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Luiz Inácio Lula da Silva, después de asistir a una misa católica en memoria de su difunta esposa Marisa Leticia, el sábado, en el edificio del sindicato de trabajadores metalúrgicos en Sao Bernardo do Campo, San Pablo, Brasil.

Foto: Miguel Schincariol

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Fueron tres días de tensión e incertidumbre en Brasil, que comenzaron cuando el juez Sérgio Moro emitió la orden de detención contra Luiz Inácio Lula da Silva, la tarde del jueves, y terminaron con su ingreso en el penal de Curitiba, la noche del sábado. Durante todo ese tiempo, miles de personas se movilizaron en Brasil para rechazar la detención de Lula, aunque también hubo quienes salieron a las calles para festejar como un triunfo su encarcelamiento. Las marchas de los seguidores de Lula continuaban ayer, con varias convocatorias en todo el país. La principal fue la vigilia en el penal donde está preso, en la que participaron el Partido de los Trabajadores (PT) y los principales movimientos sociales de Brasil.

Desde que se emitió la orden de detención en su contra, Lula se dirigió al Sindicato de los Metalúrgicos de São Bernardo do Campo, su cuna política, donde permaneció hasta la tarde del sábado. Moro le había dado plazo hasta el viernes a las 17.00 para que se entregara, pero las negociaciones entre los abogados del ex presidente y los delegados de la Policía Federal le permitieron incumplir ese plazo y participar, el sábado de mañana, en una misa en homenaje a su esposa fallecida Marisa Letícia.

Después de la ceremonia, Lula les habló a sus seguidores por primera vez desde que se emitió la orden de detención. En un tono encendido y muy emocionado por el apoyo que recibió, Lula defendió su inocencia, acusó a un sector del Poder Judicial y de los medios de comunicación de perseguirlo y aseguró que está atravesando “el momento de mayor indignación que un ser humano puede vivir”. Antes de anunciar que se entregaría después del acto, dijo: “No estoy por encima de la Justicia”.

El discurso de Lula dejó varias frases que se han reproducido desde entonces una y otra vez en las redes sociales: “No soy un ser humano, soy una idea, y no se puede terminar con las ideas”, “La muerte de un combatiente no para la revolución”, “Jamás podrán apresar nuestros sueños”. Además de las palabras de Lula, el acto dejó una fotografía que muestra al dirigente subido a los hombros de un militante rodeado de miles de personas.

Cuando de tarde Lula se dispuso a abandonar la sede del Sindicato de los Metalúrgicos para entregarse, no lo logró. Sus seguidores impidieron la salida del auto en que viajaba y le pidieron que no se entregara. Unas horas después, Lula salió a pie del edificio, escoltado por integrantes de movimientos sociales que lo ayudaron a atravesar la multitud en dirección a un auto que estaba cerca. La salida fue anticipada por la presidenta del PT, Gleisi Hoffmann, quien les dijo a los militantes que si Lula no salía del lugar en media hora, podía verse perjudicado en el proceso judicial.

Cambio de escenario

El trayecto comenzó en ese auto, siguió en el avión que lo trasladó de San Pablo a Paraná y terminó en un helicóptero que lo llevó del aeropuerto al penal en Curitiba. Cuando aterrizó, el cielo fue iluminado por decenas de fuegos artificiales que celebraban su ingreso a la prisión. En los alrededores del penal, cientos de seguidores lo esperaban, y cuando llegó hubo enfrentamientos.

Horas antes, la Justicia había emitido una medida cautelar para impedir las movilizaciones en las cuadras adyacentes al penal de Curitiba, donde están encerrados varios políticos condenados por el esquema de corrupción en Petrobras. El penal está bajo el cuidado de la Policía Federal, pero el perímetro establecido por la medida judicial era custodiado por la Policía Militar.

En el momento en el que aterrizó el helicóptero que trasladaba a Lula, fueron disparadas balas de goma y bombas lacrimógenas contra sus seguidores por causas que no fueron determinadas con claridad. Después, el responsable del operativo de la Policía Militar, el teniente coronel Mário Henrique do Carmo, dijo que en el lugar en el que estaban los manifestantes habían explotado dos bombas de estruendo y que para dispersarlos habían reaccionado disparando balas de goma. Do Carmo se desentendió de los gases lacrimógenos y responsabilizó a la Policía Federal, que no explicó su actuación. Una vez comenzada la represión, los manifestantes lanzaron piedras y otros objetos a la Policía, que finalmente se retiró. Ocho manifestantes y un policía sufrieron heridas de poca gravedad.

El episodio generó enojo entre los grupos que apoyan a Lula, y algunos dirigentes del PT se pronunciaron al respecto. El senador Lindbergh Farias tuiteó que era un “escándalo” que la Policía reprimiera a personas que “estaban cantando” a favor de Lula y fuera condescendiente con quienes estaban celebrando su detención. “Sólo les faltó servirles café”, dijo. “La violencia es sólo para quien apoya a Lula”, afirmó, por su parte, el diputado Paulo Teixeira.

Hoffmann llegó al lugar pocas horas después y dijo que exigiría explicaciones por esa “acción violenta”. “Mientras el presidente esté aquí, va a haber caravanas y vigilias. La Policía Federal tiene que estar preparada para garantizar la seguridad de los manifestantes”, agregó.

Cuestión de tiempo

Se desconoce por cuánto tiempo estará preso Lula. Si bien tiene una condena de 12 años y un mes de prisión, en Brasil es habitual que una vez cumplida una sexta parte de la pena se habilite primero el régimen semiabierto y después la libertad condicional. Sin embargo, hay otros ocho procesos judiciales en los que el dirigente es investigado o acusado, por lo que la pena podría aumentar.

Lula podría ser liberado antes si el Supremo Tribunal Federal (STF) reevaluara la interpretación de la Constitución que hizo en 2016, cuando definió que la condena debe empezar a cumplirse una vez ratificada por un tribunal de segunda instancia, y no cuando se agoten todos los recursos que se pueden presentar ante la Justicia. Se prevé que este tema sea sometido a votación esta semana y que el STF cambie su posición, con lo cual los abogados de Lula podrían pedir su liberación. La defensa de Lula también presentó un recurso ante el Comité de Derechos Humanos de la Organización de las Naciones Unidas. Por su parte, la ex presidenta Dilma Rousseff, que ha tenido mucha presencia al lado del dirigente en los últimos meses, viajará a España y a Estados Unidos para denunciar que Lula está sufriendo una persecución política.

Más que palabras

Lula fue acompañado en sus últimas horas en libertad por otros dos candidatos presidenciales de izquierda, Guilherme Boulos, del Partido Socialismo y Libertad, y Manuela D’Ávila, del Partido Comunista de Brasil. Ambos publicaron un comunicado conjunto en el diario Folha de São Paulo en el que consideran que la condena “sin pruebas” de Lula es “un atentado a la democracia” que busca “sólo inviabilizar su candidatura”. El PT ratificó ayer que Lula es su candidato y que su detención no lo inhabilita, ya que es el Tribunal Supremo Electoral el que decide si cumple con las condiciones para postularse a las elecciones de octubre, para las cuales es favorito.

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