Opinión Ingresá
Opinión

Derechosos del mundo, uníos... ¿y las izquierdas?

4 minutos de lectura
Contenido exclusivo con tu suscripción de pago
Contenido no disponible con tu suscripción actual
Exclusivo para suscripción digital de pago
Actualizá tu suscripción para tener acceso ilimitado a todos los contenidos del sitio
Para acceder a todos los contenidos de manera ilimitada
Exclusivo para suscripción digital de pago
Para acceder a todos los contenidos del sitio
Si ya tenés una cuenta
Te queda 1 artículo gratuito
Este es tu último artículo gratuito
Nuestro periodismo depende de vos
Nuestro periodismo depende de vos
Si ya tenés una cuenta
Registrate para acceder a 6 artículos gratis por mes
Llegaste al límite de artículos gratuitos
Nuestro periodismo depende de vos
Para seguir leyendo ingresá o suscribite
Si ya tenés una cuenta
o registrate para acceder a 6 artículos gratis por mes

Editar

En su edición de setiembre de 2025, la publicación CTXT informa que se han reunido las derechas en Madrid “con declaraciones de las hordas de odio” dispuestas a pasar a la acción. El mensaje nos interpela acerca de qué precauciones tomar para frenar este avance de los extremismos en Europa y su repercusión en América Latina. ¿Cuál debe ser la respuesta de la izquierda uruguaya en este contexto de clara confrontación que plantean las derechas?

Con el título “Las hordas del odio (bajo el manto de Dios)”, el académico Steven Forti nos informa sobre cómo se están preparando los sectores de la derecha europea, con reuniones permanentes donde los mensajes extremistas exponen su mesianismo religioso y demonizan a las izquierdas del mundo. Y plantean una confrontación a nivel mundial, pese a sus diatribas contra la globalización.

El evento del 14 de setiembre, organizado por Vox y Patriotas por Europa en Madrid, en el que intervino el presidente argentino, Javier Milei, por videoconferencia, estuvo marcado por fuertes expresiones de intolerancia y de odio.

El desarrollo de la conferencia, por su clima y el contenido de los discursos, además del talante agresivo de sus participantes, fue una demostración de irracionalidad y de apelación a la reacción de los resortes más oscurantistas del alma humana. “Una mezcla de insultos, victimismo, ataques contra las izquierdas, las personas inmigrantes, la 'religión climática', la 'ideología de género' y el globalismo, además de la reivindicación de la nación, la identidad, la soberanía, la tradición y la familia. Lo de siempre”, nos informa Steven Forti.

Este fenómeno, agrega el autor, no es nuevo, pero el evento renueva la energía del movimiento y es un salto importante en la capacidad de controlar la agenda, que se había desvanecido por las diferencias en la interna de la derecha europea. Que con esto parece levantar cabeza otra vez. El impulso originario de estas reuniones supranacionales proviene del aprovechamiento de la energía que el presidente estadounidense, Donald Trump, le imprime a su lucha contra lo que la derecha identifica como los enemigos de la humanidad, en el plano internacional. En determinado momento, con el prestigio todavía lustroso de Milei, se buscó erigirlo como líder de esa cruzada contra el Mal Universal. Pero las últimas performances del león de la Patagonia, de las que no ha salido bien parado en su país, parecen haber menguado los bríos iniciales de los protagonistas, que han reservado a Trump como máximo y único referente mundial.

En otra época, antes de la invasión a Ucrania, algunos sectores, sobre todo de Europa Central, habían rendido pleitesía al líder ruso Putin (italianos, húngaros); pero este también ha visto depreciado el valor de sus acciones, luego de los conflictos con la Unión Europea y Estados Unidos y su visible acercamiento a China, considerado como el “demonio mayor”.

Esta realidad insoslayable se expande; tiene sus derivados en toda América Latina, principalmente en países como Argentina, Brasil, Ecuador, donde expositores locales, ungidos por los mismos propósitos hegemónicos (y bendecidos por ellos como una especie de vicarios apostólicos), asesoran candidatos a presidentes y a partidos o sectores de derecha, sin ocultar sus propósitos.

