Poco habíamos escuchado e investigado sobre Guatemala más allá de que es centro de la cultura maya, hogar de la premio Nobel Rigoberta Menchú y, claro, también del cantante Ricardo Arjona. Nuestro viaje nació a raíz de la tesis de maestría en Educación y Extensión Rural (Facultad de Veterinaria, Universidad de la República, Udelar) de Jenifer Pinzón en Guatemala. En las orientaciones virtuales entendimos rápidamente que nuestros contextos, si bien tenían puntos de conexión, eran muy diferentes y debíamos acercarnos a conocer esas tierras para pensar juntxs el trabajo de campo para el proyecto de tesis.
El proyecto en el que Jenifer trabaja acompaña colectivos de mujeres en la producción de hongos ostra (Pleourotus ostreatus) para su comercialización. Se trata de una labor intensa y profundamente significativa, desarrollada por mujeres y para mujeres de diversas comunidades mayas. Durante nuestra estadía visitamos dos comunidades: Chuculjuyup y Tzanixnám, pertenecientes al municipio de Totonicapán del departamento homónimo. Además de la producción de hongos, estas mujeres están desarrollando, y poniendo a punto, la producción de “semillas” de diferentes hongos para sembrar en sus módulos, pero también para la venta a otrxs productorxs. Como si todo esto fuera poco, se encuentran generando un banco de “semillas” de hongos silvestres para conservar la diversidad genética fúngica y resguardar su biodiversidad. Como parte del proceso, incorporan el compostaje para reducir la merma del proceso de producción.
La recolección de hongos silvestres es una práctica ancestral en la comunidad, llevada a cabo de manera colectiva y basada en un conocimiento transmitido de generación en generación. Este proyecto está liderado y desarrollado por Regina Valiente, Jenifer Pinzón, Carina Mazariegos y Astrid Hernández, como parte del equipo de Asociación Tikonel, en conjunto con las organizaciones Fundación Sobrevivientes y Justice Education Society. El financiamiento proviene de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID, por su sigla en inglés), a través del proyecto “Cultivando el cambio y rompiendo barreras: un proyecto piloto para combatir la violencia de género y mejorar las prácticas agrícolas sostenibles a través de cooperativas de mujeres en Guatemala”.
El otro asesor de tesis de Jenifer es el profesor Edgar Cajas, docente de Psicología Comunitaria de la Universidad de San Carlos de Guatemala (USAC). Él tiene a su cargo el Programa de Ejercicio Profesional Supervisado (EPS) de lxs estudiantes de la Escuela de Psicología, aunque, para nuestra sorpresa, casi todas las carreras en la USAC cuentan con esta modalidad. Un ejemplo claro de su alcance es el EPS de estudiantes de Medicina, quienes son enviadxs a los municipios más aislados del país. En muchas de estas comunidades, su presencia representa el único servicio de atención primaria en salud. Pero no sólo las áreas de salud cumplen esta función, sino que todas las carreras aportan significativamente a los procesos territoriales en cuanto a la producción rural, la salud física y mental y la organización comunitaria mediante las disciplinas del área social.
Fue en este contexto que surgió la posibilidad de viajar a Guatemala y conocer de primera mano algunos de estos territorios. A partir de las necesidades expresadas por las comunidades y la universidad, diseñamos una propuesta de taller de tres días sobre Trabajo en Territorio. Nuestro objetivo era compartir con lxs estudiantes algo de nuestra experiencia en el trabajo comunitario desde la universidad, brindando estrategias y herramientas que pudieran fortalecer su labor en los contextos donde próximamente estarían inmersxs.
Lxs estudiantes permanecen en los territorios entre ocho y diez meses, un período en el que deben reorganizar sus vidas, dejando en muchos casos sus trabajos y hogares. Para quienes son asignadxs a comunidades lejanas, la USAC gestiona becas y convenios con otras instituciones, facilitando así su permanencia en el programa. Cada temática surge de la demanda de cada territorio, y cuenta en mayor o menor medida con las articulaciones institucionales: ONG, educación formal, municipios, líderes comunitarios, entre otros.
Desde el primer día de taller, nuestras expectativas fueron ampliamente superadas. Nos impresionó la disposición, el compromiso y la profunda entrega con la que lxs estudiantes abordaron cada consigna y ejercicio propuesto. Más allá del aprendizaje teórico, fue impactante escuchar a docentes y trabajadorxs en territorio describir las realidades que estxs jóvenes enfrentarán en su labor. Los desafíos iban desde la violencia sexual, el abuso infantil y el suicidio adolescente hasta el acompañamiento de personas con VIH y la gestión socioambiental de residuos y agua.
