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Pier Luigi Bersani, secretario general del Partido Demócrata, durante un acto electoral celebrado en Busto Arsizio, al norte de Italia, ayer.

Foto: Enzo Laiacona

Con suspenso

6 minutos de lectura
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Las encuestas muestran un final abierto en las elecciones italianas.

La izquierda sigue liderando los sondeos de intención de voto en Italia, pero el ex primer ministro Silvio Berlusconi se le está acercando. Los movimientos de unos y otros y el impacto de grupos nuevos, como el del cómico Beppe Grillo, así como una presencia fuerte de los políticos en los medios, pero casi nula en las calles, terminan de condimentar un panorama en el que es muy difícil prever el resultado de las elecciones.

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Las calles no son el escenario de la campaña que están viviendo los italianos, sino que ahora lo son internet y la televisión, que cuentan con maratónicos encuentros virtuales entre cada líder y los ciudadanos.

Se trata de unas elecciones en las que los únicos candidatos que se presentan como aspirantes a primer ministro son Pier Luigi Bersani, del Partido Democrático, y Beppe Grillo, del Movimiento 5 Estrellas. El ex jefe de gobierno Silvio Berlusconi ha asegurado que no intentará acceder al cargo -a eso tuvo que comprometerse para lograr la alianza con la Liga Norte- y ni siquiera se tiene la certeza de quién ocuparía el cargo en su lugar. Por su parte, el todavía primer ministro, Mario Monti, al ser senador vitalicio no participa en las elecciones, en las que se votan los integrantes del Parlamento, que luego elegirán un primer ministro. Sin embargo, Monti es el candidato para este cargo porque una serie de fuerzas políticas de centro hace campaña con su nombre.

En promedio, aparecen cada segundo que pasa dos publicaciones en Facebook de alguno de los principales líderes políticos, ya sea con mensajes escritos, videos o fotos, informó un estudio elaborado en enero por la firma Ecce Customer, especializada en redes sociales. A simple vista esos promedios han aumentado en las últimas semanas a medida que se acercan las elecciones que se celebrarán lunes y martes.

Bersani es quien más accede a otra red social, Twitter. La misma encuestadora reveló que en la primera semana de febrero el dirigente envió más de 90.000 mensajes. Sin embargo, el primero en utilizar esta red social para una ronda de preguntas y respuestas con sus seguidores fue Monti, a quien esta táctica le permitió ganar 200.000 seguidores en cuestión de horas.

En la tele

Si ya son impresionantes las cifras de los intercambios por internet, más aún lo son las horas que dedican los líderes partidarios a la televisión. En los 22 días que transcurrieron del 24 de diciembre al 14 de enero, Berlusconi, dueño de varios medios de comunicación, apareció en pantalla 63 horas y 19 minutos, unas tres horas diarias, según un informe de los medios italianos citado por la agencia de noticias Efe. Una cifra similar alcanza Monti, quien ha aparecido tanto en entrevistas como en programas de entretenimiento, en los cuales hizo cosas tales como adoptar un perro o tomar una cerveza con la presentadora, con un total de 62 horas y 27 minutos de presencia televisiva.

Entre los factores que se señalan para justificar este vuelco de la campaña electoral hacia lo virtual figuran la edad de los aspirantes -todos cincuentones- y el poco tiempo que hubo entre la convocatoria y la realización de los comicios -poco más de dos meses, cortados por las fiestas de Navidad y Año Nuevo-. Pero Berlusconi y Monti tienen sus propios argumentos. Este último, un académico que recién ahora emerge al mundo político, aseguró que no se considera capaz de arengar multitudes. Por su parte, Il Cavaliere dijo que el Ministerio del Interior le pidió que no organizara actos políticos “por motivos de seguridad” después de que en 2009 un hombre lo golpeara en la cara con una reproducción en miniatura de la catedral de Milán.

Mientras Berlusconi y Monti se han dedicado a participar en encuentros con sectores principalmente industriales y empresariales, Bersani ha estado presente en encuentros en distintas partes del país, en varias de esas ocasiones con pequeñas cantidades de gente, en locales característicos, como bares, parques o lugares comerciales.

Quien sí viene haciendo hincapié en los actos masivos es Grillo, que se niega a dar entrevistas y obliga a los integrantes de sus listas electorales a hacer lo mismo. Con el blog más popular en Italia y 800.000 seguidores en Twitter, el cómico no parece necesitar más eco en medios electrónicos y en las últimas semanas se ha dedicado a llenar unas y otras plazas en Italia. El viernes, en el cierre de campaña, se propone llenar la Plaza de San Juan de Letrán, en Roma, feudo de las manifestaciones de izquierda y de los sindicatos, que en esta campaña nadie ha utilizado.

El estilo diferente de Grillo coincide con su propuesta “antipolítica”, que le ha permitido quedarse con el apoyo de un inmenso número de desencantados de la política. Su agrupación cuenta con una intención de voto de 16%, pero se cree que la votación que obtenga lunes y martes será mucho mayor por la adhesión de quienes se declaran indecisos.

