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El candidato a la presidencia chilena Marco Enríquez-Ominami, durante un acto de campaña realizado en Santiago de Chile

Foto: Claudio Reyes

A segunda vuelta por una cabeza

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Chile vota en primera vuelta el domingo y aún está en duda quiénes pasarán al balotaje.

Las elecciones chilenas del domingo desembocarían en una segunda vuelta en enero, según la última encuesta publicada ayer. El candidato de derecha Sebastián Piñera cuenta con la mayor intención de voto, pero sin llegar al 50% necesario para ganar, y se enfrentaría al candidato oficialista Eduardo Frei, que llegaría al balotaje con 31%. En esos porcentajes no sólo está en juego el próximo presidente sino también el modelo de gobierno del partido gobernante.

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Según los resultados del último sondeo sobre las elecciones nacionales chilenas del domingo, el candidato de la derecha opositora, reunida en la Coalición por el Cambio, Sebastián Piñera, tiene el pasaje asegurado a la segunda vuelta. La encuesta que se dio a conocer ayer, realizada por el Centro de Estudios de la Realidad Contemporánea (CERC), indica que su contendiente en el balotaje, el 17 de enero, será el ex presidente y candidato oficialista de la coalición de centroizquierda Concertación, Eduardo Frei.

Los números son los siguientes: 44% de los votos apoyarían a Piñera, 31% a Frei y 18% al diputado independiente Marco Enríquez-Ominami, que viene en un ascenso acelerado en los últimos sondeos. El cuarto candidato, Jorge Arrate, de izquierda, figura lejos, con 7% de los votos, mientras que los indecisos alcanzan 12%, lo que podría ser decisivo para una victoria de Piñera en primera vuelta, algo que no se puede descartar, en opinión del director del CERC, Carlos Hunneus.

Más allá de los números, la empresa encuestadora no descarta que la intención de voto pueda cambiar, por lo que no está totalmente definido que sea el candidato oficialista quien llegue a segunda vuelta. La intención de voto para una segunda vuelta entre Piñera y Frei, según esta encuesta, da como vencedor al candidato de derecha, con 49%, seguido por el oficialista, con 32%. En un cuadro menos probable, si el balotaje fuera entre Piñera y Enríquez-Ominami, también sería Piñera el próximo presidente, con 47% de los votos, indica el sondeo.

Éstas son, según informan diferentes agencias de noticias, las elecciones más reñidas desde que Chile volvió a la democracia, en 1990. Desde entonces, el país andino es gobernado por la coalición de democratacristianos y socialistas, Concertación, y estos comicios, según Hunneus, son los primeros en los que aparece la derecha en “las mejores condiciones” para ganar.

La campaña para estas elecciones, en las que se vota presidente, 120 diputados y la mitad del Senado, fue aburrida y poco estimulante, de acuerdo con los medios chilenos: “Parece más un final de fiesta que una invitación al baile”, decía la semana pasada el editorial de la revista chilena The Clinic. El final fue algo revolucionado por la decisión de la justicia de detener y procesar a seis personas, el lunes, por el asesinato, en 1982, durante la dictadura chilena, del ex presidente Eduardo Frei Montalva, padre del candidato oficialista. La oposición no dejó de aplaudir el avance en el caso, pero señaló la “particularidad” de que esta resolución se tomara a menos de una semana de las elecciones.

Mientras tanto, el subsecretario del Interior, Patricio Rosende, declaró al diario chileno La Tercera que el plan de seguridad de Carabineros está “en plena operación” para el domingo, cuando las más de ocho millones de personas habilitadas para votar lo harán en las 34.348 mesas de votación distribuidas en todo el territorio chileno.

Promesas, promesas

Todos los candidatos proponen una cierta continuidad de las políticas de la actual presidenta Michelle Bachelet, que tiene 74% de aprobación entre los chilenos, según informó ayer un sondeo. El caso es otro ejemplo de que la popularidad del mandatario no es transferida de forma directa a su candidato, lo mismo que sucede en Brasil, entre la aprobación del presidente Lula da Silva y su candidata a las elecciones 2010, Dilma Rousseff.

Frei pone énfasis en el papel del Estado en diversos ámbitos y en la continuidad de las políticas desplegadas por el actual gobierno y propone una mayor negociación colectiva en lo laboral a través de un nuevo código del trabajo. También promete reducir los impuestos a los jubilados. Piñera propone incentivar al sector privado para mejorar el empleo y el crecimiento económico, impulsar el desarrollo y la presencia de energía renovables. Promete que colocará diez mil nuevos policías en la calle para combatir la delincuencia.

Enríquez-Ominami plantea, además de la creación del cargo de primer ministro, una mayor participación del Estado en salud, educación, transporte y seguridad social. Propone además una reforma tributaria que aumente los impuestos a la minería, hidroeléctricas, alcohol y tabaco para financiar la educación.

Tanto Frei como Piñera promueven la búsqueda de igualdad de derechos legales para las parejas de hecho del mismo sexo, pero sin proponer el matrimonio homosexual.

En el plano de los derechos humanos, se presume que Piñera participó en una reunión a puertas cerradas con militares retirados en la que les prometió impulsar la prescripción de los juicios por las violaciones a los derechos humanos durante la dictadura, lo que no fue ni asumido ni desmentido por el candidato. Al respecto, Frei propone derogar la Ley de Amnistía aprobada durante la dictadura de Augusto Pinochet.

Quien gane las elecciones -a las cuales no quisieron presentarse por el oficialismo ni el ex presidente Ricardo Lagos ni José Miguel Insulza, el secretario general de la Organización de Estados Americanos- no contará con mayorías parlamentarias, por lo que estará obligado a generar acuerdos entre los partidos. Según los analistas chilenos también está en juego la continuidad de la coalición de gobierno, en la cual ya se produjo un quiebre por la postulación independiente de Enríquez-Ominami.

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