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Ed Miliband, líder de los laboristas, en rueda de prensa, ayer, en el Real Instituto de Arquitectos Británicos en Londres (Reino Unido). Foto: Facundo Arrizabalaga, Efe

Apretadísimos

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Laboristas y conservadores aparecen en las encuestas virtualmente empatados para las elecciones del jueves.

En las últimas semanas en Reino Unido las encuestas se publican una tras otra, pero no logran prever quién ganará las elecciones del 7 de mayo. El dato sobre el crecimiento de la economía británica en el primer trimestre de 2015 -sólo 0,3 en comparación con el trimestre anterior-, que se dio a conocer el martes, podría inclinar la balanza.

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La última muestra de este fenómeno se pudo ver el lunes, cuando se hicieron públicos tres sondeos de intención de voto que muestran la paridad que domina el escenario político británico. The Telegraph publicó la encuesta de YouGov que atribuye 34% de intención de voto al Partido Laborista y 33% al Partido Conservador, un empate técnico; The Guardian publicó la de ICM: 35% para los tories y 32% para los laboristas; y Financial Times publicó una encuesta propia que mostró también una diferencia de tres puntos porcentuales, en este caso con ventaja para los laboristas, que aparecen con 36% frente al 33% de los conservadores.

En lo que coinciden los sondeos es en mostrar al eurófobo Partido por la Independencia de Reino Unido (Ukip) con una intención de voto por debajo de la que se esperaba hace unos meses, cercana a 14%. También hay coincidencia acerca de la debacle del Partido Liberal Demócrata, que obtendría alrededor de 8% de los votos, lejos del 23% que logró hace cinco años y que le permitió integrarse al gobierno y exigir a los tories una serie de compromisos.

Se multiplican en los medios británicos las proyecciones acerca de cuál de los dos grandes partidos tendrá más escaños en la Cámara de los Comunes y, en consecuencia, cuál tendrá la prioridad para formar gobierno. Pero tampoco en esto hay coincidencia y, en todo caso, ninguno tendría la mayoría suficiente para autoproclamarse gobierno.

Esto confirma una tendencia que los analistas ya señalaban en 2010: los británicos son muy estables políticamente y su sistema político no favorece el ingreso de otros partidos. Desde la época de Margaret Thatcher (1979-1990), tories y laboristas han reunido entre 70% y 80% de los votos, con la excepción de las últimas elecciones, cuando los liberales demócratas de Nick Clegg dieron la sorpresa, se llevaron 23% de los votos y dejaron a los partidos tradicionales con un total de 65%.

Ese total de entre 70% y 80% de votos se ha dividido de forma bastante pareja entre tories y laboristas desde 1979 a la fecha. La diferencia entre ambos nunca superó el 15% de los votos. Las mayores ventajas se las llevaron quienes fueron los grandes líderes de unos y otros: Thatcher, que en 1983 ganó con 42% de los votos frente al 28% de los laboristas, y Tony Blair, que en 1997 dio el batacazo y superó a los tories con 43% sobre 30%. Tras esas grandes victorias, conservadores y laboristas comenzaron a perder votos hasta que el gobierno cambió de signo: primero en 1997 con Blair, y después en 2010 con el hoy primer ministro conservador, David Cameron.

Peso esporádico

La casi certeza de que habrá un acuerdo para formar gobierno ha llevado a que los medios británicos publiquen más encuestas sobre el apoyo de los votantes de cada partido a las diferentes posibilidades de alianzas. La que está más sobre el tapete es la de los laboristas con el Partido Nacional Escocés (SNP), que es rechazada por uno de cada cuatro votantes laboristas.

Un escenario tan parejo ha beneficiado a los partidos más pequeños. Si bien reclaman una reforma del sistema electoral, que beneficia a los partidos más grandes, la paridad entre éstos les permite aspirar a integrar una alianza de gobierno. Así sucedió con los liberales demócratas de Clegg, y podría volver a ocurrir. Las encuestas auguran que la “llave” del gobierno estará en los partidos pequeños -el Liberal Demócrata, el SNP o el Ukip-, y Clegg intenta posicionar a su partido de la mejor manera para volver a definir, ya en la Cámara de los Comunes, quién gobernará Reino Unido durante los próximos cinco años.

