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Mujeres de origen aymara, realizan un ritual de agradecimiento a la Pachamama, luego de la ceremonia de asunción de Luis Arce como presidente de Bolivia (archivo, noviembre de 2020).

Foto: Luis Gandarillas, AFP

La oposición boliviana apunta ahora a los gobiernos regionales

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La ex presidenta de facto Jeanine Áñez y el líder de las protestas de 2019 contra Evo Morales, Luis Fernando Camacho, anunciaron sus candidaturas.

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Leído por Virginia Recagno
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Las elecciones de octubre dieron un doble viraje en la política boliviana. En primer lugar, porque terminaron con el gobierno de facto que se había instalado el 12 de noviembre de 2019, cuando el presidente Evo Morales fue derrocado y sustituido por la vicepresidenta segunda del Senado, Jeanine Áñez. En segundo término, porque el contexto forzó una renovación en su partido, el Movimiento al Socialismo (MAS), a la que el ex presidente se había resistido.

Ese año Morales se había presentado a la reelección pese a que un referéndum había descartado esa posibilidad. Pero en 2020, con Morales fuera del país y acusado de diversos delitos por las autoridades de facto, el MAS presentó como candidato al ex ministro de Economía Luis Arce, que recibió 55% de los votos y logró una victoria en primera vuelta. Con Arce llegó al gobierno una nueva generación de dirigentes del MAS que habían participado en las administraciones de Morales, pero no en los cargos más altos, y se reconfiguró la interna de ese partido.

Una nueva votación está prevista para el 7 marzo, cuando se elegirá a gobernadores para los nueve departamentos del país, asambleístas departamentales, alcaldes y concejales.

Áñez, que a último momento decidió abandonar sus aspiraciones de postularse a la presidencia en octubre, presentó el martes su candidatura a la gobernación del departamento de Beni, en la región amazónica boliviana. Anunció que competirá por Unidad Nacional, el partido del empresario y dirigente opositor Samuel Doria Medina, y por eso renunció a su partido, el Movimiento Demócrata Social.

Luis Arce, nuevo presidente de Bolivia, luego de tomar posesión en la Asamblea Legislativa Plurinacional, este domingo, en La Paz (archivo, noviembre de 2020). Foto: Freddy Zarco, ABI, AFP

También presentó su candidatura Luis Fernando Camacho. Este empresario fue uno de los principales líderes de las protestas contra Morales en 2019 y es recordado por irrumpir con una Biblia en el Palacio Quemado, la sede de la presidencia.

En octubre, Camacho fue candidato a la presidencia de Bolivia por el partido Creemos y quedó en tercer lugar, después de Arce y el ex presidente Carlos Mesa, con 14% de los votos. Ahora competirá por la gobernación de Santa Cruz, la región más poblada y con mayor poder económico, para la cual impulsa un proceso autonomista, al igual que otros dirigentes de derecha. “Necesitamos una Bolivia federal, y ese es el proyecto cruceño”, dijo a sus votantes.

“Yo nunca vine de la arena política, pero tuvimos que entrar porque el momento lo ameritaba y lo hicimos”, dijo Camacho, que en estas elecciones cuenta con el respaldo de Demócratas, el partido del actual gobernador, Rubén Costas, un dirigente fuerte en la región.

En la interna del MAS, que es el único partido con presencia en los nueve departamentos y los 339 municipios, la nueva dirigencia mide fuerzas con la anterior, la de Morales, a la hora de definir candidaturas. En algunos lugares, entre ellos el Chapare, se oyeron gritos de “renovación” y “no al dedazo” en encuentros partidarios.

Para Morales, que pese a estas divisiones fue recibido por una multitud cuando volvió a su país, los bolivianos deben mantenerse en alerta por lo que ocurrió en 2019, y los llamó a defender a Arce, al actual gobierno y al “proceso de cambio”. El dirigente advirtió: “Sigue vigente el tema del golpe, es una lucha ideológica, programática, es una lucha cultural, social, comunal y, claro, una lucha electoral”.

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