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Seguidores del presidente electo chileno, Sebastián Piñera, sostienen un busto del dictador Augusto, al celebrar tras la jornada de elecciones presidenciales.

Foto: Efe, Danny Alveal

El día después

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La Concertación y la oposición ganadora buscan adaptarse a la nueva situación política chilena.

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En números, la derrota que sufrió el domingo no fue aplastante, pero para la Concertación chilena, lo pareció. Fueron 222.838 los votos que dieron la victoria en segunda vueltaal opositor Sebastián Piñera. Obtuvo, según los números definitivos, el 51,60% de los votos frente a 48,39% del oficialista Eduardo Frei, en unos comicios en los que participaron más de 7 millones de chilenos.

El presidente electo, que asumirá el 11 de marzo, deberá lidiar con un Parlamento mayoritariamente opositor, además de formar un gabinete ministerial bajo atentas miradas que recuerdan su promesa de no incluir en él a quienes participaron en la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990) y que hoy se encuentran en los partidos que conforman la Coalición por el Cambio que respaldó su candidatura.

“La mayoría de los chilenos habló con claridad y se expresó por el cambio”, apuntó Piñera en su primer discurso como presidente electo. Prometió buscar el camino de los acuerdos para hacer “un gobierno de unidad nacional”.

Como líder de una coalición que reúne a partidos que van desde la centroderecha hasta la ultraderecha, Piñera es considerado un gran conciliador. Deberá demostrarlo para dar la continuidad prometida a ciertas políticas sociales de la Concertación y, al mismo tiempo, impulsar sus promesas, por ejemplo, la de reducir el papel del Estado en la economía.

Ayer Piñera recibió a la presidenta Michelle Bachelet para desayunar, como es tradición en Chile, y mantuvieron una conversación “muy franca, fecunda y amistosa”, según dijo luego a la prensa el presidente electo. Bachelet dijo que lo lo invitó a la cumbre de Río, “la gira internacional más importante”, para que tenga la posibilidad “de interactuar y ser presentado al conjunto de mandatarios de la región”.

En la noche del domingo ya se preveía que el partido de la presidenta, la Concertación, no reaccionaría bien al golpe de perder las elecciones. Ese día, la Juventud de la Democracia Cristiana (DC), del Partido Socialista (PS), ambos integrantes de la Concertación, y de Juntos Podemos, que se les unió para la segunda vuelta, ocuparon desde la noche del domingo la sede de los democratacristianos para exigir la renuncia del presidente partidario, Juan Carlos Latorre, y la del presidente de los socialistas, Camilo Escalona, a quienes responsabilizaban de la derrota, informó el diario La Tercera.

Antes del balotaje ya habían renunciado los presidentes de los otros dos partidos de la Concertación, José Antonio Gómez, del Partido Radical Socialdemócrata, y José Auth, del Partido por la Democracia, a raíz de fuertes críticas que recibieron de su candidato común, Eduardo Frei. Entre los líderes también hubo acusaciones. Ayer Latorre señaló las divisiones internas del PS como uno de los factores de la derrota, y responsabilizó a los otros dirigentes partidarios por el mecanismo utilizado para elegir al candidato, informó el diario El Mercurio. La crítica de Latorre coincide con lo que señalan algunos analistas políticos locales, como Patricio Navia, que afirmó que la Concertación perdió porque no realizó elecciones internas que permitieran a sus seguidores elegir el candidato. Dos dirigentes del PS se presentaron en forma independiente en la primera vuelta: el diputado Marco Enríquez-Ominami, que obtuvo el 20% de los votos, y Jorge Arrate, que logró el 6%. Los dos pertenecían al PS. Más cerca de Frei, su vocera y líder de campaña, Carolina Tohá, llamó a una refundación de la Concertación, porque “no puede seguir como está”.

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