“No me vengan a preguntar si voy a entrar o no al Frente Amplio [FA], porque no lo voy a contestar; no tiene nada que ver con esto. Yo acá estoy full time para el voto Sí, me puse el rosado”, dice el publicista y militante Esteban Valenti, que se fue del FA en 2018, luego de haber sido el responsable de la comunicación de varias campañas electorales de la coalición de izquierda. Hace diez días la comisión por el Sí contra 135 artículos de la ley de urgente consideración (LUC) le puso el traje de encargado de publicidad de la campaña para el referéndum del 27 de marzo, el mismo que al principio de la recolección de firmas pensaba que era un error impulsar.
Ahora, sobre su escritorio, donde funciona la agencia de noticias Uypress, la cual dirige, descansa una montaña de folletos de propaganda por el Sí. En la pared hay un mapa de Montevideo y otro de Roma, la ciudad en la que inscribieron su nacimiento, aunque en realidad vino al mundo en Sicilia. Sea del centro o del sur de Italia, Valenti tiene el ADN dicharachero y no le vino mal por estos días: dice que luego de anunciado su nuevo rol, no podía desperdiciar la primera semana y no estar “en todos los medios posibles”, porque se debe hablar del Sí. Pero hasta acá llegó: asegura que de ahora en más se enfocará 100% en la campaña, por eso ya no dará notas e incluso dejará de participar en La Tertulia del programa de radio En perspectiva, en la que está hace más de 15 años.
Pasaste de pensar que no era conveniente impulsar un referéndum contra la LUC y que resultaría muy difícil juntar las firmas a hacerte cargo de la comunicación de la campaña por el Sí. ¿Qué sucedió para que recorrieras todo ese camino?
Primero: fue un camino de más de un año. Segundo: en el medio de ese camino me convencí. Tanto en La Tertulia como en Twitter o en mis columnas, cualquiera puede encontrar que fui cambiando la posición. El tema determinante fue el hecho de que si más de un cuarto de los uruguayos considera que hay que ir a un debate y a una definición electoral, tiene razón ese cuarto de los uruguayos y no yo.
¿Por qué pensabas que era difícil llegar a la cantidad de firmas necesarias?
No sólo yo, también se lo escuché decir a Fernando Pereira [actual presidente del FA]. Todos lo decían. Porque la izquierda estaba muy decaída y en general veía poca sensibilidad. Pero eso fue creciendo. Me dieron un dato: en el quiosco que estaba en la plaza Independencia, al principio se juntaban 50 firmas por día, y en el último mes, 300 firmas diarias. Hubo un cambio de actitud. Porque la gente empezó a darse cuenta de que el gobierno era muy diferente a ese aparentemente neutro y que estaba aplicando los 135 artículos de una manera muy particular. Entonces, eso impulsó mucho, a mí también. Es decir, no todo se puede tapar con la pandemia, y el gobierno tapaba todo con la pandemia: su inactividad, el aumento de combustibles y su no cumplimiento de todas las normas de la LUC, como el 25% del decomiso del narcotráfico que debe ir para el Fondo Nacional de Recursos.
En el Partido Comunista causó malestar que te hayan designado encargado de la comunicación de la campaña del Sí.
Es totalmente comprensible. Es más, lo que dice el principal, que es Óscar Andrade, lo comparto en algunos aspectos fundamentales –en otros tenemos discrepancias y las vamos a seguir teniendo–: una campaña no se gana por un publicista –aunque sea como soy yo: voluntario y militante–. ¿Se puede perder por la publicidad? Se puede perder, sí, señor. A mí no me votaron solo, votaron un plan que presentamos, que me lo pidieron antes y yo ni soñaba que me iban a plantear eso... Después me enteré de que nadie quería agarrar, vamos a entendernos claro.
En ese rol estaba el argentino Leandro Raposo, que ideó el eslogan “La LUC no es Uruguay”.
