Durante los últimos años hemos escuchado –y, cuando recién egresamos, los maestros de Educación Primaria lo vivimos en primera persona– que existe una superpoblación de maestros, incluso que muchos de ellos se encuentran sin trabajo o que cuentan con un trabajo de suplencias a término, cubriendo a otros docentes por sólo algunos días o meses.
Por otra parte, se plantea que Uruguay tiene una baja natalidad desde hace varios años. Si consideramos ambas afirmaciones, “muchos maestros” y “pocos alumnos”, la superpoblación de las aulas no existiría, todos los maestros tendrían trabajo, los alumnos pertenecerían a grupos pequeños y se les brindaría una educación de calidad, personalizada, como cada uno necesita. Pero esto no sucede así. Hay escuelas rurales bien ubicadas superpobladas, con grupos multigrados a donde asisten más de 30 niños por aula, y escuelas urbanas, de tiempo completo o rurales, mal ubicadas con muy pocos estudiantes, escuelas que están por perder cargos docentes o incluso unidocentes que están por cerrar sus puertas.
¿Por qué sucede esto? La respuesta no es única, son múltiples: la cercanía de las instituciones, el horario en el que funcionan, las dinámicas familiares, el buen o mal trabajo de los docentes que hace que las familias se movilicen para una mejor educación para sus hijos.
Lo que busco es hacer visible esta situación, hacer pensar, hacer mea culpa de docentes, de autoridades e incluso de familias. Los grupos escolares, como un fiel reflejo de la sociedad, son cada día más heterogéneos. Por “suerte” las aulas cada día reciben a diferentes alumnos, se apuesta a la inclusión, a atender a cada alumno como lo necesita y merece. Cuando hablamos de diferentes, no sólo estamos hablando de una “discapacidad”, un “trastorno” o una “condición”, hablamos de ser diferentes como todo ser humano, con tiempo y modos de aprender diferentes a otros.
¿Pero hasta dónde un docente puede atender a los alumnos como merecen? Hay aspectos que se ven afectados en un marco de superpoblación. En primer lugar, hay una atención individual limitada: con muchos estudiantes por aula, es difícil que los docentes puedan ofrecer atención personalizada. Esto puede afectar a aquellos estudiantes que necesitan un apoyo más cercano o que tienen dificultades para seguir el ritmo de la clase.
En segundo lugar, la situación genera estrés y agotamiento en las y los docentes. La sobrecarga de trabajo, tanto en la preparación de clases como en la gestión de los estudiantes, puede generar un alto nivel de estrés y agotamiento en los docentes. El tiempo limitado para corregir trabajos, hacer seguimiento individual y dar apoyo adicional aumenta la presión.
Hay escuelas rurales bien ubicadas superpobladas, con grupos multigrados a donde asisten más de 30 niños por aula, y escuelas urbanas, de tiempo completo o rurales, mal ubicadas con muy pocos estudiantes.
En tercer lugar, hay distracciones y falta de disciplina. En un grupo grande, es más difícil mantener la disciplina. Las distracciones, ruidos y comportamientos disruptivos pueden ser más frecuentes, lo que afecta la calidad del aprendizaje tanto para los estudiantes como para el docente.
En cuarto lugar, hay menos participación activa. En aulas con demasiados estudiantes la participación activa de todos en la clase se reduce. Los estudiantes más tímidos o reservados pueden quedarse atrás, ya que no tienen muchas oportunidades para intervenir o hacer preguntas.
En este contexto, la calidad educativa se ve comprometida, a pesar de los esfuerzos que se hagan. Con una gran cantidad de estudiantes por clase, los docentes pueden no ser capaces de implementar estrategias de enseñanza más dinámicas o innovadoras, y la retroalimentación o evaluación precisa de los avances de cada estudiante puede ser más difícil.
Se generan, asimismo, desigualdades en el aprendizaje. Los estudiantes con necesidades educativas especiales o con menos recursos pueden quedar rezagados debido a la falta de atención personalizada o adaptaciones curriculares. Esto contribuye a aumentar las desigualdades en el aprendizaje.
Al mismo tiempo, se trabaja en condiciones físicas desfavorables. Las aulas superpobladas pueden ser incómodas, con espacio limitado, lo que puede dificultar tanto el aprendizaje como la enseñanza. Además, la calidad del ambiente (aire, iluminación, acústica) también puede verse afectada.
Por otra parte, a medida que aumenta el número de estudiantes, los recursos educativos (material didáctico, tecnología, espacios adecuados) se vuelven insuficientes, lo que limita las posibilidades de implementar estrategias de enseñanza eficaces.
La solución a priori parecería fácil: redistribuir a los docentes y a los niños en las diferentes instituciones escolares, pero esto no es así de sencillo, por lo tanto debemos sentarnos a pensar y buscar soluciones los docentes, las autoridades y, por qué no, las familias.
Evelyn Marchicio es maestra de educación primaria.