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Alejandro Guillier, candidato presidencial de la coalición Nueva Mayoría, reconoce su derrota, el 17 de diciembre, en el Estadio Nacional de Santiago. Foto: Claudio Reyes, AFP

La candidatura de Guillier prometía ser la revelación en Chile, pero sufrió el desgaste de la campaña

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Alejandro Guillier entró en la campaña electoral como una cara nueva en la política chilena, con ideas renovadoras y guiños a los sectores situados más a la izquierda, estuvieran o no dentro de la coalición Nueva Mayoría. Sin embargo, su candidatura se fue transformando y acercando al centro, hasta que perdió definitivamente ese aspecto novedoso y renovador para convertirse en otro representante de la política tradicional, y finalmente perdió en la segunda vuelta de las elecciones frente al ex presidente Sebastián Piñera.

“La ciudadanía nos está pidiendo una renovación en la política y atributos como confianza, credibilidad. Guillier representa todo eso”, decía el diputado del Partido por la Democracia Tucapel Jiménez en octubre de 2016, cuando el nombre de Guillier empezaba a sonar para la candidatura presidencial de Nueva Mayoría.

Guillier, que ya era conocido porque tenía una larga trayectoria en medios de comunicación, ingresó a la política destacando su independencia respecto de los partidos políticos. Si bien fue electo senador por el Partido Radical Social Demócrata, inmediatamente se declaró independiente, algo que le permitió, por ejemplo, criticar a Nueva Mayoría por no convocar a una Asamblea Constituyente, una de las promesas de campaña que la presidenta Michelle Bachelet no llegó a cumplir por la falta de apoyo dentro de la coalición oficialista.

En varias ocasiones el senador exigió más reformismo al gobierno de Bachelet, pero, sobre todo, a los diputados y senadores de Nueva Mayoría, que eran los que presentaban resistencias. En este sentido, criticó la reforma educativa aprobada por Bachelet, a la que calificó de “insuficiente”, y consideró que hay reformas “que no tienen que ver con la agenda económica, sino con las decisiones políticas de hacer los cambios”.

De hecho, cuando lanzó sus primeras propuestas para un eventual programa de gobierno, en setiembre de 2016, Guillier destacó que todas sus iniciativas provenían de organizaciones sociales y ninguna de ellas de partidos políticos. Este tipo de expresiones cayeron mal en los partidos de Nueva Mayoría, por lo que el dirigente moderó su discurso, aunque mantuvo su propuesta inicial. “Los gobiernos los hacen los partidos políticos con los independientes”, decía en setiembre de 2016, y reclamaba que se otorgara más espacio a “los independientes que, sin militar en ningún partido, se comprometen con los cambios. Eso va a traer frescura a la política”.

Entre las primeras propuestas que manejó el candidato figuraban un nuevo modelo económico, que incluía la creación de nuevas empresas públicas en áreas estratégicas, una reforma laboral para profundizar la impulsada por Bachelet y otra de la seguridad social para imponer un fuerte pilar solidario en el sistema que rige las jubilaciones, las cuales, además, prometía aumentar para que alcanzaran el salario mínimo.

Al principio, Guillier apostó por mantener contacto directo con la gente de forma cotidiana, haciendo recorridas en las calles y prometiendo una descentralización de gobierno que permitiera a las personas estar más en contacto con el gobierno y resolver sus problemas más rápidamente.

En ese entonces, la otra figura que sonaba con fuerza para ocupar la candidatura era la del ex presidente Ricardo Lagos. Apostando por Guillier, Jiménez aseguraba: “Ha estado en la calle, hablando con la gente, mientras Lagos está publicando libros para hablarle a la elite”. Dirigentes del Partido Radical, que era el más cercano a Guillier, contaban el año pasado que fue difícil convencerlo para que ocupara la candidatura, porque el senador desconfiaba de los partidos políticos y prefería mantenerse a una distancia prudente, algo que finalmente no hizo.

Caminos de tensión

Entrar a las grandes ligas fue difícil para Guillier. Siempre insistió en que quería ser un candidato independiente para mantener su distancia de los partidos de Nueva Mayoría y en un principio exigió que hubiera primarias dentro de la coalición. Finalmente, todos los partidos de Nueva Mayoría, a excepción de Democracia Cristiana, brindaron su apoyo a Guillier, aunque algunos a regañadientes, y esto hizo innecesaria la votación.

En su afán de mostrarse como un representante de los ciudadanos, el senador insistió en reunir las 33.000 firmas necesarias para inscribir su candidatura como independiente. “Mi problema es que no habrá primarias en la Nueva Mayoría, que es el mecanismo que ha permitido que la ciudadanía, la gente como usted o como yo, pueda elegir los liderazgos que nos van a representar y también participar en la elaboración del programa de ese gobierno. Es una decisión que me da pena y que no me agrada. Es una pérdida y tenemos que asumirlo como tal”, dijo Guillier en mayo en un video publicado en su cuenta de Twitter. En el camino, ante la falta de primarias, Democracia Cristiana decidió escindirse de la coalición y presentarse en solitario tras la candidatura de su presidenta, Carolina Goic.

Con Guillier confirmado como candidato de Nueva Mayoría, los partidos empezaron a exigir más espacio en su candidatura y algunos dirigentes salieron a reclamar públicamente un reconocimiento por parte del entonces precandidato del papel que les correspondía como espacios de generación de insumos de ideas programáticas y soportes de militancia. Este tipo de reacciones llegó después de que Guillier diera una serie de entrevistas en las que, delicadamente, se presentó como una figura diferente a la de los políticos tradicionales, algo que destacaba como una ventaja. “No soy un político que haya buscado el poder porque tiene una vocación por el poder. Para gobernar un país necesitas alguien decente que no se va a nublar en el poder”, dijo en un programa de Chilevisión en ese entonces.

