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Marine Le Pen.

Foto: Cortesía Marine Le Pen, s/d de autor

Madame Le Pen

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La hija del ultraderechista francés Jean Marie Le Pen busca tomar la posta de su padre en enero.

Marine Le Pen, divorciada dos veces, con tres hijos, es hija de Jean Marie Le Pen, el líder del Frente Nacional, y se propone refundar su partido de ultraderecha. Pero ella no es su padre. Destaca la importancia de establecer políticas sociales y tolera el aborto, aunque comparte con el veterano dirigente las posiciones antiinmigración y las declaraciones escandalosas.

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Marine Le Pen destinó su mensaje a los franceses para las fiestas, colgado en Daily Motion, en particular a los que “sufren de enfermedad, de pobreza, de precariedad, los que están desempleados y los que temen por su futuro profesional”. Luego se acordó también de “quienes viven en la inseguridad moral y física” debidas a “la pérdida de valores morales y de civismo [...] a la degradación sanitaria y social y a la inseguridad”. En tercer lugar, se acordó de los soldados franceses que están “lejos de su hogar” y que son “heridos o muertos” en “batallas que no son las nuestras”.

También quiso transmitir “un mensaje de esperanza” y llamó a cambiar el curso de la historia y recuperar el “orgullo de ser franceses”. Para esto consideró necesario corregir “la decadencia” que atribuyó a “40 años de locas políticas de derecha y de izquierda”.

La sonrisa, la calma y el carisma de esta ex abogada de 42 años casi hacen olvidar que pertenece a un partido cuyo líder tachó de “detalle de la historia” las cámaras de gas durante la Segunda Guerra Mundial. Pero ella se distanció de las posiciones del presidente de su partido, Jean Marie Le Pen, quien, además, es su padre. Dijo que no comparte "la visión de ese período de la historia” que tiene su padre y afirmó que el Frente Nacional (FN, Front National) “no tiene nada que ver, ni de cerca ni de lejos, con la ideología nazi, que fue algo abominable”.

Le Pen hija tampoco acepta que digan que su partido es de “ultraderecha” porque dice que no tiene nada que ver con la derecha. “No somos ni de izquierda ni de derecha, es una fractura que caducó”, asegura. Si tiene que elegir, prefiere que le digan “populista” porque aboga por la “defensa del pueblo francés".

Los inicios

Su verdadero nombre es Marion Anne Perrine Le Pen, pero le dicen Marine. Es la menor de las tres hijas del máximo líder del FN, el principal partido de ultraderecha francés. Su padre, que fundó el partido en 1972 y que tiene 82 años y cuatro intentos de ganar la presidencia, decidió pasar la posta de la presidencia del partido en enero.

Si bien Marine se afilió al FN con apenas 18 años e hizo su primera campaña política a los 24, fue su hermana mayor, Marie Caroline, quien había sido elegida por el padre para ser "lanzada en política". Pero cuando el FN quedó dividido y parte de sus integrantes lo abandonaron para formar otro partido, también de extrema derecha, Marie Caroline se fue. Allí comenzó el verdadero ascenso de Marine en el FN.

Sin que nadie lo esperara, en 2002 su padre llegó segundo en la elección presidencial y se enfrentó en el balotaje con Jacques Chirac, que resultó electo. En la campaña a la segunda vuelta, Marine, que era la directora del servicio jurídico del FN, hizo sus primeras intervenciones en los grandes medios y el país la descubrió.

Posteriormente se instaló y trabajó en un pueblo del norte, golpeado por la desindustrialización, donde el desempleo le permitió juntar seguidores, a pesar de que en esos territorios la izquierda es mayoría. Pero ella señala la diferencia entre lo que en Francia llaman “la izquierda caviar”, a la que se asocia la mayoría de los dirigentes del principal partido que hoy es oposición, el Partido Socialista (PS) francés, y la “izquierda trabajadora” y descontenta con la política en general. Marine busca electores entre esa segunda categoría de franceses desilusionados.

Su discurso ataca especialmente a la Unión Europea (UE), a la política monetaria común y a la mundialización, de las cuales pretende apartarse si llega un día a la presidencia. Así, logró que el FN se transformara en el segundo partido del departamento del norte. Desde 2003 es vicepresidenta del FN y en 2004 y 2009 fue electa diputada europea.

El congreso de su partido elegirá el 16 de enero al sucesor de su fundador, y por ese cargo compiten la hija y Bruno Gollnisch. Este dirigente es en lo ideológico tanto -o más- hijo de Le Pen padre que ella, pero Marine tiene más popularidad y es más mediática.