La confrontación especular contra la acción de la nueva derecha no es nada conveniente. El enfoque del problema no debe contener, entiendo, la propuesta de radicalización de la izquierda.

Hay un Milei en Argentina, pero en nuestro país también tenemos un Milei uruguayo. Otros mileisitos se reparten por otros países y se ejercitan para sacar músculo y dar batalla. Si pueden influir en los partidos de derecha y centroderecha, lo hacen. Pero si les cierran puertas y ventanas, se largan solos. Sus principales medios son las redes, las plataformas de Youtube y los streamings, que mucho los ayudan. En su camino, encuentran a una izquierda perpleja, congelada, que no sabe cómo atender un fenómeno diferente, muy potente y que, por lo general, reacciona como si estuviera en el juego de la gallinita ciega, dando palos al vacío.

Sería de orden estudiar este asunto, ver en qué dimensión se está expandiendo por estos lares y acercar una definición de estrategia para contrarrestar un avance que parece inevitable.

Por lo pronto (y esta es una opinión para debatir), sostengo que la confrontación especular contra la acción de la nueva derecha no es nada conveniente. El enfoque del problema no debe contener, entiendo, la propuesta de radicalización de la izquierda. Nadie lo ha planteado, que yo sepa, por lo menos formalmente, en ningún lugar o espacio, o sector. Pero aun así, he escuchado quejas de “la falta de respuestas” y sugerencias de “profundizar los cambios”, como modo de incorporar masas a la resistencia de los embates de la derecha.

No tengo claro que la teoría de “la confrontación permanente” sea la solución. Palo contra palo, medida contra medida, proclama contra proclama, acción contra acción, etc. Considero que este tipo de propuestas, que conducen a la radicalización progresiva de los contendores, no sirve, porque acota, restringe y nos aleja del centro. Y la izquierda latinoamericana necesita del centro para poder llevar adelante proyectos de desarrollo y despegue de sus economías. La polarización conduce a más polarización. Impide el ejercicio libre de la racionalidad en los procesos y en la libertad de la gente para elegir programas de gobierno y gobiernos que los lleven adelante. Se discute sobre las ramas y hojas, no sobre los troncos y las raíces. Eso confunde a la gente, que suele derivar a las opiniones superficiales de “todos son iguales” y a la abstención en las elecciones. Recordemos que, para quienes no quieren al pueblo, la menor participación de este en las elecciones es mejor. Por algo siempre sus propuestas son restrictivas, reduccionistas; no expanden derechos, los acotan. Y si no, veamos el ejemplo de votos de uruguayos en el exterior. Hay allí (a confesión de parte), una motivación política para impedir que nuestros compatriotas voten en nuestras elecciones.

Si optamos por la estrategia de la confrontación, dejamos de discutir el fondo de los problemas para discutir superficialidades. Estas, generalmente, se reducen a cuestiones personales de los gobernantes. Nos arrojamos al barro, donde medran los que tienen más poder. Más poder de comunicación, más poder económico para ganar voluntades. Se cambia el eje de la discusión fundamental, para trabajar en un contexto proclive al crecimiento de las derechas.

Estamos a tiempo de prever estos fenómenos y no meternos solos en corrales de rama, de los cuales después nos cuesta mucho salir.

Carlos Pérez Pereira es escritor, experiodista y militante de Fuerza Renovadora.

¿Tenés algún aporte para hacer?

Valoramos cualquier aporte aclaratorio que quieras realizar sobre el artículo que acabás de leer, podés hacerlo completando este formulario.

¿Te interesan las opiniones?
None
Suscribite
¿Te interesan las opiniones?
Recibí la newsletter de Opinión en tu email todos los sábados.
Recibir
Este artículo está guardado para leer después en tu lista de lectura
¿Terminaste de leerlo?
Guardaste este artículo como favorito en tu lista de lectura