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La Presidenta de Argentina, Cristina Fernández, saluda a los congresistas ayer, durante la inauguración de las sesiones ordinarias del Parlamento del presente año en la sede del Congreso en la ciudad de Buenos Aires. EFE/Luis Zabreg

Foto: Efe, Luis Zabreg

Un día de marzo

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El encuentro previsto para anoche entre Cristina Fernández y la jefa de la diplomacia estadounidense, Hillary Clinton, no parecía del todo fácil para la presidenta argentina. En parte porque con esa reunión terminaba una jornada larga, que incluyó desde la inauguración del período de sesiones del Congreso hasta la visita a Uruguay para participar en la ceremonia de asunción del presidente José Mujica. Pero, además, Fernández y Clinton se reunirían a pocos días de que la mandataria argentina se declarara decepcionada por el presidente de Estados Unidos, Barack Obama.

Entrevistada por CNN, Fernández dijo la semana pasada que “no se han cumplido las expectativas” que América Latina depositó en Obama; que la posición del mandatario respecto del gobierno de facto de Honduras “fue un golpe muy fuerte a esas expectativas”, y que “nadie esperaba un príncipe en un corcel blanco”, pero sí “un realismo en serio, que conociera lo que pasaba en América Latina y las necesidades que América Latina tiene de una política diferente hacia la región”.

Para mayor incomodidad, el responsable estadounidense para América Latina, Arturo Valenzuela, había cuestionado en diciembre la seguridad jurídica que Argentina daba a los inversores extranjeros.

Al mediodía, antes de visitar Montevideo, Fernández anunció en su discurso ante el Congreso que derogó el decreto de necesidad y urgencia que creó el Fondo del Bicentenario, destinado a pagar deuda pública con fondos de reservas, un tema que derivó en la destitución del presidente del Banco Central, Martín Redrado. Pero ratificó que su plan es cubrir con reservas del Central las deudas del país, sin recurrir a préstamos internacionales, y anunció que firmó otro decreto, esta vez simple, para destinar 4.000 millones de dólares de las reservas a ese fin, informaron los diarios Crítica, La Nación y Página 12.

La presidenta acusó a la oposición de haber “judicializado” el tema, con denuncias y recursos contra su estrategia. “Nunca que perdí una votación fui a ver a un juez o a demandar a la justicia para que me diera los votos que no pude conseguir en este recinto. Creo en serio en la división de poderes”, dijo.

Al criticar a la oposición, la presidenta se acordó en primer lugar de lo que considera una prensa enfrentada a su administración. Por eso intentó delimitar diferencias entre lo que entiende que es “el país real” y el “país virtual y mediático”. Para empezar su discurso dijo: “Quiero aclararles que voy a hablar del país real, del país que me toca administrar. En los últimos tiempos han surgido dos países: un país real que ha permitido que se batan récords como hacía años no ocurría, y otro país, que denomino 'virtual' o 'mediático', en el cual suceden cosas horribles, donde todo está mal”. Un rato más tarde, la oposición le devolvía las críticas.

En su discurso ante el Congreso, la mandataria también reiteró su reclamo contra los planes del Reino Unido de explotación petrolera en las Malvinas. La presidenta declaró: “Vamos a seguir en la línea de la diplomacia, en la de seguir condenando la rémora colonial que significa que Gran Bretaña quiera tener soberanía a 14.000 kilómetros de distancia. No les da ni por la geografía ni por la historia, ni por el derecho”.

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