Sin cifras redondas

Las últimas encuestas, publicadas dos semanas antes de las elecciones, porque después la ley electoral las prohíbe, muestran al Partido Democrático con una intención de voto de entre 34% y 38%, con la que ganaría y obtendría la mayoría en la Cámara de Diputados. Le sigue con entre 28% y 30% la alianza liderada por Berlusconi entre el Pueblo de la Libertad y la Liga Norte, y en tercer y cuarto lugares -las encuestas los muestran empatados con alrededor de 16%- quedan el Movimiento 5 Estrellas y los partidos de centro aliados que, una vez en el Parlamento, instarían a Monti a ser su primer ministro.

Pero obtener la mayor cantidad de votos no es suficiente en Italia. Su sistema electoral otorga una especie de “bono” a quien obtenga más bancas en la Cámara de Diputados, pero en el reparto de los escaños del Senado pesan los resultados regionales. Las distintas regiones tienen adjudicada una determinada cantidad de escaños que se reparten según la votación. En Lombardía, por ejemplo, de 49 asientos legislativos, 27 van a la formación victoriosa y el resto se reparte proporcionalmente a la votación entre los demás partidos; en otro caso, el de Sicilia, 14 escaños se los lleva el ganador y 11, el resto. Esta distribución hace que sean necesarios ajustados sondeos regionales para poder avizorar si el Senado se inclinará hacia uno u otro lado, aunque algunas de las más firmes apuestas indican que será la centroderecha la que obtenga la mayoría, aunque dividida entre el respaldo a Berlusconi y a Monti.

A estas cuestiones de forma se agrega una persistente sensación de que ya puede haber cambiado el panorama desde el viernes, el día de las últimas encuestas, y más aún, de que podría hacerlo de acá al lunes. Esta sensación se respalda en gran medida en que 18% del electorado no había decidido a quién votar y que 21%, sí, pero declaraba que podía cambiar su decisión.

Factor Europa

“Ningún desenlace electoral es peor para Italia y Europa que la posibilidad de que vuelva a las andadas Silvio Berlusconi [...] semejante escenario significaría el regreso de Italia a la inestabilidad política crónica y de nuevo la zozobra en los mercados y el euro”, decía el editorial del diario español El País el lunes. En el mismo sentido ha insistido Monti, favorito de la UE y encargado de aplicar los recortes dictados por el bloque. Se ha vuelto habitual escucharlo decir que Europa teme el regreso de Berlusconi porque “puede ponerse en riesgo a la zona euro, a Europa y a sí misma”.

Para llegar al gobierno los seguidores de Monti deben hacer cálculos sin margen para riesgos: un poco más o un poco menos de cada una de las formaciones y queda afuera. Si Berlusconi supera al Partido Democrático en ambas cámaras, aglutinará fuerzas para ser gobierno; si, por el contrario, sale con una muy mala votación, la izquierda tendrá el margen necesario para gobernar por sí misma y no necesitará su apoyo.

En este esquema repleto de incertidumbres la clave parece estar en el único dato que se da como una certeza: la victoria de la izquierda. Tanto Monti como Berlusconi han hecho lo posible por acercarse a ella.

A comienzos de febrero, Il Cavaliere dijo que podría llegar a un acuerdo con el Partido Democrático si encuentran “una posición común” en las modificaciones que a su entender son “esenciales”. El ex primer ministro, que considera la palabra “comunista” un insulto y se ha cansado de despotricar contra la izquierda, recibió una rápida respuesta de Bersani, quien aseguró que Berlusconi necesita “descansar” y que encontrará “elementos para lamentarse” cuando se inicien las reformas que busca la izquierda.

Están más cerca la izquierda y Monti, aunque ya durante la campaña se empiezan a ver los principales desajustes que tendrían en un eventual gobierno, tal como sucedió tras la reunión de la UE de comienzos de febrero, en la que se definieron los presupuestos para los próximos siete años. Bersani calificó el resultado de “victoria pírrica” para Italia, mientras que Monti los había destacado como “una mejora particularmente significativa”.

En cualquier caso, un acercamiento está supeditado a que Berlusconi no crezca lo suficiente como para arrebatar la victoria a la izquierda. Desde su llegada a la política italiana, en 1992, Il Cavaliere ha demostrado ser una figura de consenso, que aglutina fuerzas de lo más desparejas y que se vende a sí mismo como pocos.

Para llegar hasta donde está, cuando apenas superaba 10% de los votos unos meses atrás, Berlusconi ha prometido retirar impuestos, dar una amnistía fiscal generalizada y crear millones de puestos de trabajo, todo esto en una economía sumergida.

El activismo mediático de Berlusconi ha llevado a que en el Partido Democrático se reclame una mayor presencia de Bersani en los medios o al menos que lance más promesas. Pero el líder izquierdista, de perfil serio y de hombre de Estado, lanzó una serie de advertencias encabezadas así: “Estamos en la crisis más profunda desde la posguerra, y la situación de Italia no se soluciona disparando tonterías [...] No voy a contar fábulas”.

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