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Michelle Bachelet tras votar, ayer, en la comuna de La Reina, en Santiago de Chile. Foto: Felipe Trueba

Por la vuelta

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La socialista Bachelet asume en marzo con promesas de cambio para Chile.

La abstención fue la gran protagonista de la segunda vuelta electoral chilena, ya que estuvo en boca de la mayoría de los dirigentes políticos y se impuso como tema en los medios de comunicación. Sin embargo, la presidenta electa Michelle Bachelet rechazó los planteos de quienes señalaban que una baja votación le daría menos legitimidad para aplicar las reformas que prometió en respuesta a reclamos de la sociedad.

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Con 99,85% de las mesas de votación escrutadas, sobre las 21.00 de Uruguay se confirmaba que Bachelet se había impuesto en el balotaje con 62,15% de los votos frente a 37,84% de su rival, la oficialista Evelyn Matthei. De 13,5 millones de inscriptos en el padrón concurrieron a las urnas poco más de 5,5 millones, en un día de intenso calor. Pese a la abstención, la ventaja de Bachelet fue contundente: 1,4 millones de votos.

Matthei, apoyada por la coalición de derecha Alianza, que integran el partido del presidente, Sebastián Piñera, Renovación Nacional (RN), y el suyo, la Unión Demócrata Independiente, había admitido por primera vez la probabilidad de una derrota, algo que obviamente no se permitió hacer durante la campaña.

Sin embargo, el resultado de la primera vuelta ya había marcado la brecha entre Bachelet, que reunió 46,7% de los votos emitidos para un total de nueve candidatos, y Matthei, que llegó segunda con 25,01%. Sin embargo, en línea con una campaña que estuvo signada por referencias a los valores religiosos, Matthei dijo creer en la posibilidad de un “milagro”.

Finalmente pensó en un escenario adverso: “No aceptaré que se diga que éste u otro tuvo la culpa, me la echo a mí”. También había admitido en una entrevista con el canal local TVN que ganar “sería una hazaña” y que ésta fue una campaña “heroica”, que llevó adelante “con fuerza y cariño”. Además dijo que le iba a “pedir diálogo” a Bachelet y que esperaba que “no haya arrogancia de ningún lado”.

Antes, su padre, Fernando Matthei, ex integrante de la junta militar de la dictadura, se había quejado de que su hija “ha estado enteramente sola”. Según el militar pinochetista, de “los propios candidatos a senadores y diputados ninguno la apoyó porque como tenía un rating tan bajo creían que iban a perjudicar sus propias campañas, y plata tampoco tuvo”. Agregó: “Reconozco el apoyo de muy importantes personalidades, pero como sistema no tuvo ayuda”. Al reconocer su derrota, la candidata de derecha reiteró que fue de su “exclusiva responsabilidad política”.

Bachelet, en tanto, se refirió a la abstención, de la cual varios analistas opinaron que restaba legitimidad a los resultados. “Es evidente que en todos los países en que hay voto voluntario la votación es menor. Pero lo claro es claro: éstas son las reglas de la democracia y gana el que gana con estas reglas. La legitimidad de la elección la dan las actuales reglas”, sentenció la ex presidenta de ONU Mujeres, que ya gobernó Chile entre 2000 y 2006, y que regresa al Palacio de La Moneda con un programa cargado de promesas sobre profundas reformas, basado en el sentimiento de que la propia sociedad chilena cambió.

El ex presidente Ricardo Lagos había reiterado ayer su evaluación acerca de que la reforma que instauró el voto voluntario “fue un error”. Advirtió: “Votar es un derecho, pero en el fondo también es una obligación con el país, que tiene derecho a pedirle a cada chileno y chilena que reflexione sobre qué es lo mejor y que vote en conciencia”.

La mayoría con la que contará en ambas cámaras la candidata de Nueva Mayoría y ahora presidenta electa, y la posibilidad de que sume respaldo de independientes e incluso de algunos legisladores de RN, además de la presión de una sociedad civil que recobró su dinamismo en los últimos años, hacen que las expectativas sean grandes en vísperas de un nuevo mandato de Bachelet. En su programa, algunas de las líneas centrales son la reforma de la educación, que debería pasar a ser gratuita, universal, sin fines de lucro y de mejor calidad; la tributaria, que pretende reducir las desigualdades, y el ambicioso objetivo de redactar una Constitución que sustituya a la de Augusto Pinochet, que rige desde 1980.

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