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Las elecciones europeas en perspectiva: ¿hacia un nuevo escenario político?

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Las elecciones que se han desarrollado en la Unión Europea (UE), en las que votaron casi 180 millones de personas en cuatro días en los 27 estados miembros, han sido las que han tenido mayor participación desde la ratificación del Tratado de Lisboa. Esta es la cuarta elección desde la ratificación del tratado y, si bien no hay un conocimiento cívico por parte del ciudadano de la significación de su voto europeo, sí lo hay de su voto nacional. Es que el ciudadano vota en el ámbito nacional por representantes para el Parlamento Europeo y esa perspectiva nacional-regional es una primera condicionante en su expresión electoral.

El voto está imbuido entonces de la situación política nacional, que condiciona la perspectiva europea. Esto es importante señalarlo, porque si bien desde la ratificación del Tratado de Lisboa el Parlamento Europeo ha ampliado sus competencias y codecide con el Consejo en los ámbitos en que la UE tiene competencia exclusiva y con su voto convalida la propuesta para la presidencia de la Comisión y al representante del Servicio Exterior, el ciudadano europeo vota filtrado por la situación nacional-local.

Desde inicios del breve período transcurrido del siglo XXI, el contexto internacional se ha ido modificando estructuralmente y eso ha repercutido en las distintas regiones del mundo. A inicios del siglo XXI, la UE, cuya importancia económica era incontestable, buscó exportar su modelo de gobernanza en vistas de una gobernanza internacional con un sistema multilateral afirmado en la Organización Mundial del Comercio. Esa proyección del soft power tenía bases muy sólidas en la historia del continente, en los logros alcanzados, en la capacidad de construcción institucional, en la cimentación de redes sociales y regionales. Claro que también los intereses nacionales lógicamente continuaron y el hard power de los países también, y por ello hay aspectos que continúan diferenciando a los estados en su posición en el escenario internacional. De ahí que siga importando sobremanera la votación en algunos estados específicos, como Alemania y Francia, que continúan siendo el eje continental de la integración europea. Es con esa perspectiva nacional-regional que el análisis del voto europeo reciente importa en términos estratégicos. Porque si bien el contexto nacional condiciona la expresión del ciudadano, al mismo tiempo el voto señala la direccionalidad y prioridades que pretende. En otras palabras, el voto pasa por el filtro nacional para su expresión europea.

Los temas de la agenda son el otro condicionante en la votación del ciudadano y se han ido modificando desde inicios del siglo XXI. En la primera década del siglo XXI estuvieron centrados principalmente en la realización del mercado interior, la implementación del euro y la articulación del modelo de gobernanza europeo en el sistema internacional mediante acuerdos de libre comercio y de cooperación. Si bien la ampliación aparejó problemas de funcionamiento y de identidad, estos se fueron canalizando, aunque se señaló una pérdida de la idea comunitaria que estaba presente en los orígenes (Olivi, 1998) y una falta de liderazgo para incentivar la idea de una Europa comunitaria (Garton Ash, 2013).

Sin embargo, desde la crisis financiero-económica de fines de la primera década del siglo, la exportación del modelo europeo comenzó a languidecer, y para estas elecciones ya no es un tema de la agenda, como sí lo son el de la seguridad interior, las migraciones, la guerra en Ucrania –con sus consecuencias económicas lato sensu– y el cambio climático. En definitiva, estas elecciones estuvieron marcadas por otros temas que pautarán los cinco años que vienen. Los temas de la transición ecológica, del desarrollo sostenible, del mercado interior y del modelo de gobernanza han quedado lejos para el ciudadano. Y los temas cercanos tienen un tinte más nacionalista y vinculado a la cotidianidad de la supervivencia y, por ende, buscan un canal de expresión política en agrupaciones que los retomen.

