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Barrio Paso Molino, el 28 de junio de 2021.

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Y muriendo también libertad: el exitoso fracaso de la libertad responsable y su futuro pospandémico

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Leído por Abril Mederos.
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La larga ola uruguaya de covid-19, que en estos días está cediendo, entrará en los libros de historia de la pandemia mundial. Dos datos de Our World In Data permiten dimensionar la excepcionalidad del tsunami. Primero, Uruguay es el único país del mundo que se mantuvo por encima de los 650 casos confirmados por millón de habitantes durante 80 días consecutivos. Segundo, sólo cuatro países estuvieron dos meses seguidos por encima de los 13 fallecimientos diarios por millón de habitantes; Uruguay es uno de ellos.

Durante estos meses el presidente uruguayo surfeó esta ola de más de 4.000 muertos proclamando desde la tabla su particular forma de encarar la pandemia, convenciendo a muchos compatriotas con su discurso. Mientras la bandera de la libertad responsable ondea orgullosa entre camillas y ataúdes terminamos de darnos cuenta de que, paradójicamente, su fracaso sanitario es la muestra más cabal de su profundo éxito ideológico.

Porque la libertad responsable no es un concepto nuevo, sino un slogan coyuntural que hunde sus raíces en movimientos más profundos del sentido común uruguayo. Los actuales cantos a la responsabilidad individual, ecos de antiguas melodías, se prolongarán también en el Uruguay pospandémico. Entender la libertad responsable es comprender la exitosa épica del actual gobierno; intentar desentrañarla es la motivación del presente artículo.

La libertad responsable como continuidad de profundos movimientos en el sentido común

El ciclo de izquierda en el gobierno generó importantes cambios en la economía, reforzando el rol del Estado y mejorando la distribución del ingreso. En paralelo, a contrapelo y como paradójica consecuencia, el sentido común uruguayo se movió hacia posiciones de menor preferencia por la distribución, disminuyendo la valoración del Estado.

Distintos relevamientos de opinión pública de los últimos 15 años permiten sostener esta afirmación.1 Resumidamente: desde la perspectiva impositiva creció la opinión de que la gente paga muchos impuestos, aumentó la cantidad de personas que opinan que el impuesto a la renta de las personas físicas (IRPF) es malo o muy malo y bajó la opinión de que cobrar impuestos a los ricos y subsidiar a los pobres es un elemento esencial de la democracia. Con respecto a la pobreza, creció la visión de que la solidaridad con las personas en situación de necesidad está garantizada, cayó la percepción de la pobreza como el problema más importante, aumentó la cantidad de personas que opinan que los pobres son pobres por flojos y falta de voluntad, así como la idea de que las personas en situación de pobreza son responsables de su situación.

Antonio Gramsci planteó en sus cuadernos de la cárcel que “las ideas y las opiniones no ‘nacen’ espontáneamente en el cerebro de cada individuo: han tenido un centro de formación, de irradiación, de difusión, de persuasión, un grupo de hombres o incluso una individualidad singular que las ha elaborado y las ha presentado en la forma política de la actualidad. La numeración de los ‘votos’ es la manifestación final de un largo proceso”. La alfombra para que la libertad responsable hiciera su entrada se fue tendiendo años antes de la llegada del nuevo gobierno.

La libertad responsable como afirmación de inicio de un nuevo tiempo

En el libro cuatro de La riqueza de las naciones, Adam Smith describe el pensamiento de los fisiócratas franceses del siglo XVII, quienes plantearon que la riqueza de una nación residía exclusivamente en el mundo agrícola, dando un giro radical al pensamiento económico francés. Smith resume el fundamento histórico de esta reacción extrema: “Según reza el proverbio, cuando la vara se tuerce demasiado hacia un lado, para enderezarla es menester torcerla también demasiado hacia el otro”.

Dos siglos y medio más adelante, la vara se movía en Uruguay. En marzo de 2020 un gobierno progresista daba paso a un gobierno liberal. El ciclo de 15 años de gobiernos del Frente Amplio, primero en la historia, se cerraba; el ciclo de llegada al gobierno del Partido Nacional, que vuelve cada 30 años, se abría. Y justo en ese momento bisagra de la historia nacional, exactamente en ese preciso instante, llegó una pandemia que exigía como nunca antes la acción estatal y la coordinación de decisiones individuales.

