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La presidenta argentina, Cristina Fernández durante un acto masivo del sindicato de los camioneros, realizado en el estadio de Velez Sarsfield, en Buenos Aires

Foto: Césaro De Luca

Mundo camión

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El kirchnerismo profundiza su alianza con el sindicalismo tradicional y se asegura socios poderosos.

Hace un mes, el titular de la Confederación General del Trabajo (CGT), Hugo Moyano, había intentado realizar, junto con el piquetero oficialista Luis D’Elía, un acto en apoyo al gobierno ante una presunta movida desestabilizadora atribuida a grupos conservadores de la oposición.

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Pero fue la propia Cristina Fernández quien solicitó al líder de la CGT la suspensión del acto para que desde la vereda de enfrente no se dijese que se imponen determinados puntos de vista sobre la vida política argentina. Pero Moyano, lejos de olvidarse del asunto, por ese entonces había prometido que el acto se haría “el 15 de diciembre, que es el día del camionero, en la cancha de Vélez”. Y así fue: ayer por la tarde, unas 70 mil personas colmaron el estadio Luis Amalfitani para escuchar los discursos de Hugo Moyano y Cristina Fernández, invitada de lujo junto con su esposo, el actual diputado Néstor Kirchner, el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Daniel Scioli, y varios intendentes.

Desde el original estrado, inspirado en la parte delantera de un camión, Moyano disparó (sin hacer mención directa) contra el acto que las organizaciones agroganaderas realizaron días atrás en el barrio de Palermo y, por extensión, contra el presidente de la Sociedad Rural Argentina, Hugo Biolcati. “Aunque algún lenguaraz con actitud de gaucho pendenciero se cree que nos va a asustar y correr con la parada [sic], usted sabe, compañera [aludiendo a la presidenta], que esto no es así, los trabajadores sabemos que vamos a defender las instituciones democráticas del país. [...] Tiene el apoyo de estos trabajadores y de millones que la van a apoyar”, afirmó un Moyano exultante, figura central de un acto que reunió a los principales dirigentes del peronismo oficialista.

Por su parte, la presidenta Cristina Fernández devolvió las gentilezas manifestando que “hay intereses minoritarios pero poderosos que intentan frustrar los procesos de transformación social. Será porque tal vez interese que no haya trabajadores o sindicatos que defiendan sus derechos, porque algunos añoran épocas en las que con más de dos dígitos de desocupación era fácil y barato conseguir un trabajador”.

Alianza profunda

Pero el acto de ayer en Vélez fue, por sobre todas las cosas, la profundización de una alianza que se oficializó cuando el hoy diputado Néstor Kirchner optó por apoyarse en las tradicionales estructuras del justicialismo, entre las cuales se encuentra la poderosísima CGT. El viraje de Kirchner en este sentido fue notable, ya que antes de las elecciones de junio pasado asumió la presidencia del Partido Justicialista y sellaba así la etapa de la “transversalidad”, que tantos buenos resultados le diera, para servirse de las típicas instituciones peronistas con fuerza de sobra como lo son el partido y la central sindical.

Con el acto de ayer se reafirma públicamente la estrecha sociedad entre Moyano (también vicepresidente del Partido Justicialista) y Néstor Kirchner, por lo cual los compromisos asumidos se hacen más profundos. Uno de ellos es asegurarle a la CGT la unilateralidad en lo que a actividad sindical se refiere, puesto que por ley los sindicatos afiliados a la central sindical son los únicos que cuentan con el derecho de poseer personería jurídica, condición indispensable para que cualquier sindicato pueda representar a sus afiliados.

Con el gobierno de turno de su lado, la CGT se asegura otro período indefinido de cerrojo a las libertades sindicales, postergando las reivindicaciones de otras organizaciones, como la Central de los Trabajadores Argentinos (CTA, integrada por los gremios de empleados estatales y docentes), o el combativo sindicato de los trabajadores del subterráneo.

Pero Moyano sostiene irónicamente que el reclamo de la CTA es legítimo, aunque la apertura del modelo sindical actual no es posible porque “hay que cambiar la ley”, tema que ni por asomo trató el anterior Parlamento, con mayoría oficialista, y que, por la forma como se viene dando la actividad legislativa tras el recambio, parecería estar lejos de llegar al recinto, ya que ni el más sólido de los gobiernos peronistas puede permitirse el lujo de enfrentarse a la poderosa CGT.

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