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Mohammed el-Baradei reunido con Adli Mansour el sábado en El Cairo./Foto: sd de autor, Efe

Fracturas faraónicas

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Los impulsores del golpe de Estado en Egipto se dividen por jefatura de gobierno.

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El Cairo sigue siendo escenario de manifestaciones masivas. Ayer en el norte de la capital egipcia los defensores del depuesto presidente Mohamed Mursi y de su organización, los Hermanos Musulmanes, se movilizaron en protesta por el golpe de Estado de la semana pasada, en tanto que en el centro de la ciudad, en la emblemática plaza Tahrir, los egipcios que apoyaron la toma del poder por los militares nuevamente se manifestaron para expresar su deseo de cambio y en contra de las protestas de la hermandad, que consideran “amenazantes”.

Entre el viernes y el sábado hubo al menos 35 muertos y 1.400 heridos en enfrentamientos entre ambos bandos, según la agencia de noticias Efe. Ayer, los accesos a lugares en los que los Hermanos Musulmanes habían llamado a protestar estaban bajo férreo control de las Fuerzas Armadas.

Por otro lado, la coalición que apoyó el golpe militar y el nombramiento de Adly Mansur como jefe de Estado provisorio mostró señales de división en las últimas horas. Esa alianza agrupa a laicos liberales, liderados por el ex director de la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA), Mohamed el Baradei, al papa copto, Teodoro II, la principal autoridad sunita, al imán Ahmed al Tayeb de la mezquita de Al Azhar, al partido salafista Al Nour, y a representantes del movimiento civil Tamarod, que impulsó las protestas que derivaron en la destitución de Mursi. El sábado, Mansur consideró que el primer ministro del gobierno de transición, que tendrá como principales tareas dar respuestas a los reclamos de la población ante la profunda crisis económica, además de organizar las futuras elecciones, debía ser El Baradei.

Pero esa supuesta designación, que los medios egipcios e internacionales dieron por hecha, tuvo que ser desmentida pocas horas más tarde desde la presidencia egipcia. El anuncio prematuro se hizo sin consultar a los salafistas de Al Nour, segunda fuerza electoral del país después de los Hermanos Musulmanes, algo que generó descontento.

El Baradei recibió el premio Nobel de la Paz en 2005 por su gestión al frente de la AIEA durante tres mandatos (1997-2009). La actuación del diplomático egipcio es recordada porque, entre otras cosas, en 2003 le hizo frente al gobierno estadounidense que encabezaba George W Bush al asegurar que no había motivos para intervenir militarmente en Irak, porque ese país no representaba un riesgo nuclear.

Pero El Baradei, de 71 años, es conocido además por su línea política laica, algo que no convence a los salafistas, que son coyunturalmente sus aliados. Además, muchos egipcios le reprochan a El Baradei haber vivido mucho tiempo en el exterior por su carrera diplomática y no ser una personalidad cercana al pueblo, además de pertenecer a los círculos de la alta sociedad cairota liberal. Las fotos del casamiento de su hija, Laïla, en 2010, en las que se la pudo ver de bikini y a los invitados consumiendo alcohol, causaron escándalo en los sectores más conservadores de la nación egipcia, de mayoría musulmana. El líder de Al Nour, Nader Baqqar, dijo a la agencia de noticias AFP que “El Baradei es una personalidad tecnócrata, que no está capacitada para poner fin a la división que prevalece en las calles”.

Ayer continuaban las negociaciones para alcanzar un consenso y El Baradei seguía siendo uno de los posibles candidatos. También se especulaba que pudiera ser nombrado viceprimer ministro o canciller.

En una entrevista publicada ayer por el semanario alemán Der Spiegel, El Baradei dijo que su “única línea roja es el respeto a la tolerancia y la democracia”, y estimó que Mursi, que sigue detenido desde el miércoles por motivos “preventivos”, debe ser tratado “con dignidad” y ser juzgado solamente si existe una “causa justificada” para hacerlo, porque son “requisitos previos para la reconciliación nacional”.

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