“Ya sea que integremos el gobierno con los laboristas o con los conservadores...” ha sido una frase que ha abierto largos párrafos de demandas en los distintos discursos de Clegg. El actual vice primer ministro exigirá a cualquiera de los dos partidos que aumente el presupuesto de la educación en 4.000 millones de dólares anuales durante la próxima legislatura, para llegar a 2020 con un aumento de unos 20.000 millones de dólares respecto de 2015. Reino Unido destina a educación alrededor de 6% de su Producto Interno Bruto (PIB), con tendencia a la baja desde que comenzó el gobierno tory en 2010, según datos del Banco Mundial. Un aumento del monto que promete Clegg equivale, con base en datos de 2013, a 7% del PIB.

Clegg sostiene que su partido aportará “corazón a un gobierno tory o cerebro a un gobierno laborista”; promete acompañar “un gobierno estable y anclado en el centro”; y muestra como garantía que el Partido Liberal Demócrata estuvo durante cinco años trabajando con gente con la que no está de acuerdo.

Además, ha presentado a los liberales demócratas como la llave no sólo para formar gobierno sino también para garantizar una administración “de equilibrio”: “Somos la garantía de que este país no se deje secuestrar por los euroescépticos del Ukip o por los independentistas del SNP”.

La posibilidad de la alianza entre el Partido Laborista y el SNP es mencionada sobre todo por los tories, que la atacan con firmeza. Argumentan que un partido que manifestó su intención de dejar Reino Unido, tal como lo hizo el SNP al impulsar el referéndum y el voto por la independencia en setiembre, no puede acceder al gobierno, pero que los laboristas “serían capaces” de abrirles la puerta.

Laboristas e independentistas comenzaron la campaña atacándose, ya que comparten gran parte de su electorado en los temas nacionales -las diferencias surgen cuando se toca el tema de la independencia escocesa-, pero luego bajaron el tono de sus enfrentamientos. Ahora, en la recta final de la campaña, el Partido Laborista volvió al rechazar de pleno una eventual alianza, mientras que la líder del SNP, Nicola Sturgeon, dice, con pocas ganas, que podría respaldar a los laboristas para formar gobierno y así evitar que continúe Cameron en el poder.

Un dato

El martes se dio a conocer un dato negativo para Reino Unido, que podría ser aprovechado tanto por laboristas como por tories: la economía británica creció en el primer trimestre de 2015, en comparación con el último trimestre de 2014, sólo 0,3%, casi la mitad del 0,5% que se esperaba. En la comparación entre el primer trimestre de 2014 y el de 2015, el crecimiento fue de 2,4%.

Cameron aprovechó el anuncio de ese dato para hacer campaña y dar señales de advertencia ante los proyectos laboristas de aumentar el gasto público. “Es el dato de un solo trimestre, pero nos recuerda, en un momento oportuno, que no se puede dar por sentada la recuperación económica. Si dejás de atender la reducción del déficit, será malo para el crecimiento; si dejás de incentivar a las empresas, el daño podría ser mayor”. Sin embargo, el dato también podría ser un golpe a la campaña tory, que se apoya en la recuperación económica tras la crisis de 2008.

El líder laborista Ed Miliband aprovechó el dato desde otro lugar. “Mientras los tories han pasado meses dándose golpecitos en la espalda [por la recuperación económica], este dato muestra que no han arreglado la economía para las familias trabajadoras”, aseguró, antes de advertir: “Las familias trabajadoras no pueden costear otros cinco años de los tories. Los planes laboristas pondrán a los trabajadores primero, harán a nuestra economía más fuerte y asegurarán que la recuperación alcance a todos”.

Como para contrarrestar ese discurso, Cameron prometió ayer que si gana las elecciones no subirá el impuesto a la renta, ni el IVA ni las contribuciones de los trabajadores a la seguridad social durante los próximos cinco años.

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