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Hecho en China

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Xi Jimping, el hombre que organizó los Juegos Olímpicos de Beijing, se encamina a suceder al actual presidente de China, Hu Jintao.

Las normas no escritas del Partido Comunista Chino determinan que quien llegue a la vicepresidencia de la Comisión Militar Central sea el que sustituya al presidente saliente del país, sin necesidad de elecciones. En ese cargo fue nombrado en el Congreso anual del partido Xi Jinping, quien debería convertirse en el máximo mandatario en 2013.

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“Ahora que Xi Jinping es vicepresidente [de la Comisión Militar Central], su porvenir está asegurado. Eso implica que será sin duda el secretario general [del Partido Comunista Chino a fines de 2012] y presidente en marzo de 2013”, estimó Willy Lam, un politólogo de la Universidad china de Hong Kong consultado por la agencia de noticias AFP. También el actual presidente chino, Hu Jintao, fue nombrado vicepresidente de esa comisión (CMC) antes de que relevara a Jiang Zemin, en 2003.

Además, Xi ya ocupa los cargos de vicepresidente del gobierno y vicepresidente del Partido Comunista Chino (PCC). Este cargo es un paso obligado para dirigir el país, porque refuerza el poder del partido sobre las Fuerzas Armadas.

A su vez, la CMC es un organismo muy poderoso, presidido por el actual presidente, Hu Jintao, compuesto por unos 370 altos cargos del partido, que controla al Ejército de Liberación Popular, el Ejército chino, y sus 2,3 millones de hombres.

Xi, de 57 años, cuya personalidad algunos describen como mesurada y gris, es más conocido por su mujer, Peng Liyuan. La futura primera dama es una cantante muy popular en China, una de las primeras mujeres en obtener la maestría en música étnica tradicional, creada en los años 80, y además es general del Ejército.

El vicepresidente siguió en su carrera el camino clásico de los burócratas de su país, y su perfil es más el de un ejecutivo, especialista en administración y gestión empresarial, que el de un conocedor de la doctrina comunista. Licenciado en Ingeniería Química y Leyes en la prestigiosa Universidad de Tsinghua, ingresó al Partido Comunista en 1974 y no lo abandonó hasta llegar al cargo de vicepresidente, en 2008, un escalón por debajo del actual mandatario, Hu.

Comenzó su ascenso en las provincias industriales de la costa, Fujian y Zhejiang, donde sus ideas económicas liberales y su labor para atraer inversiones extranjeras lo catapultaron a la jefatura del Partido. En 2006, su fama de integridad lo llevó a reemplazar a Chen Liangyu, el influyente secretario de Shangái acusado de corrupción. En octubre de 2007 integró el comité permanente del Politburó, los “nueve magníficos” que dirigen el país. Un año después logró el desafío de encargarse de la organización y de la seguridad de los Juegos Olímpicos de Pekín.

El recorrido político y personal de Xi Jinping hacía esperar que se lo nombrara en la CMC el año pasado. La demora abrió paso a especulaciones sobre supuestas tensiones en la interna del PCC. Según la BBC, el favorito del presidente Hu Jintao para sucederle era Li Keqiang, pero éste quedó relegado y debería obtener el cargo de primer ministro que ocupa, por ahora, Wen Jiabao. El corresponsal en Pekín de ese medio británico, Martin Patience, explica que “el Partido Comunista acostumbra definir las sucesiones con tiempo para evitar así luchas de poder entre los diferentes funcionarios”. Con Xi en la vicepresidencia del PCC y de la CMC, el régimen optó por la continuidad.

Luego de cuatro días de congreso anual, el PCC, que cuenta con 70 millones de afiliados, además de ascender a Xi, reafirmó su liderazgo para continuar desarrollando el país a un ritmo “relativamente rápido” durante los próximos cinco años, según un comunicado emitido el lunes. El nuevo nombramiento de Xi demuestra que cuenta con apoyos de distintas corrientes en la cúpula china y especialmente entre los militares.

En su momento, el hombre que ahora es el más poderoso de China, justo detrás de Hu Jintao, declaró: “Algunos extranjeros que tienen los estómagos llenos, y nada mejor que hacer ,nos señalan con el dedo. Pero, en primer lugar, China no exporta revolución; en segundo, no exporta hambre y pobreza y en tercero, no se mete con nadie. ¿Qué más hay que decir?”.

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