Ingresá

Cableado de alta tensión al norte de Alemania. Foto: Klaus-Dietmar Gabbert, Dps, Afp (archivo, diciembre de 2017)

Alemania descarboniza su industria para cortar efecto invernadero, pero tiene varios obstáculos por remover

5 minutos de lectura
Contenido exclusivo con tu suscripción de pago
Contenido no disponible con tu suscripción actual
Exclusivo para suscripción digital de pago
Actualizá tu suscripción para tener acceso ilimitado a todos los contenidos del sitio
Para acceder a todos los contenidos de manera ilimitada
Exclusivo para suscripción digital de pago
Para acceder a todos los contenidos del sitio
Si ya tenés una cuenta
Te queda 1 artículo gratuito
Este es tu último artículo gratuito
Nuestro periodismo depende de vos
Nuestro periodismo depende de vos
Si ya tenés una cuenta
Registrate para acceder a 6 artículos gratis por mes
Llegaste al límite de artículos gratuitos
Nuestro periodismo depende de vos
Para seguir leyendo ingresá o suscribite
Si ya tenés una cuenta
o registrate para acceder a 6 artículos gratis por mes

Editar

Alemania quiere cortar como ningún otro país europeo las emisiones de CO 2 . Pretende hacer un pacto social y económico para reducirlas 13% en poco más de dos años. Para 2050 la energía del transporte deberá provenir de fuentes renovables. La industria automotriz y las históricas chimeneas del carbón parecen las más resistentes al cambio, aunque la enorme mayoría de alemanes quiera una transición energética limpia que preserve el medioambiente. El país que vendió, y todavía vende, motores diésel por todo el mundo debe abandonar la combustión y competir con empresas tecnológicas como Tesla. ¿Podrá el país del carbón deshacerse tan rápidamente del combustible más barato que tienen?

Enero de 2015, Alemania. La mitad de los autos vendidos fueron diésel. El motor por combustión, alemán por excelencia, para julio de 2017 había bajado a 40% de las preferencias. Los gráficos de barras hacen presumir que el diésel seguirá en deflación. El motor alemán está amenazado.

En el país el sector automotor emplea a 795.000 personas en 1.300 empresas. Es el rubro manufacturero más grande de Alemania. Vendió por más de 400.000 millones de euros en 2015 y exportó 4,4 millones de carros.

La industria automotriz tiene, por supuesto, un poderoso lobby. Pero su influencia no pudo tapar el escándalo que ventiló la Environmental Protection Agency, la agencia ambiental de Estados Unidos, en setiembre de 2015. La Volkswagen (VW) mintió sobre las emisiones de CO2 de, por lo menos, medio millón de autos exportados a Estados Unidos, el principal destino de la exportación automotriz alemana.

Uno de cada cinco coches que circulan en el mundo es de marca alemana. El fraude movió juzgados en Estados Unidos, Francia y otros países. Un ingeniero y un gerente de la VW en Alemania admitieron la manipulación de los artefactos para maquillar las emisiones y la Justicia abrió un proceso penal en Estados Unidos.

El año pasado, cuando se conocieron las indagatorias de la Justicia estadounidense, la comisionada de industrias de la Unión Europea (UE) amenazó con que los motores diésel tenían los días contados.

La posición de la VW es de gigante vulnerado. No solamente vende cada vez menos motores diésel. La canciller Angela Merkel dio su opinión en setiembre: apuntó que los fabricantes de autos son hábiles para explotar vacíos legales en las regulaciones ambientales. Les recomendó reconstruir la confianza con la ciudadanía, no sólo por el bien del país, sino por ellos mismos.

A mediados de noviembre, VW anunció que auspiciará una inversión de 10.000 millones de euros en China para fabricar autos eléctricos. La industria automotriz tradicional enfrenta una nueva competencia: las empresas tecnológicas como Tesla, de California, que consigue el doble de autonomía que la media de los autos eléctricos fabricados en Alemania. Pero el mayor desafío es interno: que los 75.000 autos eléctricos que circulan en Alemania, todos de elevado costo, se multipliquen hasta el millón que prevé el gobierno para 2020.

Al momento, hay 29 empresas alemanas que se dedican a la movilidad eléctrica, las grandes automotoras y algunas start ups. Mientras, varias ciudades europeas empiezan a desprogramar los motores diésel y a nafta. En 2020, Barcelona, por ejemplo, no dejará entrar vehículos diésel al área metropolitana.

Transición energética

En 2015, cuando se firmó el acuerdo de París sobre Cambio Climático, las inversiones en energías renovables, de Estados y privados, llegaron a los 350.000 millones de dólares en todo el mundo. Los alemanes deberán invertir 30.000 millones de euros por año durante las próximas 30 navidades si quieren “descarbonizar” totalmente su economía para 2050, como se propusieron. Descarbonizar implica pasar el transporte, público y privado, a renovables en un corto plazo. Eliminar las plantas nucleares y disminuir notoriamente las de carbón es la meta a 30 y pocos años. El carbón representa 40% de la producción de energía en Alemania y 37% de los gases de efecto invernadero. Para 2030, el país deberá cerrar la mitad de las plantas a carbón para generar electricidad. Entre las diez plantas más sucias de Europa, siete están en Alemania.

