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Rosane Bertotti. Foto: Federico Gutiérrez

Dirigente de la CUT advierte que la unidad de la izquierda en Brasil no debe buscarse sólo para las elecciones

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La secretaria de Formación de la Central Única de Trabajadores (CUT) de Brasil, Rosane Maria Bertotti, conversó con la diaria acerca de la situación política y económica de su país. También se refirió a las perspectivas que tienen por delante los movimientos sociales para resistir a lo que perciben como un gobierno derivado de un golpe de Estado, que ataca todos los derechos sociales. Además, Bertotti hizo un balance de la actuación de movimientos y partidos políticos en los últimos años.

–¿Cómo ve la situación de Brasil?

–Estamos en un estado de excepción después de un golpe que se dio para cambiar el modelo de desarrollo económico y los avances sociales y del mundo del trabajo que se estaban alcanzando. Vivimos una época de ataque. El primero, contra la democracia, fue sólo una parte de esa estrategia. Así se logró tomar el aparato del Estado y desde ahí impulsar un objetivo principal: tener un Estado mínimo, pero también modificar la estructura de desarrollo del país y atacar frontalmente algunos derechos. Para eso era necesario que se aprobaran algunas leyes y que se construyeran algunos procesos en esa dirección. La principal medida aprobada fue la PEC “de la muerte”, el congelamiento del gasto público por 20 años, pero también se incluyen en este proceso la reforma laboral, que ataca frontalmente los derechos laborales y los procesos organizativos de trabajadores, y la reforma del sistema jubilatorio, que todavía se está debatiendo. En paralelo, está creciendo una onda conservadora en contra de los derechos sociales, de las minorías, de las mujeres, etcétera. Se está inculcando odio, y cosas que antes eran naturales se convierten en focos de conflicto. Tenemos un gobierno y un Congreso articulado que cuentan con el respaldo de un sector del Poder Judicial, de los grandes empresarios y de medios de comunicación, entonces, por más que la aprobación del gobierno sea bajísima, logra mantenerse en el Estado e implementar sus reformas por ese apoyo.

–Parece haber poca resistencia por parte de la sociedad brasileña.

–Hay apatía en la sociedad brasileña. Hemos perdido derechos de muchos años, de muchas conquistas sociales, y no se consigue hacer una gran movilización, un gran proceso de revolución con los trabajadores y el pueblo. Se puede hacer una marcha aquí o allá, pero no se consigue hacer un proceso amplio de movilización.

–¿A qué atribuyen esa apatía?

–Creo que hay varios factores. Por un lado, como la crisis se hace sentir mucho –hay un desempleo muy grande y una inflación en los productos básicos, que no se refleja en el dato oficial–, las personas tienen mucho miedo de perder aquello que tienen. Por otro, algunos medios han desplegado una campaña que dice que los avances sociales son los que generaron la crisis económica. En Brasil hay un sistema de medios muy concentrado que todo el día está diciendo que para avanzar es necesario tener una reforma laboral, que para que todo el mundo se pueda jubilar es necesario contar con una reforma previsional. Además, nosotros no estamos consiguiendo llegar a las mentes y los corazones de las personas, eso es necesario para hacer la lucha. En algunos casos hemos tenido éxito; por ejemplo, la reforma del sistema jubilatorio se podría haber aprobado hace meses, pero como tuvo un gran impacto logramos que hubiera un debate en la sociedad, y el gobierno tuvo que retroceder. Esto es algo que no habíamos conseguido hacer con la reforma laboral. Pero es que hay una persecución muy grande política, jurídica y financiera a los procesos de lucha social.

–¿Podría mencionar un ejemplo?

–La reforma laboral asfixia a los sindicatos. ¿Por qué lo hace? Porque hay movimientos sociales muy fuertes, pero el sindical siempre fue mucho más grande, incluso funciona como base de apoyo para los movimientos sociales. Hay una presión muy grande sobre los movimientos sociales, y esa es también una dificultad a la hora de reaccionar. Por otro lado, también tenemos que hacer autocrítica y entender que como estábamos en un proceso de avances y democracia no construimos desde las bases. Eso es responsabilidad de los movimientos sociales.

–Justamente, durante los gobiernos del Partido de los Trabajadores (PT), ¿no hizo falta una apuesta a un cambio cultural, que se construyera desde las bases?

–Sí, sin dudas. Podemos decir que el gobierno de [Luiz Inácio] Lula [da Silva] cambió la cara de Brasil en muchos aspectos, pero no adoptó decisiones para llevar a cabo cambios estructurales, y los movimientos sociales tampoco los reclamaron de forma masiva. No hubo cambios en la estructura de la economía, de la política, de la comunicación, etcétera, y tampoco consiguió hacer un cambio de mentes y corazones, un cambio cultural. Entonces, cuando vino la crisis económica sin una base social, se generó el terreno fértil para el juicio político contra [la ex presidenta Dilma] Rousseff.

