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Beto O'Rourk, el domingo, en Las Vegas.

Foto: Ethan Miller

Beto O’Rourke, el demócrata texano que quiere sacar a Trump de la Casa Blanca

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La semana pasada el ex legislador anunció que competirá en la reñida interna de su partido.

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Un “peso pluma” y un “izquierdista radical que pelea por unas fronteras abiertas”. Con esas palabras el presidente estadounidense, Donald Trump, calificó al político demócrata texano Robert Francis O’Rourke el año pasado, durante la campaña electoral para el Senado en Texas, en las que O’Rourke terminó derrotado por un escaso margen por el republicano Ted Cruz, quien aparecía como claro favorito a conseguir la banca con holgura.

Fue por eso que, a pesar de no haber conseguido su lugar en el Senado, O’Rourke –a quien todos conocen como Beto– captó la atención de la política estadounidense al lograr una enorme cantidad de votos en un estado considerado uno de los principales bastiones del Partido Republicano. Lo consiguió con una campaña singular, en la que recorrió los 254 condados de Texas –el segundo estado del país en tamaño, después de Alaska, con una extensión casi cuatro veces superior a la de Uruguay–. En esa campaña logró una enorme financiación gracias a aportes online de miles de personas. En cambio, no aceptó los aportes de los denominados Comités de Acción Política (conocidos como PAC, por sus siglas en inglés) ni de grupos lobbistas de ningún tipo.

La semana pasada, el dirigente anunció su postulación para las elecciones primarias del Partido Demócrata que se celebrarán en 2020. En ese proceso electoral se elegirá al oponente que enfrentará a Trump en las presidenciales del 3 de noviembre de 2020. Su nombre se sumó al de otros referentes del partido, tales como el veterano senador Bernie Sanders, la senadora californiana Kamala Harris, la senadora de Minnesota Amy Klobuchar, el gobernador del estado de Washington, Jay Insleey, la legisladora hawaiana Tulsi Gabbard y el ex gobernador de Colorado John Hickenlooper, quienes, entre otros, también aspiran a ser el próximo presidente y a sacar a los republicanos del poder.

El nombre de Beto dejó de ser extraño para los conocedores de la política estadounidense, más aun después de que la semana pasada, un día después de anunciar su candidatura, logró recaudar mediante aportes online más de seis millones de dólares –la mayor cifra lograda por cualquiera de los aspirantes a la presidencia en esta campaña–. Según escribió en su cuenta de Twitter Chris Evans, el vocero de O’Rourke, esta cifra se alcanzó “sin un centavo” proveniente de los PAC, de corporaciones o de grupos de presión de cualquier clase. La cifra lograda por el texano se ubica por encima de los 5,9 millones de dólares que anunció Bernie Sanders luego de su primer día como candidato.

¿Quién es Beto?

Al contrario de lo que sugiere su apodo de raíces hispánicas, Robert Francis O’Rourke, de 46 años de edad, casado y con tres hijos, es descendiente de irlandeses y galeses. Pero el precandidato es oriundo de la ciudad texana de El Paso y creció en permanente contacto con la enorme comunidad latina, particularmente mexicana, que habita en esa localidad fronteriza a la que el río Bravo separa de Ciudad Juárez.

De chico, para diferenciarlo de su abuelo, que también se llamaba Robert, su familia comenzó a llamarlo Beto, lo que siempre le cayó bien a este político que habla fluidamente español y cuyas ideas han chocado de frente contra las de republicanos y también contra las de muchos demócratas. Desde la adolescencia, además de ser fanático del skate y de la música punk (llegó a integrar un par de bandas que tuvieron relativo éxito en la década de 1990), Beto tuvo mucho interés en la informática y fue uno de los fundadores del Culto de la Vaca Muerta, un grupo de hackers denominado de esa manera porque sus primeras reuniones se realizaron en un matadero texano. Este grupo, que Beto abandonó hace años pero que continúa adelante con sus acciones, fue el creador del término “hacktivismo”.

Después de terminar el liceo, O’Rourke trabajó en algunas empresas vinculadas a servicios de internet –algunas fundadas por él–, pero por influencia de su padre, Pat, poco a poco fue metiéndose en el mundo de la política. Pat, un prestigioso juez de la ciudad de El Paso que murió en 2001, atropellado por un auto cuando paseaba en bicicleta, llevaba a su hijo a actos del Partido Demócrata desde que era niño, y así, sin quererlo, fue marcando su camino.