Por Energiewende se conoce en Alemania la transición energética de fósiles y nuclear a renovables. El movimiento, que pretende ser una amalgama entre lo político y lo económico o entre el Estado y las empresas, deberá cortar los gases de efecto invernadero 40% para 2020.

Las renovables representan 30% de cada uno de los casi 600 terawatt producidos en Alemania. Los molinos de viento en tierra generaron 10 cada 100 watts; los que están en el Mar del Norte significaron 2 cada 100 unidades eléctricas consumidas, la biomasa 7 de 100, el sol 6 cada 100 y los desperdicios no llegaron a 1 por 100.

Las chimeneas alemanas sudan 906 millones de toneladas de CO2 al año. La Energivende busca cortar entre 25 y 30 millones de toneladas de dióxido de carbono al año, apelando al uso racional de industria y hogares. La calefacción en el país es otro debate público frecuente. A 2050, el gobierno federal quiere hacer hogares de emisiones neutrales.

Próximamente, los 10.000 consumidores más grandes de energía instalarán un contador inteligente y, a partir de 2020, cada empresa y cada hogar deberá tener el suyo. El gobierno garantiza que los datos sensibles del contador inteligente, que estará integrado al teléfono móvil o al vehículo, por ejemplo, no podrán ser hackeados.

El desafío alemán es más intenso que el europeo. La UE se impuso un recorte de 20% en las emisiones a tres años. El Ministerio Federal de Medio Ambiente puso el tope más alto. Para 2050 el transporte debe emitir cero CO2, es decir, debe ser eléctrico.

Descarbonizar el transporte

Las industrias que generan energía en Alemania son las mayores responsables de las emisiones contaminantes. Representaron 28% de las emisiones en 2014, cuando las renovables sólo pudieron participar en 6% de cada viaje que hicieron los alemanes.

El transporte depende del carbón, porque el carbón genera la electricidad que hace mover los trenes y metros. El sector del transporte público ha dicho que descarbonizará sus trenes y buses, pero no aparece el plan maestro para hacerlo. Desde que el tren es tren está ligado al carbón. Las emisiones en el sector del transporte siguen al mismo nivel que en 1990.

Aunque exporta carbón, Alemania es el principal productor mundial de lignito, un carbón liviano y fácil de quemar. Es más barato, tiene menor rendimiento que el carbón duro y escupe mayores niveles de CO2. 13.680 picapedreros alimentan las chimeneas de la industria, y también los 20.000 kilómetros cuadrados de vías del tren electrificadas. Cerrar sus minas es harto complicado.

La última tendencia en movilidad se llama compartir. En Holanda ya se usan los autos compartidos. Son propiedad colectiva de amigos, que, por ejemplo, no quieren hacerce cargo de todas las responsabilidades de tener un vehículo, pero lo usan si lo necesitan alguna vez a la semana. Taxis compartidos, más bicicleta, mejoras del servicio de transporte público. Una comunión entre medios de transporte sostenibles, conciencia social e incentivos estatales, además de la cooperación empresarial, son las llaves para el cambio que Alemania ya está desarrollando. El prestigio que la sociedad otorga al auto podría tener los días contados. ¿En serio echarás todo ese CO2 durante tu viaje solitario hoy? ¿O te subís a un taxi compartido que vaya por tu ruta, a tu hora? Así podrías ser un buen ciudadano y cuidar el planeta. ¿O serás un egoísta que maneja el coche en hora pico, y todavía solo?

Política de transición consensuada

Alemania es un motor económico de Europa y la cuarta economía planetaria. En octubre el gobierno y las empresas concretaron una alianza, que pretenden extender al conjunto de la ciudadanía, para lograr el objetivo de descarbonizar la economía a 2050. El acuerdo macro es que las empresas y los gobiernos deberán proveer a la ciudadanía una energía limpia, segura y a precios razonables.

El supuesto del que parten es el beneficio mutuo (co-benefit), un concepto que refiere a cómo los actores involucrados en una política pública convergen en sus objetivos a través de beneficios tangibles e intangibles, y se sienten parte indisociable de una política pública consensuada.

Los objetivos son a corto plazo y se evalúan en función de parámetros científicos anclados en aquellos intereses relevantes para las poblaciones. Estos objetivos son identificables, tienen un correlato en el tiempo, son atribuibles a intervenciones específicas y están orientados en función de las oportunidades que se buscan.

¿Tenés algún aporte para hacer?

Valoramos cualquier aporte aclaratorio que quieras realizar sobre el artículo que acabás de leer, podés hacerlo completando este formulario.

Este artículo está guardado para leer después en tu lista de lectura
¿Terminaste de leerlo?
Guardaste este artículo como favorito en tu lista de lectura