–¿Cómo se sigue?

–Hay muchas posibilidades de resistencia, hay toda una campaña con proyectos de iniciativa popular. Se está recorriendo Brasil para rechazar la reforma laboral, se están haciendo muchas ocupaciones en el ámbito rural y el urbano. Pero el golpe cayó muy fuerte y muy pesado. Esas construcciones de resistencia son todavía incipientes e insuficientes para que se generen los avances necesarios. Hay otro problema: fruto de todo ese proceso de representación política [durante los gobiernos del PT], no se consiguió construir otros liderazgos que pudiesen aportar a este sueño. Yo acostumbro decir que, fruto de la construcción y la lucha de los movimientos sociales, se diseñó un sueño, una esperanza que estaba simbolizada en Lula. Como presidente él implementó una pequeña parte de ese sueño, que fue importante pero no se consolidó como proyecto. Lula todavía representa esa esperanza, no construimos otra figura que pudiera representarnos. Por eso él es masacrado de forma diaria en los medios de comunicación, pese a lo cual es el favorito para ser el nuevo presidente del país.

–¿Cuáles cree que van a ser las próximas acciones del gobierno?

–Las estrategias para continuar con el proceso son dos: una de ellas es seguir asfixiando la lucha y los movimientos sociales, y la otra es impedir que Lula sea candidato. Hay que entender también que en la derecha hay varios grupos, que a la hora de definir el futuro se atacan entre sí y que no tienen una figura central.

–¿Cómo se recuperan las ganas de movilizarse teniendo enfrente la apatía que mencionaba antes?

–Me gustaría tener una receta. Lula está haciendo una caravana y está congregando a muchas personas. Ese proceso de masa, de encuentro con el pueblo, es encantador. Creo que por ahí se debe buscar la recuperación de la esperanza, pero no puede ser responsabilidad sólo de Lula, sino de todos los líderes de los movimientos, de los artistas e intelectuales. Por su parte, el movimiento social tiene que apostar mucho a la formación de sus integrantes, porque está siendo muy difícil la lucha, y cansa. Y es necesario dialogar con la masa; ese es uno de los aspectos fundamentales para vencer la apatía de la gente.

–¿Falta acción por parte del PT?

–[Sonríe] Creo que el PT, así como tuvo una responsabilidad importante en los logros de sus gobiernos, también tiene su parte de la culpa en este proceso. Cedió en parte de lo que era el proyecto, el sueño, en nombre de la gobernabilidad, y eso de cierta manera hirió su imagen. Ahora tiene dificultades para restablecer un proceso de masa. Al mismo tiempo, en las encuestas de Datafolha el PT es el partido preferido por los brasileños [19% según la encuesta de setiembre, muy por encima del 5% y 4% de los partidos del Movimiento Democrático Brasileño y de la Social Democracia Brasileña].

–Últimamente algunas agrupaciones conservadoras, como el Movimiento Brasil Libre, han ganado fuerzas, sobre todo entre los jóvenes. ¿Cómo es posible contrarrestarlos?

–Antes del juicio político este movimiento reunió a mucha gente en las calles, pero ahora ese proceso de movilización se redujo a grupos más pequeños que actúan de forma muy violenta y localizada, ya no convocan a la gente a las calles. En su momento ellos consiguieron instalar la idea de que la crisis y la corrupción eran culpa del PT, del gobierno y de Dilma, pero ahora ya está demostrado que no era así, entonces esa masa ya no va más con ellos; no viene con nosotros tampoco; se retiró, está en su casa.

–Hay iniciativas más localizadas, que llaman mucho la atención por lo conservadoras, como la movilización contra Judith Butler o la campaña contra la exposición Queer-museu en Porto Alegre.

–Yo creo que esas personas nunca dejaron de existir; es sólo que no habían visto un terreno fértil para tener eco. Antes había un proceso atrás de un sueño, que se quebró, y es un momento propicio para generar un proyecto nuevo para la sociedad. Pero la derecha no tiene un proyecto para presentar, infelizmente. Hay grandes intelectuales, incluso capitalistas de derecha, que plantean que las decisiones de este gobierno no tienen un objetivo final, no están enmarcadas en un proyecto país. Hay una conjunción de ideas y financiamiento que va impregnando en la gente, y el pueblo precisa creer en un sueño, en un proceso, ahí tienen el nicho. Creo (incluso porque, de lo contrario, la lucha no tendría sentido) en que la gente va a despertar y retomar el camino del avance, aunque sea gradualmente, pero va a llevar un tiempo que eso pase.

–La CUT integra el Frente Brasil Popular. ¿Hay conversaciones para presentar un frente común en las elecciones?

