La actividad política se desarrolla en escenarios, pero depende mucho de lo que ocurre tras los bastidores y las bambalinas. Hay procedimientos técnicos desconocidos por la mayor parte del público, y entre ellos están los relacionados con la acumulación mediante sublemas. En ese terreno de la ingeniería electoral se ubica el debate dentro del Frente Amplio (FA) sobre las llamadas “colectoras de votos”, que les puede parecer árido y ajeno a muchas personas pero tiene gran importancia, tanto en términos de estrategia como en el corto plazo.
Las hojas de papel que ensobramos e introducimos en urnas electorales no son sólo listas de personas que se postulan a cargos. También dicen que estamos votando un lema y, por lo general, también un sublema. Después de contar los votos, se hacen cuentas y, en primer lugar, se adjudican las bancas a los distintos lemas; luego, dentro de cada uno de ellos, a sus sublemas; y finalmente, dentro de los sublemas, a sus hojas de votación.
Hasta la reforma constitucional aprobada en 1996, se podían presentar sublemas para la elección de representantes en cada departamento. Desde entonces, sólo hay sublemas para el Senado. En cada uno de los 19 departamentos se pueden sumar, con distintas listas a Diputados, apoyos a la misma nómina para la cámara alta.
Habitualmente, “se tiraban con lista propia” a Diputados quienes consideraban que tenían chance de ser elegidos y también, con frecuencia, personas sin chance pero con interés político en mostrar cuántos votantes las apoyaban. Por último, siempre hubo gente que se postulaba por error de cálculo, por vanidad o por una mezcla de ambas cosas. Las colectoras son algo sustancialmente distinto.
Adictos a la adición
Cada vez más, y en especial dentro del FA, se presentan decenas o cientos de hojas de votación cuya única finalidad es aportar una pequeña cantidad de apoyos al sublema que comparten, para el Senado en las elecciones nacionales o para la intendencia en las departamentales. La suma da resultado.
En 2019, la Vertiente Artiguista no tuvo votos suficientes para acceder a Diputados en ningún departamento, pero un sublema con colectoras le dio dos lugares en el Senado. En 2020, el sublema Baluarte Progresista presentó 30 de las 66 listas del FA en Montevideo; la de mejor resultado tuvo menos de 5.500 votantes, pero acumulando lograron tres bancas en la Junta Departamental. En ambas ocasiones, el organizador fue Humberto Castro, cuyo lema es, muy apropiadamente, Sumemos.
En las nacionales del año pasado, Sumemos reiteró su estrategia y aportó, junto con el sector Espacio Uruguay que lidera Yamandú Costa, gran parte de los votos para la lista al Senado de La Amplia, encabezada por Carolina Cosse. Castro iba en el segundo lugar pero no resultó electo, en buena medida porque tuvo competidores dentro del FA con otras “colectoras”, que apoyaban las candidaturas de Felipe Carballo (por Compromiso Frenteamplista, el sector que fundó el exvicepresidente Raúl Sendic) y de Gonzalo Civila, secretario general del Partido Socialista.
Para las departamentales de este año, Castro, Costa y Carballo se aliaron en un sublema llamado Compromiso Sumemos Uruguay, el segundo más votado del FA en todo el país, con una vasta constelación de listas. Logró decenas de bancas en juntas departamentales, cuatro de ellas en Montevideo. El problema es que este conglomerado no tiene la organicidad de un sector político tradicional, lineamientos comunes que lo diferencien ni autoridades con las que otros sectores puedan negociar y acordar.
En 2020, los tres ediles montevideanos de Sumemos reclamaron la presidencia de la Junta Departamental en un año del período de gobierno, y amenazaron con formar una bancada independiente del FA si no se accedía a su demanda. Ahora los ediles de Compromiso Sumemos Uruguay en Montevideo son cuatro, y de ellos depende la mayoría frenteamplista.
La cuestión es quién manda
Los sistemas electorales determinan de qué modo se organiza la representación de la ciudadanía, que es un componente crucial de la política en democracia, pero acumular votos no es un fin, sino un medio para impulsar ideas y avanzar hacia la concreción de propuestas. El virtuosismo en la ejecución de un instrumento musical no determina el valor de la obra. Sin embargo, hace tiempo que en el sistema partidario –no sólo en el FA– prima la idea de que lo más importante es ganar a como dé lugar.
Durante gran parte del siglo pasado, cuando de este lado del planeta todavía escribíamos Mao Tse-Tung en vez de Mao Zedong, fue frecuente que se citara por la mitad un concepto de aquel líder chino. Demasiadas personas repetían que “el poder nace del fusil” o, en una traducción más precisa, que crece desde el cañón de un arma, sin tener en cuenta lo que Mao había añadido en un discurso de 1938: “Nuestro principio es que el partido manda al arma, y que nunca se le debe permitir al arma que mande al partido”.
El gobierno surge de la acumulación electoral, pero si permitimos que esta tome el mando de la política, estamos en graves problemas.