Ante la encrucijada, el plan se reafirmó. Luego de tres décadas de espera el Herrerismo, convencido de que la vara estaba demasiada torcida hacia un lado, insistió en torcerla hacia el otro, a pesar del temporal. El nuevo gobierno continuó con su programa de ajuste fiscal en plena crisis económica. El centro de la respuesta económica y sanitaria radicaría en el individuo, no en el Estado, en consonancia con el giro liberal del momento histórico.

La libertad responsable como exageración del liberalismo

El rol del Estado es una de las discusiones más interminables y apasionantes de la historia del pensamiento económico. Quien escribe tiene algunas opiniones sobre el tema, pero comprende que existen visiones diversas y muy bien fundamentadas. Sin embargo, lo particular de la libertad responsable no es que sea una manifestación local del liberalismo; su particularidad radica en que es una exageración. La comparación internacional nos da evidencia para sostener esta afirmación.

En 2020 la exageración pautó la política económica uruguaya. El mundo optó por un camino de fuerte intervención estatal frente a la crisis, que trascendió fronteras ideológicas: líderes liberales de países desarrollados –Emanuel Macron, Angela Merkel– llamaron a una intervención decidida del Estado; organismos internacionales como el Fondo Monetario Internacional –cuyas nociones económicas distan de ser comunistas o despreocupadas de los equilibrios fiscales– pidieron a los países que “gasten y gasten”. Mientras tanto, Uruguay continuó con su agenda de ajuste fiscal. En las comparaciones internacionales sobre las respuestas económicas de los estados para mitigar la crisis económica, Uruguay quedó en los últimos lugares del planeta.2

En 2021 la exageración condujo la política sanitaria uruguaya. Países liberales que se ubican primeros en los índices de libertad económica3 –como Singapur, Nueva Zelanda, Australia, Canadá o Irlanda– tomaron medidas de restricción de la movilidad mucho más importantes que Uruguay, incluso confinamientos obligatorios, y no por ello dejaron de ser los países más liberales del planeta. Suecia y Reino Unido, que se negaron inicialmente a tomar medidas de restricción de la movilidad, se arrepintieron y cambiaron su estrategia. Mientras tanto Uruguay, envalentonado con un 2020 que lo tuvo como ejemplo por sus resultados sanitarios, se negó a tomar medidas más ambiciosas de restricción de la movilidad ante el avance de la pandemia en 2021, como recomendaron sus asesores científicos y médicos.

La libertad responsable uruguaya se ubicó en una posición extrema a nivel mundial, tanto en lo económico como en lo sanitario. Más liberal que los liberales, recurrió a la filosofía para sostenerse ante la adversidad de la realidad.

La libertad responsable como un giro discursivo hacia lo filosófico

Hace cinco años el actual presidente, al ser consultado por su ubicación ideológica, se autodefinía como un hombre “cien por ciento pragmático”. En diciembre de 2019, a la salida de su reunión con el presidente Tabaré Vázquez, sentenció que “el pragmatismo va a pasarle por arriba a la ideología”.

Sin embargo, en los últimos meses algo cambió. El pragmatismo no le pasó por arriba a la ideología, sino que le dio lugar. La negativa a medidas más ambiciosas de reducción de la movilidad, en palabras del presidente, fue “una cuestión mucho más de principios que de práctica”. El expresidente Luis Alberto Lacalle Herrera manifiesta que su hijo le ha puesto al Herrerismo mayor “vestidura filosófica”. En su camino hacia lo filosófico la libertad responsable se afirmó, autoproclamándose como verdad universal: “Si fracasa la libertad responsable, fracasa la humanidad”.

El timón ideológico está presente, aunque de forma más velada, incluso en las excepciones a la regla general planteada por la libertad responsable. La mano que controla si apagar o no las perillas de la educación, las actividades culturales, el teatro, la música, los shoppings, los freeshop, las actividades deportivas profesionales y amateur, las ceremonias religiosas o el Día de la Madre decide con criterio ideológico, identifica cuáles sectores y actividades sacrificar y cuáles no.