Tras el surgimiento de las primeras críticas desde los partidos, reafirmó: “Soy independiente. Eso lo tienen que asumir. Si no, busquen un militante”. Y no se quedó ahí, sino que agregó: “Ellos me eligieron, yo no me impuse, les dije que fuéramos a primarias, no se atrevieron, que asuman su responsabilidad. Yo soy independiente y represento a un mundo ciudadano, y eso creo que hoy enriquece a la política y es un aporte distinto”.

Desde los partidos de Nueva Mayoría hubo réplicas a sus declaraciones en un tono que se mantuvo durante toda la campaña: Guillier fue el candidato que la coalición oficialista pudo tener, pero no el que habría elegido. Uno de los que lo plantearon más claramente fue el senador Guido Girardi, del Partido por la Democracia, quien en julio decía: “Guillier es un salvavidas de la Nueva Mayoría. La gente no encontró en nosotros las respuestas y fue por eso que Guillier apareció como alternativa”.

Agenda e ideas

Guillier trajo consigo algunas propuestas ya clásicas para la izquierda chilena, como la de convocar una Asamblea Constituyente y promover la inversión en infraestructura con proyectos en todo el país, pero también tenía capítulos novedosos, en particular un grupo de normas dedicadas a los derechos de las mujeres. Entre otras cosas, se proponía regular la brecha salarial entre hombres y mujeres; modificar la legislación para incluir la responsabilidad parental compartida entre ambos, por ejemplo, aumentando la licencia paternal; así como endurecer las penas para la violencia doméstica. Guillier también hablaba de aprobar el matrimonio entre personas del mismo sexo y promover la educación sexual. Otras de sus iniciativas consistían en reconocer constitucionalmente a los pueblos originarios y sus derechos ancestrales, y garantizar algunos derechos básicos –vivienda, educación y salud– a los inmigrantes ilegales.

Algunas de estas propuestas generaron rechazo en los partidos de Nueva Mayoría, dominados por hombres y más bien conservadores, y con el tiempo fueron perdiendo lugar en los discursos del candidato, que fue sonando cada vez más mecánico, apagado y moderado. Guillier pasó de ser favorito para ganar las elecciones junto con el ex presidente Piñera a casi perder el segundo lugar ante la candidata del Frente Amplio Beatriz Sánchez.

Varias cosas pasaron entre el comienzo y la mitad del año, que se alimentaron entre sí y permiten ver cómo la candidatura de Guillier se fue desinflando. Por un lado, el Frente Amplio se confirmó como una alternativa electoral y redobló sus críticas por izquierda contra Nueva Mayoría. Por otro, se estancó en las encuestas por debajo de Piñera, prácticamente sin posibilidades de disputarle la victoria, después de haber alcanzado el empate técnico en las encuestas de enero.

Además, después de que en mayo se confirmara que no habría primarias, los partidos de Nueva Mayoría presionaron hasta lograr designar representantes en su equipo de campaña, algo que Guillier había rechazado. Se habló de “profesionalizar” al equipo y de retirar de él a los senadores y diputados que buscarían la reelección. Una de las salidas que marcaron el quiebre fue la de Karol Cariola, diputada del Partido Comunista y dirigente de la juventud de su partido, que se encargaba del área de las comunicaciones de Guillier y lo asesoraba de cerca, promoviendo varias de las propuestas más a la izquierda que tenía el candidato.

Las explicaciones

En estos días, el oficialismo chileno busca por todos lados a quién responsabilizar por su derrota. Algunos acusan al gobierno de haber intervenido tarde y demasiado tímidamente en la campaña electoral, otros señalan al Frente Amplio y le enrostran el no haber brindado un respaldo abierto a Guillier. En cambio, el candidato buscó los problemas dentro de casa.

Varios medios chilenos consideraron que el discurso de Guillier en la noche de su derrota fue el mejor de toda la campaña. Quizá porque parecía más convencido y fue contundente. “Podemos sentirnos orgullosos de nuestras propuestas, pero también debemos ser autocríticos: hemos sufrido una derrota dura”, dijo, y continuó: “Es una noche triste, pero de aquí saldremos fortalecidos con una mejor opción, con un mejor progresismo y con organizaciones políticas más comprometidas por los ciudadanos”. Guillier afirmó: “Tenemos que trabajar para renovar nuestros liderazgos. Abrirnos hacia los movimientos sociales y escuchar más a la ciudadanía. Dejar de juntarnos en tantos palacios e ir a las organizaciones sindicales, sociales, recorrer el país y hablar con la gente”.

Son varios los políticos de Nueva Mayoría que ya empezaron a hablar de la necesidad de unir las bancadas de las organizaciones políticas progresistas para hacer un frente común y moderar en el Congreso las iniciativas del futuro gobierno de derecha, pero unos pocos entendieron que las palabras de Guillier se referían a una transformación más profunda. Por ejemplo, el ex ministro de Bachelet, de Lagos y de Salvador Allende Sergio Bitar advirtió: “Tenemos que trabajar, abrir nuestros partidos, darles contenido, y esa no es una tarea fácil. Para que el progresismo progrese no basta con esa rearticulación de los partidos, sino también la expresión de la sociedad civil organizada”.

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