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Palestinos participan en una protesta, ayer, por la muerte de un bebé de 18 meses de edad, muerto en un ataque incendiario por parte de extremistas judíos en Cisjordania. Foto: Ahmad Gharabli, AFP

Días de furia

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El ataque de extremistas judíos en el que murió un bebé desató protestas durante el fin de semana en Palestina.

El gobierno de Israel anunció ayer que aplicará a los extremistas judíos medidas similares a las que aplica a atacantes palestinos. Tomó esa decisión después de dos atentados de fanáticos religiosos, uno contra la Marcha del Orgullo Gay en Jerusalén y otro contra viviendas palestinas en Cisjordania. En el primero murió una adolescente israelí, y en el segundo un bebé de 18 meses palestino.

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Dos adolescentes palestinos murieron en las protestas violentas que comenzaron el viernes, en repudio al ataque atribuido a colonos israelíes contra una familia palestina. Un manifestante de 17 años fue herido el viernes en un campo de refugiados cerca de Ramallah, y murió en la madrugada del sábado, y otro adolescente, de 16 años, murió en la franja de Gaza de un disparo que, según la Policía israelí, se debió a que se dirigía hacia el muro que separa el territorio palestino del israelí. También hubo enfrentamientos en Jerusalén Este. El domingo, antes de que las protestas cesaran, hubo choques entre palestinos y policías en la Explanada de las Mezquitas de Jerusalén.

Estas protestas respondieron a la muerte, el viernes, de Ali Dawabcheh, un bebé palestino de 18 meses quemado vivo en Cisjordania. Sus padres, así como su hermano, estaban ayer en situación crítica, luego de que su casa fuera atacada por extremistas judíos con cócteles molotov cerca de la ciudad de Nablus. Los atacantes escribieron en las paredes de la vivienda “venganza” y “el precio a pagar”, lemas habituales de la ultraderecha israelí.

En Israel, debido a otro ataque de un extremista, ayer murió Shira Banki, de 16 años. Fue una de las seis personas apuñaladas el jueves durante la Marcha del Orgullo Gay en Jerusalén por Yishai Schlissel, un judío ultraortodoxo que atacó por segunda vez esa manifestación, como ya lo había hecho en 2005.

Por otra parte, la presidencia de Israel presentó ayer una denuncia policial por amenazas contra la vida del jefe del Estado, Reuvén Rivlin. Éste expresó su “vergüenza” por el asesinato del bebé palestino y condenó el ataque contra la Marcha del Orgullo Gay en un discurso que dio el sábado, durante una manifestación en repudio a esos ataques, que se celebró en Jerusalén. En la red social Facebook circulaba un montaje fotográfico con la imagen de Rivlin con kefia, el típico pañuelo palestino, con el logo de la Autoridad Nacional Palestina (ANP) y la leyenda: “Rivlin judiíto traidor, sea su memoria olvidada”. Ese montaje recuerda imágenes que circularon antes del asesinato, en 1995, del entonces primer ministro israelí, Isaac Rabin, al que mató un extremista judío durante el proceso de paz de Oslo.

Desde entonces, el servicio de inteligencia interna israelí amplió su Departamento Judío, dedicado a luchar contra los ultraortodoxos violentos. Sin embargo, los últimos acontecimientos mostraron el fracaso del trabajo de inteligencia en contra de esos movimientos y obligaron al gobierno israelí a mostrarse firme.

El primer ministro Benjamin Netanyahu condenó estos actos “terroristas” y el sábado fue a visitar a los padres y al hermano de Ali a los hospitales israelíes en los que están internados, y aseguró que se hará justicia, pero el presidente de la ANP, Mahmoud Abbas, no pareció convencido. “Dudo de que Israel aplique una verdadera justicia”, dijo el sábado al anunciar que denunciarán ese “crimen de guerra” a la Corte Internacional de Justicia de La Haya. El viernes, Abbas había denunciado que la Policía israelí detiene “durante una hora” a los israelíes acusados de extremismo y que luego son liberados, por lo que “pueden volver a cometer ataques”. También dijo que este tipo de agresión se debe a “la política de colonización que lleva a cabo Israel”.

Ayer, a la salida del Consejo de Ministros, Netanyahu volvió a expresar su firmeza y su repudio. Habló de “dos crímenes abominables”, prometió “tolerancia cero” y anunció: “He dado instrucciones a los oficiales de seguridad y a los responsables para que [...] utilicen todos los medios legales a su alcance para detener a los asesinos”.

“Estamos decididos a luchar enérgicamente contra las manifestaciones de odio, el fanatismo y el terrorismo de cualquier lado que provengan”, insistió el jefe de gobierno israelí, y agregó: “Ésta no es una lucha por una u otra facción. Es una cuestión de humanidad básica y es la base de nuestros valores”.

Continuó su discurso con una anécdota. “Recuerdo cuando era niño, cuando visité en shabat el hogar del gran maestro de mi padre, el profesor Joseph Klausner, uno los más grandes historiadores del pueblo judío en la época moderna. En su puerta estaban grabadas dos palabras: ‘judaísmo’ y ‘humanidad’”, dijo. Esas dos nociones “se combinan y se apoyan mutuamente”, consideró. “Esto es lo que nos distingue de nuestros vecinos [...] Nosotros deploramos y condenamos a estos asesinos. Vamos a perseguirlos hasta el fin”, mientras que “ellos designan a sus plazas públicas con el nombre de los asesinos de niños”, agregó.

Son muchos los señalamientos, incluso en la prensa israelí, acerca de que falta voluntad política de las autoridades israelíes a la hora de luchar contra el extremismo ortodoxo, sumado a los que apuntaban a la incapacidad de los servicios de inteligencia, el Shabak, para actuar en contra de ese fenómeno, lo que explicaría que la mayoría de los ataques de este tipo suelen quedar impunes.

El ex presidente israelí Shimon Peres fue muy crítico el sábado. “El que incita al odio contra los árabes de Israel no puede extrañarse de que se incendien iglesias, mezquitas y que al final se queme un bebé por la noche”, advirtió. Según la Organización para la Liberación de Palestina, en Cisjordania y Jerusalén Este hubo 11.000 ataques de ultraortodoxos judíos en contra de palestinos desde 2004. Incluyeron incendios de cultivos de olivos, de viviendas, profanaciones de mezquitas, palizas, pinchaduras de ruedas de vehículos, entre otras agresiones que suelen quedar impunes. La organización civil israelí Yesh Din señala que 85,3% de las denuncias no conducen a encontrar al responsable. Al respecto, una fuente palestina dijo a la agencia de noticias Efe: “Tenemos entendido, de fuentes occidentales, que el Shabak tiene muy claro quiénes son [los extremistas judíos] y cómo operan, pero que hay una decisión política de no actuar”.

Esta impunidad se debe en parte a que la legislación israelí impide aplicar ciertas medidas en contra de israelíes, a lo que se suma que el gobierno de Netanyahu depende en gran parte de los votos de la ultraderecha, gracias a la cual suma las bancas suficientes para gobernar. Sin embargo, la muerte de Ali podría marcar un giro. Ayer, el ministro israelí de Defensa, Moshé Yaalón, ordenó aplicar la detención administrativa que hasta ahora sólo se aplica a palestinos, también en contra de los extremistas judíos cuando sea necesario, informó la radio pública israelí. Ese procedimiento implica un encarcelamiento sin juicio y muchas veces sin acceso a un abogado, y permite privar de libertad a una persona mientras se buscan indicios para establecer los cargos en su contra. El gobierno israelí suele ser acusado de hacer un uso abusivo de la detención administrativa en contra de palestinos.

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