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Dilma Rousseff el lunes en Brasilia, durante una reunión con un grupo de unos 30 juristas con los que analizó las acusaciones en su contra y el juicio al que puede ser sometida. Foto: Marcelo Camargo, Agência Brasil, Efe

Sin espíritu

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Brasil cae más de lo esperado y profundiza su crisis.

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A la crisis política desatada por el escándalo de corrupción en Petrobras y a la aprobación del impeachment contra la presidenta Dilma Rousseff, se suma que la mayor economía de América Latina entra en recesión. Altas tasas de interés y recortes de las inversiones públicas dan señales contrarias a la inversión y el consumo. Brasil está en problemas y lo seguirá estando el año que viene.

Los datos publicados en los primeros días de diciembre confirman que la séptima economía del mundo se contrajo 1,7% en el tercer trimestre del año en relación con el trimestre anterior, una cifra superior a las que aguardaba el mercado. El Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE) precisó en su informe que las cifras que divulgó destacan además que la economía de Brasil se contrajo 4,5% entre julio y setiembre en relación con el tercer trimestre de 2014, el mayor retroceso de la actividad económica desde que el organismo comenzó la serie histórica, 19 años atrás.

Entre enero y setiembre, el Producto Interno Bruto (PIB) acumuló una caída de 3,2%, sumó su tercer trimestre consecutivo de números rojos y alcanzó ya la tasa de contracción que los analistas del mercado financiero preveían para todo 2015.

Del análisis de los componentes de la demanda los datos destacan que el consumo de las familias -que era el motor del crecimiento en los últimos años- cayó 1,5% y el del sector público 0,3% en comparación con el trimestre anterior. A su vez, se observó una caída de 12,7% en la Formación Bruta de Capital Fijo (la inversión de las empresas en activos fijos, excluidas las compras de tierras). Por su parte, las exportaciones crecieron 4%, contrarrestando en parte la caída de la demanda interna. El gasto de las familias fue golpeado por el aumento de la inflación (mayor a 10% anual), pero también por las restricciones al crédito, la pérdida de la confianza y el incremento de las tasas de interés.

Según el informe de IBGE, la industria de transformación -la que produce bienes finales o intermedios no extractivos- arrastró a la baja a toda la economía, con caídas sucesivas de 7,3%, 8,1% y 11,3% en los tres primeros trimestres del año. La construcción civil, el comercio y el transporte cayeron 6,3%, 9,9% y 7,7% en el tercer trimestre, respectivamente. El sector agropecuario tuvo una retracción de 2,4% y el de servicios registró una baja de 1%.

De acuerdo con varios analistas, la economía de Brasil se contraerá 3% este año, una tendencia negativa que se repetirá en 2016, con una caída del PIB en torno a 2%. Por su parte, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe pronosticaba en octubre una caída de 2,8% en 2015 y de 1% en 2016 para la economía de Brasil. Si esto se confirma,el país registrará este año el peor resultado desde la contracción de 4,35% en 1990.

Huele a espíritu animal

Para algunos, las razones de la recesión deben buscarse en el efecto confirmador que tuvieron las decisiones políticas de recortar las inversiones públicas (para reducir el déficit fiscal) y la suba de las tasas de interés (para atender a las presiones inflacionarias) sobre una economía estancada y con bajas expectativas de crecimiento. Empeñado en cortar gastos, el ministro de Hacienda, Joaquim Levy, declaró en mayo que el ajuste fiscal era indispensable para revertir la recesión. Según Levy, un recorte “con mucha cautela, con mucho equilibrio”, daría la señal al sector privado de que el gobierno se empeñaba en reducir los riesgos asociados al crecimiento de la deuda pública. Lo cierto es que la relación deuda bruta-PIB, que era de 53% en 2013, llegará a 68% a fin de 2015. Por eso, comparando el período que va de enero a setiembre de 2014 y de 2015, el ajuste fiscal implicó una reducción de 4% en el gasto público total, de 5,5% en las transferencias y de 41% en las inversiones.

Por su parte, las altas tasas de interés que rigen en Brasil se explican a partir de la lógica con la que funciona el modelo de metas de inflación elegido por el Banco Central de Brasil y que se ejerce por medio de las expectativas de los agentes económicos. Bajar las tasas de interés -como reclaman los empresarios- sería una señal de que se renuncia al objetivo de hacer converger los precios a la meta de inflación. Desde 2013, la Tasa Selic (de referencia de la política monetaria) casi se duplicó. Sin embargo, entre marzo de 2013 y octubre de 2015, el Índice de Precios al Consumidor Ampliado (IPCA) subió 20%. Es conocido que “la política monetaria demora en hacer efecto”, pero ya van 33 meses seguidos de alzas de las tasas de interés en Brasil, con consecuencias negativas en las decisiones de inversión de los empresarios y de consumo de bienes durables en las familias.

Además van más de 18 meses de investigaciones en el marco de la Operación Lava Jato, y esto también tiene efecto sobre las expectativas de crecimiento en las que se basan las decisiones de inversión. Según cuantificaron varias consultoras, dicha operación contribuyó con 2,5 puntos porcentuales negativos al PIB de 2015.

Nadie se imagina recuperar el crecimiento sin generar una “expectativa de crecimiento”. Por más que existan factores de producción disponibles, la esperanza de obtener ganancias es imprescindible para retomar la producción y las inversiones. Si desaparece la confianza entre el gobierno y las empresas privadas, si la caída del salario y el empleo asusta a los trabajadores, es difícil pensar en alguna medida que, por sí misma, vuelva a liberar el “espíritu animal” del que hablaba Keynes.

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