El mapa electoral: “advertencia” y deslizamiento en la continuidad

Los resultados de las elecciones para el Parlamento Europeo pueden considerarse un buen resultado para la coalición dominante y para Ursula von der Leyen, quien posiblemente sea reelecta para presidir la Comisión Europea (Joannin, 2024). Efectivamente, la coalición entre el bloque del Partido Popular Europeo, ubicado en la centroderecha del espectro político, el bloque socialista de centroizquierda y el de liberales contará con 400 eurodiputados, lo que significa el 55% del Parlamento. Esta coalición es la que ha estado conduciendo el Parlamento Europeo y en estas elecciones ha logrado mantener la mayoría necesaria para seguir definiendo la orientación. Sin embargo, habría que matizar esta mirada rápida en perspectiva histórica y sistémica. Esta coalición contó en las elecciones de 2004 con cerca del 80% de representación en el Parlamento y ha venido menguando hasta el 55% actual. En las recientes elecciones, el bloque Partido Popular Europeo consiguió aumentar su representación y, por ende, sus porcentajes, pero los liberales tuvieron un fuerte decrecimiento y el bloque socialista perdió algunos representantes.

La coyuntura electoral nos lleva a mirar los porcentajes y representantes con relación a la instancia electoral anterior de 2019. En perspectiva histórica, el bloque del Partido Popular Europeo está lejos con su 25,8% en las actuales elecciones del más de 35% que obtuvo en las elecciones de 2004, y el bloque socialista está por debajo del 20%. En una mirada sistémica, el espacio europeo tendrá para estos años un tinte más de derecha y eurocentrado en los temas nacional-regionales. Hay un deslizamiento en los temas a los cuales se les otorgará prioridad, lo que llevará a que el bloque con mayor representación parlamentaria, que es el del Partido Popular Europeo, haga un papel de articulador en la coalición con socialistas y liberales, pero también con los otros bloques de derecha que cuentan en el Parlamento Europeo, como Identidad y Democracia, donde tienen base algunos partidos de derecha nacionalista como el de Marine Le Pen y el bloque de Conservadores y Reformistas, en que se ubica el partido Hermanos de Italia de Giorgia Meloni.

Estas elecciones han visto una consolidación de la derecha más nacionalista y radical en el espacio europeo y un descenso significativo de los partidos ecologistas, que pasaron del 10% en las elecciones de 2019 al 7% en las actuales. La caída de los partidos ecologistas se explica por sus propias contradicciones en temas sensibles como el trabajo, la guerra en Ucrania y la posición internacional de la UE. Además, se han ganado el rechazo de los agricultores por su posición intransigente sobre la transición ecológica.

Estas elecciones han visto una consolidación de la derecha más nacionalista y radical en el espacio europeo y un descenso significativo de los partidos ecologistas.

En el mapa electoral reciente importa visualizar los países en los que ganó esa derecha nacionalista y radical, o bien donde su expresión electoral fue significativa. Partidos que se encuentran en el bloque Identidad y Democracia ganaron en Austria, Bélgica y Francia, mientras que el partido de Meloni triunfó como era de esperarse en Italia. A su vez, Alternativa para Alemania tuvo una importante votación que lo ubicó con el 16% detrás de la Unión Demócrata Cristiana (CDU) en su país, por delante del Partido Socialista. En 13 de los países de la UE ganaron partidos ubicados en el bloque del Partido Popular Europeo, partidos del bloque liberal han triunfado en tres países (Eslovaquia, República Checa y Países Bajos) y han conseguido un buen resultado en la Bélgica francófona. Por otra parte, el Partido Socialista tuvo un buen desempeño en algunos países, entre ellos España, donde Pedro Sánchez sigue teniendo un apoyo relevante.

