En marzo se cumplieron diez años del comienzo de la guerra en Siria. El conflicto bélico se desató en el marco de la Primavera Árabe, las masivas protestas que hicieron caer a los gobernantes de Egipto, Túnez y Libia. Pero el presidente sirio de entonces, Bashar al Assad, logró mantenerse en el gobierno y ayer se postuló a una nueva reelección.
De hecho, Al Assad llegó al cargo en el año 2000, cuando murió su padre, Hafez al Assad, que a su vez había gobernado el país casi 30 años, desde 1971. En las elecciones más recientes en Siria, las de 2014, el actual presidente fue reelecto con 88,7% de los votos, y también aparecía como favorito ayer.
Uno de los elementos que jugaban a su favor es que la elección se desarrolló sólo en aquellos territorios que están bajo control del gobierno. No hubo elecciones en la provincia de Idlib o en las áreas cercanas a la ciudad de Alepo, que se encuentran en manos de grupos armados, en su mayoría islamistas, que se enfrentan con el gobierno y reciben apoyo desde el exterior.
Otro elemento que da ventaja a Al Assad es que no toda la oposición estuvo representada en las elecciones. Se exigía que los candidatos hayan vivido los últimos diez años en el país, lo que dejó fuera de competencia a la oposición en el exilio. Tanto fuera como dentro de Siria, se repitieron las protestas contra estas elecciones, a las que los manifestantes califican de “fraudulentas” e “ilegítimas”, y también se reiteraron en los medios internacionales los testimonios de votantes que apoyaban a Al Assad convencidos de que es el mejor gobernante para Siria.
Uno de los postulantes que competían por la presidencia era Mahmud Marai, un líder del sector opositor que el gobierno reconoce, que no está vinculado con las facciones armadas y que representó a toda la oposición en las negociaciones de paz impulsadas por la Organización de las Naciones Unidas (ONU). El otro candidato era el exviceministro Abdullah Salloum Abdullah, quien se presentó como independiente.
Mientras tanto, Siria sigue enfrentando situaciones económicas críticas como las que desataron las protestas en 2011, con falta de productos básicos y de combustible, y con la presión de las sanciones que aplica Estados Unidos. Tanto ese país como los gobiernos de Alemania, Francia, Reino Unido e Italia manifestaron que desconocían estas elecciones porque no forman parte del proceso que la ONU promovió para solucionar el conflicto en Siria y porque, afirmaron, tenían un ganador cantado.
Los mismos cuestionamientos hizo la Administración Autónoma del Norte y Este de Siria, el gobierno regional autoproclamado por la población kurda de esa zona. Tampoco la ONU reconoce estos comicios.
Según informó la agencia de noticias Efe, cuando Al Assad votó ayer en Duma, en las afueras de Damasco, dijo que la participación de los sirios en estas elecciones era una respuesta “suficiente” a las críticas de “los países occidentales con historia colonial”. De acuerdo con un comunicado de la presidencia, Al Assad declaró: “Esta es la respuesta popular, es una afirmación de que el ciudadano sirio es libre. La decisión del ciudadano está en manos del pueblo, no en manos de ninguna otra entidad”.