresa en términos seudoacadémicos y se lo utiliza como justificación para traspasar una de las últimas fronteras metodológicas que quedaba con las encuestas: la de que una encuesta es una estimación de la opinión de la población objetivo y no de cualquier otro grupo.
Pongámoslo en claro: encuestar la interna del Partido Colorado (PC) es caro, porque si efectivamente tienen en el entorno del 10% de la intención de voto, para tener una muestra aleatoria de 500 personas hay que encuestar aleatoriamente en el entorno de 5.000 personas. Pero no es difícil, ni imposible, ni nada que se le parezca: es caro y parecería que ni los partidos políticos, ni las encuestadoras, ni los canales de televisión quieren poner ese dinero.
La solución salomónica es no publicar datos del Partido Colorado. Pero esta no es la realidad, con excepción hasta el momento de la consultora Cifra. La nota la dio Opción Consultores, que decidió (y acá viene a cuento el chiste del inicio) preguntarles a otros qué van a hacer en una interna en la que en realidad no van a hacer nada.
Las encuestas son un tema que tiene un tratamiento particularmente extraño en los medios: el de un asunto editorial. Son las mismas personas las que las hacen, las comentan y las critican.
Como no están dispuestos a pagar una encuesta de verdad, buscan en la vereda de enfrente “porque hay más luz”, traspasando un ancla metodológica que parecía que nadie se iba a animar a violar, la de encuestar pura y exclusivamente al público objetivo.
Las justificaciones de Rafael Porzecanski para tamaño dislate no se sostienen ni en la teoría, ni en la práctica, ni en X. Si los votantes del Partido Nacional o de Cabildo Abierto “no fueran muy diferentes” a los del PC, votarían al PC. Todo lo demás son elucubraciones del encuestador, y, como diría don Verídico, cualquier abombao sabe que las elucubraciones del encuestador no deberían influir en la encuesta.
Esto lo hizo en marzo, y en la encuesta siguiente, correspondiente a abril, Opción Consultores mezcló estos datos en una proporción indeterminada con los de abril para obtener una pócima alquímica digna del horóscopo. Así como la encuesta anterior, esta también fue difundida en Canal 4 en un extenso reportaje en el que, por supuesto, no se cuestionó ni un épsilon de la turbia metodología utilizada. Y de allí la reprodujeron los otros medios.
Encuestas: un asunto editorial
Las encuestas son un tema que tiene un tratamiento particularmente extraño en los medios: el de un asunto editorial. Son las mismas personas las que las hacen, las comentan y las critican. Encontrar una nota en la que alguien que no integre una consultora analice la metodología es más difícil que ver una orca cazando un lobito de mar en la orilla de la costa.
No importa lo que suceda, no importa el tema, ni el momento, ni los implicados, la prensa siempre consulta a los encuestadores, y naturalmente los encuestadores contestan según su mejor saber y entender, que es precisamente el que produjo la pregunta.
Y eso mismo sucede con la nota “Encuestas y consultoras: ¿cómo miden y por qué eligen mostrar cosas diferentes?”, publicada en el contexto “Explicadores” de la diaria Verifica. La nota no explica, sino que justifica, porque en ella sólo se consulta a los encuestadores y cada uno habla exclusivamente de sus propias decisiones. Comete exactamente el mismo pecado de preguntarle a los lobos qué opinan de los corderos, perdiendo la oportunidad de explicar realmente por qué en estas internas las encuestas traspasaron la última frontera de decencia. A los que apreciamos el trabajo de este medio, nos tiene que doler este resbalón.
Daniel Mordecki es docente de Usabilidad.