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Marina Silva. / Foto: Nicolás Celaya

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Marina Silva cuestiona la política medioambiental del gobierno brasileño.

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En su gestión al frente del Ministerio de Medio Ambiente (2003-2008) durante el gobierno de Lula da Silva, pudo jactarse de reducir constantemente la deforestación. Tras su renuncia al gobernante Partido de los Trabajadores por la falta de avances profundos en temas medioambientales, Marina Silva sorprendió al obtener cerca de 20% de los votos en las elecciones de 2010. Hoy no tiene partido debido a una cuestionada decisión judicial que no le permitió inscribir para estas elecciones a su organización política, Rede Sustentabilidade. Pero Marina Silva es este año candidata a la vicepresidencia como compañera de fórmula del líder del Partido Socialista Brasileño, Eduardo Campos.

-¿Considera que sus políticas medioambientales tuvieron continuidad tras su salida del gobierno en 2008?

-Muchas cosas que fueron articuladas en el período en que fui ministra del presidente Lula da Silva fueron abandonadas. Tal vez la más grave haya sido la del Plan de Combate a la Deforestación, que ayudó a bajarla 80% [entre 2003 y 2013]. Durante el actual gobierno, el cambio del Código Forestal trajo varios retrocesos y la deforestación volvió a crecer 28% en 2013. Otra cosa que no tuvo continuidad fue el ritmo de creación de unidades de conservación [zonas protegidas]. Pasamos de crear 24 millones de hectáreas de unidades de conservación entre 2003 y 2008 a crear casi ninguna en este gobierno. Además hay un problema con la posible modificación de la Ley de Delimitación de Tierras Indígenas, según la cual la responsabilidad de declarar que una tierra pertenece a una comunidad indígena como tal se transfiere del Ejecutivo al Congreso, donde de 594 parlamentarios ninguno es indio. Si se aprueba esa modificación, difícilmente se declare nuevamente una tierra indígena en Brasil. Éste es el primer gobierno en el que no se ha avanzado; al contrario, se perdieron cosas que habían sido conquistadas.

-¿Piensa que la presidenta Dilma Rousseff favorece al agronegocio, como dice el Movimiento de los Sin Tierra?

-No hay una comprensión por parte del gobierno de la importancia estratégica de cambiar el modelo de desarrollo; eso ha llevado a que ocurrieran estos retrocesos. Hay que salir de una economía basada en el uso intensivo de los recursos naturales para ir hacia un modelo que permita una mayor productividad por el uso de tecnología, conocimiento e innovación, y no por un mayor uso de los recursos naturales. Esa visión equivocada hace que el gobierno ceda a las presiones de determinados sectores atrasados del agronegocio, que no es homogéneo, sino que cuenta también con una minoría de grupos y empresas que tienen preocupaciones ambientales y sociales.

-¿Es posible un gran crecimiento económico con cuidado del medio ambiente, sin recurrir al uso intensivo de los recursos naturales?

-Es una ecuación que necesitamos resolver. No se trata de compatibilizar medio ambiente y desarrollo: es necesario integrar las dos cosas en una misma ecuación. Cuando se hacen proyectos de desarrollo se suelen abordar los problemas sociales y ambientales como si fuesen externalidades, y no lo son. Ese aspecto tiene que ser tratado dentro del propio proyecto, que no debe responder sólo a la viabilidad económica, sino también a la social, ambiental y cultural. Es una ecuación de la que no tenemos cómo huir; o la resolvemos o se profundiza la crisis ambiental que ya está amenazando el futuro de la vida en el planeta. Es en nuestros países donde están dadas las condiciones para cambiar el modelo, porque somos una región muy grande, con muchos recursos naturales, y todavía tenemos baja densidad de población.

-¿Le parece que en los últimos años hay cada vez más conciencia en la población sobre este desafío?

-Hay una conciencia cada vez mayor gracias a dos cosas. Por un lado, la prensa consiguió popularizar estos asuntos, traduciendo un lenguaje científico o puramente militante a uno más accesible a la población en general; por otro lado, los efectos dramáticos del cambio climático ya están causando perjuicios económicos, sociales y ambientales. Ese aumento de conciencia en Brasil se tradujo en las elecciones de 2010, cuando una parte de la sociedad me dio casi 20 millones de votos, pese a que [el Partido Verde, que impulsó su candidatura] era un partido pequeño y con pocos recursos. La gente mostró su simpatía hacia una visión que busca integrar la protección del medio ambiente a la necesidad de resolver los problemas de infraestructura, desarrollo, educación, de vida digna para las personas.

