Brasil ha seguido con preocupación las amenazas del presidente Jair Bolsonaro dirigidas a las elecciones de 2022, en las que aspira a la reelección. Esta semana hubo una escalada en la tensión entre el gobernante y el Poder Judicial, después de las nuevas declaraciones de Bolsonaro de que no habrá elección sin un cambio del sistema electoral. En respuesta, integrantes del Supremo Tribunal Judicial, la principal corte del país, dejaron de lado las divergencias internas y publicaron una nota en la que defienden el sistema de votación brasileño. Además, el presidente se volvió blanco de dos nuevas investigaciones, lo que fue visto como otra reacción del Poder Judicial.
Sectores de izquierda temen que la cercanía del presidente con militares y policías y la actitud de sus partidarios más radicales, alentados por el propio Bolsonaro, generen inestabilidad en la democracia del país, e incluso que la situación termine en un golpe de Estado. la diaria conversó con dirigentes políticos y politólogos de Brasil sobre lo que podría suceder en los próximos meses y cómo ven las Fuerzas Armadas a Bolsonaro.
La opinión más fuerte en la clase jurídica, política y académica es que los movimientos del presidente respecto de este asunto son preocupantes, y deben ser seguidos de cerca y rechazados de modo tajante por las instituciones. Sin embargo, un quiebre en la democracia es visto como un escenario muy improbable, aunque no totalmente descartado.
“Lo más probable es que las instituciones prevalezcan, pero tampoco hay que dormirse pensando que no pasará nada”, dijo Celso Amorim, que fue ministro de los gobiernos de Luiz Inácio Lula da Silva y Dilma Rousseff. “Para que el mal prevalezca, basta con que los buenos hombres no hagan nada. Para que triunfe el golpe, basta con que las Fuerzas Armadas, en definitiva, no hagan nada. No digo que sucederá, pero creo que sería frívolo decir que no”, agregó el excanciller y exministro de Defensa. Para Amorim, todavía “Brasil no es una democracia madura”.
Otro ministro de Defensa del gobierno de Rousseff, Aldo Rebelo, tiene una visión menos pesimista. En su opinión, Bolsonaro no tiene apoyo interno o externo para un golpe de Estado. Rebelo recordó que el gobierno brasileño está aislado en el mundo, en conflicto con Estados Unidos, China y vecinos como Argentina, Venezuela, Bolivia y, más recientemente, Perú.
Por otra parte, Bolsonaro no tiene aliados entre la comunidad empresarial para ningún exceso. El jueves, algunos de los mayores empresarios de Brasil firmaron un manifiesto, publicado en los principales diarios del país, en el que pedían respeto por las elecciones de 2022 y la garantía de que la votación se llevará a cabo. El texto cuenta con el respaldo de más de 250 personas, entre ellas intelectuales, políticos y artistas.
“Así las cosas, es casi imposible que el actual presidente lidere un intento de golpe. Las Fuerzas Armadas no participarían en ninguna aventura con este objetivo ni el presidente tendría un apoyo relevante en el mundo político, empresarial y diplomático”, dijo Rebelo a la diaria.
Una advertencia
Las declaraciones cada vez más frecuentes de Bolsonaro para generar desconfianza en el modelo electoral llevaron a los ministros del Supremo Tribunal Federal a su reacción más contundente desde el inicio de esta crisis. Junto con otros magistrados que desde 1988 ocuparon la presidencia del Tribunal Superior Electoral, emitieron una nota en la que contradijeron al presidente y señalaron varias razones por las que el sistema de voto electrónico es seguro.
Horas después, el titular del Supremo Tribunal Federal, el ministro Luiz Fux, hizo lo que calificó como una “advertencia” y afirmó que “después de 30 años de consolidación democrática, el pueblo brasileño nunca aceptaría que ninguna crisis, por severa que sea, se resolviera a través de mecanismos fuera de los límites de la Constitución”. El jueves Fux canceló una reunión entre los jefes de los tres poderes del Estado, en una demostración de que los ministros de la principal corte del país perdieron la paciencia con el presidente.
Esta semana, el Poder Judicial reaccionó dos veces más a los arrebatos de Bolsonaro. La respuesta más dura se produjo el miércoles, cuando el Supremo Tribunal Federal promovió que el presidente sea investigado en una causa sobre la difusión de noticias falsas contra las urnas electrónicas. Esta es la tercera investigación en esa corte que involucra a Bolsonaro.
Brasil tiene un tribunal superior específico para asuntos electorales, el Tribunal Superior Electoral, que también aprobó la apertura de una investigación administrativa sobre los ataques al sistema de votación electrónica y la legitimidad de la elección de octubre de 2022. Pero el presidente continuó el ataque: dijo que no aceptaría lo que calificó como una intimidación y amenazó con actuar fuera de “las cuatro líneas de la Constitución”.