El deslizamiento hacia la derecha del Parlamento Europeo en representantes tiene un correlato en los temas de la agenda europea y también nacional. La interpretación de lo que sucede en los espacios nacionales es relevante a la hora del análisis sistémico y en perspectiva del escenario político futuro. Es así sobre todo porque en Alemania habrá elecciones federales el próximo año y el impacto de las elecciones europeas desencadenó una decisión de elecciones anticipadas en Francia por parte del presidente Emmanuel Macron. Habrá, por lo tanto, definiciones en poco tiempo en Francia y el año siguiente en Alemania. Los dos países del eje de la integración europea y que tienen mayor representación en el Parlamento tendrán elecciones que pautarán señales del electorado en cuanto a definiciones y prioridades.

Ucrania: un parteaguas sociopolítico

En el eje franco-alemán de la integración europea es donde más ha impactado la guerra de Ucrania, que ya lleva más de dos años. En Alemania las consecuencias se miden sobre todo en el ámbito económico-industrial y en el sociopolítico, mientras que en Francia el impacto principal se visualiza en el campo político-diplomático, aunque también en el económico. El principal perjudicado de la guerra en Ucrania ha sido el sector industrial de Alemania, por el incremento de los costos de energía y el deterioro de las condiciones de inversión, de acuerdo con la Oficina Nacional de Estadística. El informe de la oficina señala que en 2023 la economía alemana se contrajo 0,3% y el consumo privado bajó 0,8% (Deutsche Welle, 2024). El incremento del costo de la energía, que anteriormente era proporcionada por Rusia en muy buenas condiciones, ha generado consecuencias en la industria alemana, que a su vez depende en buena medida de los insumos de la República Popular China. Si a esta situación se le agrega la disconformidad creciente de la población de los Länder que anteriormente conformaban la República Democrática Alemana, se tiene una base que explica cómo se canaliza la disconformidad por medio del voto, sobre todo en la parte oriental de Alemania, como una respuesta frente a esa visión de que son de segunda clase, como señala en una entrevista el politólogo Franco Delle Done (Sabatés, 2024). La disconformidad se expresó también en la izquierda, donde Sahra Wagenknecht con su agrupación política consiguió seis representantes para el Parlamento frente a los tres de la izquierda de Die Linke.

Por otra parte, en Francia, la disolución de la Asamblea Nacional con la consiguiente convocatoria a elecciones anticipadas es el resultado directo de la muy mala votación del espacio político de Macron frente al de Reagrupamiento Nacional de Marine Le Pen, que consiguió un muy buen porcentaje de 31% que lo coloca en muy buena posición para las elecciones legislativas anticipadas. En el caso de Francia, además del impacto económico de la inflación y las consecuencias de la elevación del precio de la energía a partir de las sanciones a Rusia, es el propio núcleo político-diplomático que está en entredicho y las mismas Fuerzas Armadas, por los avances de Macron para involucrar a Francia en la guerra en Ucrania, tema sensible y que no genera para nada acuerdos. La revista Diplomatie ha sacado recientemente un número especial sobre la necesaria reconstrucción de la influencia de la diplomacia francesa; allí publica una entrevista a Jean de Gliniasty, director de investigación en el Instituto de Relaciones Internacionales y Estratégicos, en la que este lamenta los posicionamientos recientes de Francia, que no posibilitan el papel que ha jugado históricamente de equilibrio y estabilidad en Europa, sin contar también con que históricamente Rusia ha tenido buenas relaciones con el país galo (Gliniasty, 2024).

¿Podemos concluir que hay continuidad en la política europea con estos resultados? En una conclusión rápida puede decirse que habrá continuidad en el Parlamento y muy probablemente sea investida Ursula von der Leyen. En perspectiva histórica, vemos un deslizamiento de temas y prioridades. Y desde una visión sistémica hay cambios estructurales que se están manifestando en el eje franco-alemán, cuyas señales seguirán teniendo consecuencias y que convendrá seguir analizando.

Lincoln Bizzozero es miembro de la Comisión Académica de la Maestría Bimodal de Estudios Contemporáneos de América Latina (FCS, Udelar), investigador asociado de la Universidad Claeh e integrante de la Comisión Directiva de la Sociedad Uruguaya para el Progreso de la Ciencia y Tecnología.

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