–Hay dos grandes frentes: el Frente Brasil Popular, que es el mayor, el que congrega más, y el Frente Pueblo Sin Miedo. La CUT querría que existiera un único frente, pero no fue posible concretarlo.

–¿Por qué no fue posible?

–Por concepciones diferentes, liderazgos distintos y disputas de poder. La CUT entendió que tenía que estar en los dos frentes, por el tamaño que tiene, por lo representativa que es y para construir la unidad entre ambos. Hoy Lula podría representar a un frente que incluya a los dos frentes [en las elecciones], pero si no llega, van a ser necesarias muchas conversaciones, negociaciones y articulaciones. Hoy la unidad se da en torno a la persona de Lula, pero si no, tiene que ser programática. Cómo la construyamos va a depender mucho de la capacidad de los líderes que coordinan este proceso. Otra cosa que ahora está clara es que la unidad de la izquierda no puede girar en torno a un presidente o una presidenta, sino que tiene que implicar a una gran masa de gente y una estrategia común para el país. Hay que tener mucha calma y ser muy responsable, porque a veces ser dirigente de vanguardia no es solamente ir, sino sobre todo construir una estrategia. Este es un momento de resistencia y construcción y replanteo de la estrategia.

–En Uruguay puede parecer extraño que una central sindical esté tan involucrada en la conformación de un frente electoral.

–La CUT tiene 34 años y antes de su fundación se discutió si tenía que ser un movimiento social, un partido político o una central sindical. Los compañeros decidieron conformar una central sindical y desde ese lugar organizar a los trabajadores, pero entendiendo que para defender la lucha es necesario tener una articulación social –por eso su apoyo a los movimientos sociales– y que la pauta de la lucha de los trabajadores pasa por una estrategia de qué Estado se quiere tener, lo que hace necesario apoyar a un partido de trabajadores. Estas tres patas son la base fundamental de la CUT y son las que llevaron a Lula a ser presidente. La discusión que se dio hace 34 años sigue siendo vigente hoy.

–Algunos grupos han planteado que si Lula no puede ser candidato presidencial ese lugar puede ser ocupado por Guilherme Boulos, el líder del Movimiento de los Trabajadores Sin Tierra. ¿Es algo de lo que se habla en la CUT?

–Es algo que se está hablando en todo Brasil, pero también se manejan otros nombres. Sin lugar a dudas, Boulos es un líder que promete mucho, tiene mucha capacidad, mucho liderazgo y suma mucho, pero todavía no representa el sueño; hace falta trabajar mucho para que eso suceda. Lo ideal sería que se presentara Lula y que después lo hiciera él. Confieso que en este momento no veo que su candidatura sea viable. Tenemos que buscar otras alternativas.

–¿Cuáles podrían ser esas alternativas?

–Tenemos liderazgos muy fuertes. Jaques Wagner, ex gobernador de Bahía y ex ministro de Lula y de Dilma, tiene la capacidad de asumir ese lugar. Tiene un discurso fuerte, es del nordeste, fue gobernador de un estado importante. Otro nombre puede ser el de la presidenta del PT, Gleisi Hoffmann, que ha ganado mucha visibilidad últimamente. Son posibilidades que se pueden manejar dentro del PT, pero hay que tener claro que el PT no va a ningún lugar en solitario. Va a ser necesario construir junto a otras agrupaciones de izquierda: el Partido Comunista de Brasil –que lanzó a Manuela D’Ávila como candidata presidencial– y otros partidos pequeños. Si Lula es el candidato, varios partidos se van a sumar, por lo que él representa. Si no fuera con Lula, puede ser que no tengamos apoyo suficiente. Pero quiero aclarar que la lucha y el proceso de avance social no puede pasar solamente por las elecciones de 2018, tiene que ser antes, durante y después. Es lógico que el momento de las elecciones sea importante; forma parte de nuestra estrategia, pero no puede ser el único, porque si no, cuando se termina el proceso electoral se terminan la lucha y la organización.

Hablando de Lula

Bajo el título “Lula debe morir”, la revista Isto É publicó una columna del escritor y publicista Mário Vitor Rodrigues en su edición del 10 de noviembre, dijo Bertotti a la diaria. En el texto se plantea que, si el ex presidente “continúa siendo capaz de liderar encuestas e inspirar a militantes, entonces Lula debe morir”. Más adelante se afirma que Lula, que es definido como “un arribista” y “un criminal”, debe ser derrotado en las urnas para que “el folclore” en torno a su figura “acabe” y Lula “muera políticamente”. “¿Cómo es que una revista escribe esto y el Poder Judicial no toma acciones?”, se preguntó la dirigente sindical, antes de contar que el columnista, como fue criticado en términos muy duros en las redes sociales, pidió protección policial. “¡Él incita a la gente a matar a Lula y después va a pedir protección policial! Este es el Brasil del que estamos hablando”, concluyó.

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