El titular del FN ya dejó en claro que su favorita es Marine; desde que anunció su retirada en abril, la batalla entre los dos “hijos” es intensa y el partido está dividido. La lucha interna opone al FN ortodoxo -encarnado por Gollnisch-, con una versión, o por lo menos una imagen, modernizada -representada por Marine-.

Un sondeo de la encuestadora BVA realizado entre el 7 y el 8 de diciembre le daba a Marine 17% de intención de voto para las elecciones presidenciales previstas en 2012, contra 8% para Gollnish. La propia Marine se considera la “más calificada” para “ampliar el electorado mucho más allá del tradicional” del FN, según reiteró este mes en el programa À vous de choisir, del canal estatal France 2.

En general los sondeos le dan a la candidata entre 13% y 14% de intención de voto, y según la consultora IPSOS, su popularidad es de 32%.

Algunas ideas

Le Pen hija se divorció dos veces y tiene tres hijos. Su condición de mujer divorciada la diferencia de su rival, que defiende valores católico rigurosos. Ella declara que es creyente pero que la religión es una opción personal y se dice defensora de la laicidad. Sus posturas más “progresistas” contrastan con las de Gollnisch.

No aboga -a diferencia de su adversario y de su padre- por la abolición del derecho al aborto, legalizado desde 1975, aunque sí es partidaria de una mayor política de planificación familiar. Dice que está a favor del “derecho a elegir” de las mujeres, pero critica que el Estado, a su entender, “incita prácticamente al aborto diciéndoles que no tienen otra opción”.

Por otro lado tiene un discurso muy duro respecto a la “inmigración masiva”, a la que considera “un mal” para su país. “Los inmigrantes entran, los empleos salen” fue uno de los lemas del FN a finales de la década de los 80, y ella lo recuerda hoy como un acierto. Estima que los “grandes problemas” que viene anunciando su partido hace 40 años son los que están en la agenda de hoy. Su respuesta ante el “problema de la inmigración clandestina” es retomar el control de las fronteras -saliendo de la UE-, prohibir la escolarización gratuita de los hijos de inmigrantes sin papeles y el acceso a los servicios de salud pública a sus familias. La razón: “Ya no tenemos los recursos”. Pero agrega: “No estamos en contra de los inmigrantes, estamos en contra de las políticas de inmigración”.

Respecto a la homosexualidad, se pronunció a favor de la no discriminación, pero al mismo tiempo está en contra del matrimonio gay y de la adopción por parte de éstos, porque defiende los valores tradicionales de la familia.

A diferencia de su padre y de Gollnisch, no promete reinstaurar sin más la pena de muerte -abolida en 1981-, pero está a favor de aplicarla y propone someter el tema a consulta popular. También se opone al “ultraliberalismo”, al libre comercio y aboga por una estatización del país. En los últimos tiempos tomó posición en contra del rescate financiero de los bancos y está a favor de mantener la edad de jubilación en 60 años. Esa es otra divergencia con Gollnisch, quien apoyó la reforma jubilatoria del gobierno, que la aumentó hace unos meses.

Una de las tareas por las que se destacó en su partido y que continúa reivindicando es la “desdemonización” del FN, que fue “injustamente tachado de racista y antisemita”. Atribuyó esa visión a “grupitos extremistas” de derecha que “alimentan la suspicacia” ante el FN e “impiden dar visibilidad al programa” de ese partido. Según ella, “no son el Front National”. Destacó que en eso se diferencia de Gollnisch, quien busca “acoger a todo el mundo”.

Un sondeo de la encuestadora TNS Sofres publicado el 23 de noviembre, atribuyó a Marine Le Pen 13% ó 14% de intención de voto. Si el presidente Nicolas Sarkozy se presentara a la reelección, ella quedaría tercera en votos, detrás del actual mandatario y de cualquiera de los posibles candidatos del PS.

Sabiendo que el gran partido de izquierda está dividido y que parece imposible una alianza de izquierda más amplia, en una segunda vuelta los votos del FN podrían volcar la balanza hacia la derecha.

En 2002, el FN se enfrentó a un candidato de derecha -Jacques Chirac- y la respuesta popular fue un gran “frente republicano” que no le dejó ninguna oportunidad. Pero si el FN llegara a ser árbitro de una contienda entre el PS y la derecha, le daría un peso político jamás alcanzado y el panorama sería muy distinto. Para lograrlo, Marine repite hasta el cansancio que tanto el partido oficialista de derecha, la Unión por un Movimiento Popular, como el PS no “tienen ninguna credibilidad a la hora de proponer un proyecto económico y social”. Para comprobarlo, insiste, basta con mirar cómo la inmigración y la inseguridad “enferman” a su país. Pero el objetivo de Le Pen hija es “ser un partido de gobierno”.

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