Hasta hace un tiempo se solía ubicar, en el eje retórico entre ideología y pragmatismo, a la izquierda en el lado ideológico y a la derecha en el lado pragmático. Algo ha cambiado. ¿Por qué el discurso político de la derecha uruguaya se tornó más filosófico en los últimos tiempos? Quien escribe no tiene una respuesta concreta, pero sí una intuición: estos cantos a la libertad permiten construir un relato que trascienda la mera intención de sacar al Frente Amplio del gobierno, y por lo tanto son vitales, ya no sólo para construir la llegada al gobierno, sino para su defensa y mantenimiento.

Habiendo pasado del pragmatismo a la filosofía, y elevándose posteriormente a la categoría de verdad universal, la única opción posible centró su comunicación en la vacunación, y con esto alimentó la esperanza.

La libertad responsable como esperanza

En el epílogo de la novela 1984, Thomas Pynchon refiere a las críticas de George Orwell al gobierno inglés durante la Segunda Guerra Mundial: “En el momento en que las bombas enemigas empiezan a caer sobre el suelo patrio, cambiando el paisaje y causando víctimas entre amigos y vecinos, ese tipo de cosas pasan a ser irrelevantes, si no subversivas. Cuando la patria está en peligro, un liderazgo fuerte y unas medidas eficaces resultan esenciales, y si hay quien quiere llamar a eso fascismo, estupendo, que lo llame como quiera: nadie le prestará la menor atención, porque lo único que quiere escuchar la gente es la señal de ‘todo despejado’ que anuncia el final del ataque aéreo”.

Las similitudes entre una pandemia y un escenario bélico son notorias: enemigo externo, crisis, muerte, unión nacional, liderazgo. En este escenario la retórica presidencial fue potente. La libertad responsable se afirmó en un valor positivo –la libertad– y presentó una solución sencilla –la vacunación–, alentando la esperanza.

A cada cifra de muertos se respondió con una cifra de vacunados. Lo único que quiere escuchar la gente es la señal de “todo despejado” que anuncia el final del ataque aéreo.

La libertad responsable después de la pandemia

Asentada sobre anteriores cambios en el sentido común uruguayo, la libertad responsable se afirmó en su retórica filosófica, superando al pragmatismo y postulándose como verdad universal. Afirmando el inicio de un nuevo tiempo, exageró en la práctica al liberalismo y convenció a muchos uruguayos con su apelación a la libertad y su mensaje de esperanza.

La pandemia terminará más temprano o más tarde. Volveremos a festejar los cumpleaños, a compartir el mate, a andar en ómnibus sin tapabocas. Pero la libertad responsable no se irá, porque es la épica transversal del gobierno y tiene firmes raíces. Trasciende en relevancia a lo que pueda asignarse a una buena agencia de publicidad o algunas clases de coaching presidencial; es mucho más profunda.

Las frases “algunas de estas muertes podían haber sido evitables con otras conductas” o “los que son responsables no se enferman” carecerán de sentido, dejarán de ser utilizadas con esas palabras. Pero no desaparecerán, ya que no son sólo sentencias puntuales sobre las muertes por un virus; son derivaciones naturales de una filosofía política que, sobreviviendo a la pandemia, mostró su enorme fortaleza. Con breves variaciones la frase resurgirá, ya como canto a la meritocracia para salir de la pobreza –“hay que ayudar a un cambio de actitud”–, ya como negación al derecho al aborto –“si te gustó, bancátela”–, ya como justificación del desempleo –“los negros no quieren trabajar”–. La covid-19 pasa, la libertad responsable queda.


  1. En el artículo “La batalla por el sentido común” desarrollé este punto. Los datos son extraídos de tres fuentes: el Estudio Longitudinal de Bienestar en Uruguay, la Encuesta Mundial de Valores y el Latinobarómetro. 

  2. Como queda consignado en los informes de política fiscal de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe o el Fondo Monetario Internacional. 

  3. Según los rankings elaborados por think tanks liberales como el Fraser Institute o la Heritage Foundation. 

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