Los críticos de Bolsonaro en el Congreso han seguido de cerca sus movimientos. El líder opositor en la Cámara de Diputados, Alessandro Molon, dijo a la diaria que el presidente ha trazado una hoja de ruta para deslegitimar la victoria de un opositor en las próximas elecciones. Las encuestas de intención de voto muestran que Lula lidera la carrera electoral por la presidencia. “Creo que Bolsonaro tiene la intención de no reconocer una derrota electoral y evitar que el ganador de las elecciones asuma el cargo”, dijo Molon.
Los pasos de Trump
No sólo el presidente sino también sus hijos echan leña al fuego al tratar este asunto. En mayo del año pasado, el diputado Eduardo Bolsonaro consideró necesaria la adopción de una “medida enérgica” por parte de su padre y también habló de un “tiempo de ruptura”. Dijo que la pregunta no es “si” esto ocurrirá sino “cuándo”.
El presidente nunca ha presentado evidencia que respalde sus acusaciones de fraude electoral, ni siquiera cuando el Tribunal Superior Electoral hizo una solicitud formal al respecto. Al sembrar esas dudas antes de la votación, Bolsonaro sigue los pasos del expresidente estadounidense Donald Trump, a quien admira. En Estados Unidos, la maniobra de Trump culminó con el asalto al Congreso de Estados Unidos por parte de sus partidarios, y existe el temor de que las declaraciones de Bolsonaro alienten a sus partidarios incondicionales a hacer algo similar en Brasil. “Temo que, por irresponsabilidad, suceda algo más grave que lo que pasó en Estados Unidos”, dijo Molon.
La preocupación por los conflictos aumenta por la posibilidad de presencia de personas armadas en las calles. En los últimos dos años aumentó 65% el número de pistolas en manos de civiles. Bolsonaro incentivó la compra de armas de fuego mediante decretos presidenciales. “Este es también un motivo de preocupación”, manifestó el diputado opositor.
Menos pesimista, el expresidente Fernando Henrique Cardoso ya expresó a la prensa que no le preocupa una posible amenaza de golpe o de cierre del Congreso. En su opinión, el país tiene “instituciones que funcionan” y “los militares entienden su papel”.
Militar en el ministerio
La elección de Bolsonaro en 2018 dejó a Brasil dividido como nunca antes, y el presidente profundizó esa polarización a lo largo de su mandato. Al contrario de lo que suelen hacer los ganadores de una elección, Bolsonaro no dio ninguna señal de unidad y diálogo, sino que alineó su discurso con los intereses de sus seguidores más radicales.
Capitán retirado del Ejército, Bolsonaro ha hecho del Ejército y la Policía su base electoral desde que dejó las Fuerzas Armadas y entró en la política, en 1988, y cuando llegó a la presidencia nombró a varios militares en cargos ejecutivos. El diario Folha de São Paulo estimó que el número de militares que cumplen funciones civiles es de unos 6.000, y siete de los diez ministros son uniformados –llegaron a ser diez–.
Criticado por su discurso frente a la pandemia de covid-19 y acusado de sabotear las medidas de aislamiento social, Bolsonaro exigió alineamiento y apoyo público de uno de esos ministros, el de Defensa, el general Fernando Azevedo e Silva. La prensa brasileña informó que, al no recibir la respuesta esperada, lo destituyó y designó en su lugar a otro general, Walter Braga Netto, quien estaba a cargo de otra cartera, Casa Civil, una especie de Ministerio de Presidencia. Con el cambio, los comandantes de las tres armas presentaron sus renuncias. Este movimiento en el gabinete encendió la luz roja en la opinión pública y fue visto como una presión de Bolsonaro para tener una mayor influencia en los cuarteles.
En julio, un reportaje del diario O Estado de São Paulo informó que el nuevo ministro de Defensa envió un mensaje al presidente de la Cámara, Arthur Lira, a través de un interlocutor político, para decirle que no habría elecciones en 2022 si no había voto con papeletas impresas. Una comisión de la Cámara de Diputados aprobó el martes 3 una convocatoria al ministro para pedirle explicaciones.
En algunas ocasiones, Bolsonaro se ha referido al Ejército del país como “suyo”, lo que ha generado críticas de opositores y de la prensa. Si bien es difícil estimar qué tanto apoyo tiene el gobernante en las Fuerzas Armadas, se sabe que goza de la simpatía de una buena parte de los militares de menor rango y una cantidad significativa de oficiales, así como que reúne el apoyo de los funcionarios de menor rango de la Policía militar. Aun así, no cuenta con un respaldo fuerte en la cúpula militar, y menos para un golpe de Estado. Una muestra de esto son los desacuerdos públicos que ha tenido con el vicepresidente Hamilton Mourão, un general retirado.