-Aprovecho que mencionó la cuestión electoral para preguntarle por qué no es candidata presidencial, cuando usted aparecía en las encuestas como la única que podía vencer a Rousseff en las elecciones.

-Porque hubo una acción muy fuerte del gobierno para evitar el registro del partido que integro, Rede Sustentabilidade [la Justicia Electoral invalidó más de la mitad de las firmas y aseguró que no se habían reunido las suficientes]. Es un partido nuevo que busca impulsar un proceso de actualización de la política, que está comprometido con la sustentabilidad, con una acción más en red, más abierta, más democrática. Ante la imposibilidad de registrar el partido no tenía otra alternativa que elevar las ideas y las propuestas a otra candidatura y hacer una alianza programática. Hicimos eso, una alianza [con el Partido Socialista Brasileño] basada en mantener y profundizar las conquistas que se han hecho en Brasil, en fortalecer y ampliar nuestra democracia y asumir el desafío del cambio hacia un modelo sustentable de desarrollo.

-Usted ha dicho que las personas que están protestando en Brasil buscan cambios que mejoren su calidad de vida. ¿Qué cambios propone usted?

-Creo que el cambio fundamental es el de la propia política. En Brasil estamos viviendo un desgaste muy grande de los partidos y de los políticos por la práctica de mantener la gobernabilidad -el apoyo al gobierno de parte de una mayoría- sobre la base de la distribución de cargos en el Ejecutivo. Una de las cosas que estamos proponiendo es que nuestra gobernabilidad se base en el programa y no en el reparto de cargos. Además, nos disponemos a mantener las conquistas sociales de Lula y las económicas del gobierno de Fernando Henrique Cardoso, con la estabilidad basada en el cambio fluctuante y el control del gasto público y de la inflación. Esto no es muy común. Por lo general, los partidos quieren destruir todo lo que queda del anterior gobierno. Nosotros vamos a mantener las cosas buenas y nos vamos a esforzar al máximo para corregir las equivocadas. Esto ya es un cambio significativo.

-En las elecciones anteriores usted contó con el apoyo de algunos sectores evangelistas. ¿Sigue contando con ellos?

-Las personas que votaron por mí lo hicieron como ciudadanos, creyeran o no en Dios. En ningún momento hice instrumentalización de mi religión; no me gusta que se convierta a los púlpitos en una tribuna ni a una tribuna en un púlpito. Respeto a los creyentes de los distintos credos y también a aquellos que no tienen ninguna creencia; todos tienen derecho a manifestarse políticamente. Hay que tener respeto por todas las personas, y, obviamente, en un país en el que tenemos una gran cantidad de católicos y de evangélicos esas personas tienen un volumen mayor en la sociedad, pero son ciudadanos como cualquier otro. Defendemos un Estado laico, que no es un Estado ateo sino aquel que es capaz de defender los derechos de quien cree y de quien no. Hay que pensar el proceso político como un proceso incluyente para todos los ciudadanos y no direccionado para tal o cual grupo.

-Considerando que usted es una persona religiosa, ¿cuál es su postura con respecto a la discusión en Brasil sobre el aborto y el matrimonio homosexual?

-Cuando fui candidata expresé claramente mi posición [contraria al aborto y al matrimonio homosexual] para que las personas pudieran votar conscientemente. En relación con el aborto, defendí que se convocara un plebiscito, con un debate abierto que incluyera los diferentes puntos de vista. Hay personas que están a favor, y tienen sus justificaciones, y otras que están en contra por cuestiones religiosas, filosóficas, éticas o ideológicas. Es una discusión compleja que no se puede simplificar. Propuse también un plebiscito en relación con la cuestión de la marihuana, para que democráticamente la población se manifestara sobre lo que quería. La unión entre personas del mismo sexo no debe ser pensada como un sacramento, pero los derechos civiles de las personas deben ser respetados. Cada persona es libre de hacer lo que quiera con su vida y en la ley civil no hay que discriminar a nadie, hay que respetar los derechos civiles de las personas.

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