Ante el avance de estrategias regionales y globales que impactan negativamente a las comunidades, habrá que reforzar el compromiso de la universidad con los sectores más postergados de nuestros países.
La magnitud de estas problemáticas nos conmovió y nos hizo reflexionar sobre la enorme responsabilidad que implica su labor. Sin embargo, lo que más nos sorprendió fue descubrir que estos temas no les eran ajenos: la gran mayoría, al presentarse, compartió que había convivido directa o indirectamente con estas realidades en algún momento de su vida. Esto les otorga una sensibilidad y una comprensión profunda de las problemáticas que van a enfrentar, pero también implica un gran peso emocional.
A pesar de los dolores, en ellxs prevalecía un gran orgullo de haber llegado a ser estudiantes de “la San Carlos”. Ese sentimiento se entrelazaba con coraje, valentía y un deseo genuino de aportar a las comunidades más vulneradas desde su profesión. En este sentido, dedicamos un espacio para reflexionar sobre el impacto emocional que implica su tarea, la importancia del autocuidado y la necesidad de delimitar roles y responsabilidades dentro de cada EPS, evitando que la sobrecarga emocional y laboral ponga en riesgo su bienestar.
Mientras escribíamos esta nota, aún sin haber salido de Guatemala, asumió Donald Trump en Estados Unidos y una semana después el secretario de Estado, Marco Rubio, anunció que detendría los proyectos de USAID, incluido el de las mujeres mayas productoras de hongos ostra del que les contamos. La tristeza fue enorme, la indignación nos impulsó a compartir con ustedes este artículo y las siguientes reflexiones finales.
Ya de regreso en Uruguay, reflexionamos sobre los encuentros y las distancias entre la USAC y la Udelar. Dado que ambas universidades son las mayores formadoras de universitarixs del país, contando con una población de trabajadores que estudian, con un profundo sentido latinoamericano, laicas y cogobernadas. Además, por su rol social y su compromiso con los temas y necesidades de las comunidades, nos sentimos muy hermanadxs como docentes. Como bien lo define la extensión universitaria en la Udelar: “El conjunto de actividades de colaboración de actores universitarios con otros actores que, en procesos interactivos donde cada actor aporta sus saberes y todos aprenden, contribuyen a la creación cultural y al uso socialmente valioso del conocimiento, con prioridad a los sectores más postergados”.
Sin embargo, durante nuestras conversaciones surgió una cuestión central acerca de la naturaleza del rol de las universidades al trabajar en territorio. Cuando lxs demás sectores del Estado están ausentes y la universidad es el único brazo de este en los territorios, nos preguntamos: ¿debe la universidad cubrir los vacíos de servicios a la población? ¿Y si la universidad no estuviera, sería aún peor? Esta es una difícil encrucijada, en la que lxs docentes y estudiantes están inmersos, haciendo un trabajo invaluable con escasas redes de sostén y colaboración.
Por otro lado, la potencia de lxs estudiantes universitarios y su rol activo en los territorios más precarios sigue reivindicando la importancia del cogobierno para pensar los fines de nuestras universidades públicas latinoamericanas. En esta coyuntura regional y global habrá que estar muy conscientes del rol de estas instituciones y de las organizaciones sociales que trabajan en los territorios de toda nuestra querida América Latina. Ante el avance de estrategias regionales y globales que impactan negativamente en las comunidades, habrá que reforzar el compromiso de la universidad con los sectores más postergados de nuestros países.
Este artículo buscó hablar un poco más de un país tan hermoso como Guatemala, donde su gente sigue saludando por la calle, diciendo buen día y buenas tardes. Gente amable y alegre, honesta y crítica. Para retomar y ampliar lo que conocemos de este país les compartimos unas artistas guatemaltecas que merecen ser conocidas: Sara Curruchich, Rebeca Lane, Ch’umilkaj, Fabiola Rouda, Gaby Moreno, entre otras. Además de ser mujeres, son artistas que divulgan la riqueza del pueblo y de la cultura ancestral con mensajes sobre la conservación de los recursos naturales y la lucha de las mujeres en la sociedad.
Este intercambio académico fue posible gracias a la financiación del Programa Movilidad Académica Individual Modalidad de la Comisión Sectorial de Investigación Científica de la Udelar.
Solana González es veterinaria y tiene una maestría en Ciencias Biológicas. Ismael Ibarra es licenciado en Psicología y doctor en Ciencias Agrarias.