La necesidad de la transformación productiva en Uruguay es hoy más clara que nunca. Para lograrlo se vuelve imprescindible incorporar nuevas tecnologías, diversificar lo que producimos y exportamos, y ganar la competencia cada vez más dura por atraer inversiones que generen empleo de calidad. En este camino, el frenteamplismo nos aporta un principio que tenemos que asumir en serio si queremos avanzar: la armonización entre el capital y el trabajo.
Siempre se dice que nuestro país se destaca por mostrarse ante el mundo como un lugar confiable, con reglas claras, estabilidad y seguridad jurídica. Todo un valor en sí mismo para quienes deciden invertir y arriesgar su capital. Esa confianza –que todavía sigue siendo una de nuestras virtudes– es la base para que lleguen nuevos proyectos y oportunidades.
Sin embargo, desde nuestra concepción frenteamplista tenemos claro que ningún desarrollo se sostiene si dejamos de lado a los trabajadores. No alcanza con atraer inversiones si la gente no está comprometida con el proyecto, capacitada para el trabajo, reconocida en su desempeño y bien remunerada. La productividad no aparece por arte de magia: se construye con la inversión, sí, pero también con el esfuerzo y la participación de nuestra gente en cada proceso transformador.
Desde nuestra concepción ideológica, no podemos dejar de reconocer que existen contradicciones entre el capital y el trabajo. Pero nuestra función en política debe apuntar a armonizarlos para que el país salga adelante. Por eso, no podemos seguir atrapados en la falsa dicotomía entre defender el capital o defender al trabajador. El desafío nacional es entender que ambas cosas van de la mano. Los países que lograron el desarrollo nacional lo hicieron con esfuerzos colectivos.
No podemos seguir atrapados en la falsa dicotomía entre defender el capital o defender al trabajador. El desafío nacional es entender que ambas cosas van de la mano.
Por lo tanto, invertir en innovación tecnológica, en energías limpias, en infraestructura o en cadenas de valor globales sólo dará frutos si se acompaña de políticas laborales modernas, programas de formación permanente y espacios de diálogo social que eviten que el conflicto se convierta en un obstáculo para el desarrollo.
Ahora bien, la realidad reciente nos demuestra que todavía estamos lejos de esa situación. Pensemos en el caso de Conaprole y el cierre de la planta en Rivera. La cooperativa decidió adelantar el cierre por inviabilidad económica; como resultado de esto, los productores no pudieron colocar la leche, se generó incertidumbre en los trabajadores y significó un duro golpe para la economía local. Cuando capital y trabajo se enfrentan sin puentes de diálogo, todos terminamos perdiendo.
Algo similar sucede en el sector pesquero. Los paros reiterados y la incapacidad de alcanzar acuerdos duraderos han agravado la crisis de una industria que ya venía debilitada por la competencia internacional. En lugar de defender el empleo, la falta de entendimiento termina reduciendo oportunidades y alejando nuevas inversiones.
Estos ejemplos son una señal de alarma: cuando la armonización fracasa, no pierde sólo una empresa o un gremio, perdemos como país. Se pierden empleos, mercados, inversiones y confianza.
La transformación productiva no puede ser rehén de la confrontación estéril. Uruguay necesita empresarios responsables, sindicatos comprometidos con el cambio y un Estado que convoque y garantice un marco justo. La armonización entre capital y trabajo no es un discurso vacío: es la única manera de que Uruguay crezca con justicia social, retenga talento, atraiga inversiones y construya prosperidad compartida.
Y es aquí donde el Frente Amplio tiene un papel histórico que asumir. No basta con administrar el presente: hay que animarse a proyectar el futuro. El Frente Amplio tiene la responsabilidad –y la convicción– de liderar ese camino, garantizando que los cambios productivos no se hagan contra los trabajadores ni contra el país, sino con todos y para todos.
Charles Carrera es dirigente político del Frente Amplio y del Movimiento de Participación Popular.