En 2005, Beto O’Rourke fue electo consejero de la ciudad de El Paso. Más tarde, pegó el salto a la política nacional y, entre 2013 y enero de este año, se desempeñó como representante en el Congreso estadounidense por el 16º distrito de Texas, el que comprende a El Paso y otras pequeñas localidades aledañas.

Dueño de un carisma muy particular, se abrió camino en la política promoviendo, entre otras cosas, la legalización del aborto y los derechos reproductivos, y la defensa de los derechos de la población LGBT. En una era en la que muchos políticos optan por inclinar su discurso hacia el centro, durante su campaña al Senado de Texas apostó decididamente por una agenda progresista, lo que lo llevó a confrontar al extremo con las propuestas de su rival republicano. En sus discursos habló a favor de un sistema de salud universal, defendió una política más restrictiva en la venta de armas de fuego, criticó a la Justicia, que en ocasiones es arbitraria con las minorías, y atacó la política migratoria de Trump.

Por el contrario, expresó una abierta defensa de los derechos de los inmigrantes, a quienes considera un pilar fundamental para el desarrollo de su país. Por lo tanto, se manifestó en numerosas ocasiones en contra de la construcción del muro que Trump pretende erigir en la frontera entre Estados Unidos y México. “No necesitamos un muro”, afirmó O’Rourke, que denunció la campaña del miedo a los inmigrantes impulsada por el presidente.

El político texano también se manifestó en 2016 a favor de los deportistas negros que promovieron un movimiento de boicot al himno de Estados Unidos para denunciar la violencia policial que se estaba ejerciendo y se ejerce contra la población afrodescendiente. Para terminar de caerle mal al electorado más reaccionario, en los últimos días el dirigente se manifestó a favor de que se termine “la prohibición federal de la marihuana”. Argumentó que las leyes antidrogas de Estados Unidos se aplican en forma distinta dependiendo de quién sea el usuario de la droga.

“Podemos librarnos de la distinción de ser el país que encarcela a más ciudadanos que cualquier otro en la faz del planeta”, dijo O’Rourke durante uno de sus primeros actos de campaña como aspirante a la presidencia, ante un grupo de personas –en su enorme mayoría blancas– que estaban cenando en un bar en la localidad de Keokuk, en el estado de Iowa. Afirmó que las personas de todos los orígenes étnicos en el país consumen drogas en cantidades similares, pero que en general los que terminan presos por esa causa no se parecen a los que estaban en ese restaurante. “Usualmente son de piel más oscura”, dijo, y agregó: “Entonces lo que pasa después es que estas personas, cuando salen en libertad, tienen la marca de haber estado presas, lo que disminuye sus oportunidades de tener un empleo, de criar una familia o de obtener un préstamo”.

Fronteras afuera

Durante la campaña del año pasado en Texas, O’Rourke se refirió a la política de intervención de Estados Unidos en conflictos bélicos en el exterior. “A pesar de nuestros esfuerzos en el Congreso, las guerras en las que nos hemos involucrado desde el 11 de setiembre de 2001 han seguido haciendo metástasis”, dijo en noviembre. En ese momento, el texano habló de cómo el asesinato del periodista saudí Jamal Khashoggi reveló la verdadera naturaleza de la relación entre Estados Unidos y Arabia Saudita, así como el papel de Estados Unidos en la guerra en Yemen. Este conflicto, dijo, según declaraciones recogidas por el diario El Paso Times, “ya se ha cobrado demasiadas vidas, y pone en peligro la vida de 12 millones de yemeníes en este momento, por inanición, por morir en uno de los países más empobrecidos del mundo”.

El demócrata agregó que no ha habido en Estados Unidos un debate sustancial acerca de si el país debería participar o no en estos conflictos, incluyendo la presencia de militares estadounidenses en Irak, Afganistán, Níger, Somalia, Libia y Yemen. “Estamos yendo a la guerra sistemáticamente, de un país al otro, sin tener claro realmente lo que estamos haciendo ni el costo humano y material que requieren tales operaciones”, dijo el dirigente.

Más recientemente, la semana pasada, durante un acto en el estado de New Hampshire, O’Rourke se refirió al conflicto palestino-israelí y criticó con dureza a los líderes de ambos lados por ser ineficaces en las negociaciones para buscar una solución. Según informó Fox News, el precandidato se mostró partidario de la “solución de dos estados”, pero agregó que con los actuales gobiernos ese objetivo será imposible de alcanzar.

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