“No hay unanimidad por parte de las Fuerzas Armadas. Hay muchos puntos de veto para Bolsonaro. Sería difícil que ocurriera un golpe en este momento por esta falta de unión entre ellos”, dice Carolina de Paula, investigadora en ciencias políticas. De Paula coordinó una extensa investigación cualitativa en seis estados brasileños con grupos de simpatizantes que se mantienen leales a Bolsonaro y otros que lamentan haberlo apoyado. “Es interesante darse cuenta de que no hay ningún deseo de volver a la dictadura. Cuando miramos a estos bolsonaristas, vemos que este no es un punto fuerte o de consenso entre ellos. El presidente no cuenta con el apoyo irrestricto de su propio electorado, menos aún del resto de la población”, evaluó.
En junio de 2020, una encuesta realizada por Datafolha concluyó que 75% de los brasileños considera que la democracia siempre es mejor que cualquier otra forma de gobierno. Para los expertos, hay una valoración de que Bolsonaro no tiene los pilares básicos para un golpe de Estado clásico: alineación de la población, las Fuerzas Armadas y el sector empresarial.
“Las instituciones brasileñas son sólidas. El país tiene universidades, partidos políticos, medios de comunicación vigorosos, una opinión pública que, como muestran las encuestas, apoya abrumadoramente la democracia. Si Bolsonaro pierde las elecciones, y la hipótesis más probable es que esto suceda, los aliados retrocederán, pero se respetará la democracia y el presidente electo asumirá su cargo”, analizó el politólogo Rubens Figueiredo, autor de varios libros sobre elecciones y marketing político.
Con o sin riesgos inminentes para la democracia, es un hecho que el espectro de la dictadura sigue generando temor en Brasil. Esto se debe al menos a dos factores. El primero es que las Fuerzas Armadas nunca se disculparon por las violaciones de derechos humanos cometidas durante la dictadura. El segundo, que los militares también han sido llamados con frecuencia a actuar en seguridad pública interna y no sólo son responsables de la defensa tradicional del país.
“El rol asignado a las Fuerzas Armadas por la Constitución de 1988, resultado del lobby militar en ese momento, incluyó el ‘mantenimiento de la ley y el orden’, abriendo lagunas para la acción en la seguridad interna del país y no sólo a la defensa contra amenazas de otros países”, dice la historiadora Mariana Joffily, especialista en investigaciones sobre la dictadura brasileña.
La polémica del voto impreso auditable
Comprender la controversia del voto impreso auditable
Al igual que Trump en la recta final de su mandato, Bolsonaro tiene un gobierno con baja popularidad. El instituto Datafolha mostró que la desaprobación de la administración Bolsonaro llegó a 51%, el porcentaje más alto desde el inicio de su presidencia, en enero de 2019.
Luego de que el Supremo Tribunal Federal anulara las condenas contra Luiz Inácio Lula da Silva en el caso Lava Jato y que el líder del Partido de los Trabajadores volviera a estar en carrera a la presidencia, Bolsonaro insistió todavía más en que existe una posibilidad de fraude si no hay voto impreso auditable.
Brasil ha utilizado un sistema de votación electrónico desde 1996. Desde entonces, los organismos internacionales, incluida la Organización de los Estados Americanos, han seguido y elogiado ese mecanismo electoral, y nunca se ha probado ningún fraude.
Aunque el presidente y sus tres hijos políticos han sido elegidos a través del voto electrónico a lo largo de dos décadas, dicen que el dispositivo que registra los votos, la urna electrónica, no es confiable. Pero nunca han presentado ninguna prueba.
Los bolsonaristas abogan por el llamado voto impreso auditable. En este modelo, el voto escrito en la urna electrónica se imprimiría, el votante marcaría la elección y el voto caería en una urna física. De esta forma se podrían contabilizar las papeletas y comparar el resultado con el del sistema electrónico. Los juristas argumentan que la intervención humana en el momento del recuento trae más incertidumbre al proceso y aumenta la posibilidad de fraude.
Al criticar las máquinas de votación electrónica, los partidarios de Bolsonaro ignoran los numerosos candados de seguridad del sistema electrónico y los más de diez tipos diferentes de auditoría que ya existen antes y después de la votación.
Aún existen dudas sobre si el proyecto de ley de voto impreso será tratado y aprobado por el Congreso a tiempo para entrar en vigencia en las elecciones del año que viene. Bolsonaro ha impulsado a sus seguidores a tomar las calles y defender el voto impreso y ha manifestado que “sin elecciones limpias y democráticas no habrá elección”. Parte de la prensa en Brasil ha calificado esas declaraciones del presidente como “amenazas de golpe. En abril, los periódicos The New York Times, Financial Times y The Guardian publicaron editoriales en los que advertían del riesgo para la democracia brasileña.
Juliana Castro, desde Río de Janeiro.