Exactamente. Ese se ve que quería, pero notoriamente no los conformó, y a mí tampoco, en absoluto. Se veía a 13.000 kilómetros de distancia que no era uruguayo, es muy difícil hacer una campaña así. Ahora, nosotros nos olvidamos de eso, ni lo miramos. Hicimos un plan de campaña que tiene muy poco tiempo, porque son ocho semanas e implica llegarles a 2.400.000 personas. Desde el punto de vista de los números es como una elección nacional, pero al ser un referéndum es una instancia mucho más temática y menos personalizada. Hay que elegir, desde el punto de vista del contenido, cuál es el tema central, y desde el punto de vista metodológico, cuál va a ser el principal instrumento. Por ejemplo, en 1989, en la “campaña de la paradoja”, el instrumento central fue la televisión, pero ahora no puede serlo porque cambió radicalmente la situación. Ahora hay que lograr que la gente que firmó –y sobre todo esa andanada final– se exprese. Miles de personas, en medio de la pandemia, tienen que militar golpeando puertas, poniendo puestos, pintando de rosa, etcétera, pero también hay que tener una gran militancia digital, porque ese es uno de los cambios fundamentales. Tomemos como referencia el 89: había un centro que emitía mensajes, la gente los recibía y eso creaba un humor, se transmitía y la gente hablaba entre sí. Ahora lo que cambió radicalmente es que hay miles de creadores de ideas y mensajes, y millones de receptores que los hacen circular a gusto.
¿De dónde salió la idea de la Cita Rosa? [Especie de meme que Valenti comparte en sus redes que tiene la imagen de la tapa del primer disco de Alfredo Zitarrosa y mensajes contra la LUC, con paráfrasis de sus canciones].
Es una contribución voluntaria de alguien que los empezó a hacer y que se ve que es un gran dibujante, porque está muy bien hecho; tengo como diez [Valenti gira hacia su computadora y muestra que uno de los tuits de Cita Rosa tiene 157.000 impresiones en esa red social, es decir que la gente lo vio esa cantidad de veces]. Y a los del No los pone histéricos, porque ellos no tienen nada parecido.
Usar la imagen de un artista tan relevante como Zitarrosa puede ser polémico para algunos.
¿Vos creés que Zitarrosa estaría afuera de esta patriada? Además, la familia no protestó en absoluto.
¿En todas las campañas en las que te encargaste de la comunicación lo hiciste en forma honoraria y militante?
Todas. No sólo las uruguayas, sino también las argentinas, incluyendo una para gobernador de la provincia de Santa Fe: no fui el jefe, pero tuve algún papel para que saliera electo Hermes Binner, primer socialista gobernador de una provincia. Si fuera mentira, me desmentirían a los cinco minutos... También te digo que me ofrecieron campañas muy bien pagas, hace no mucho, pero no estoy de acuerdo. ¿Cómo voy a hacer una campaña para alguien con el que no estoy de acuerdo? Si estuviera en contra, no hubiera hecho esto.
Entonces, técnicamente no sos profesional.
No lo soy, absolutamente; lo digo en uno de mis libros. Por ejemplo, yo nunca hice una campaña de un gobierno. Nunca. Escribí artículos, notas, columnas, etcétera, a favor o en contra, incluso de gobiernos que ayudé a elegir; trato de tener una coherencia en el análisis, pero nunca hice una campaña de un gobierno. No es lo mío, no me interesa.
En las elecciones nacionales de 2004, que ganó Tabaré Vázquez por primera vez, ¿cuál fue tu rol específicamente?
Fui totalmente responsable de la campaña de comunicación y publicidad, trabajando muy de cerca con Tabaré. Fue una campaña muy fácil de hacer, porque Tabaré era un tipo con el que se trabajaba muy bien, en todo sentido, para discutir ideas, y llegaba exactamente en las condiciones necesarias para cada actividad que había. Pero el jefe de campaña era Jorge Brovetto, que era el presidente del FA, y trabajamos muy bien. También trabajé en campañas que no eran partidarias. Esta campaña la hago porque no es partidaria, no es del FA ni de ningún partido; es más, si se transforma en una campaña de partidos, perdemos.
Desde el oficialismo están usando frases que dijiste en La Tertulia como campaña para el No. Por ejemplo, el diputado colorado Gustavo Zubía citó en Twitter cuando señalaste, en referencia al capítulo de seguridad de la LUC, que “los muertos por gatillo fácil de la Policía no aparecen”.
Es cierto. ¿Por qué voy a mentir? No hace falta inventar cosas. Ellos dicen que este muchacho que detuvieron en Maldonado [Nicolás Schiappacasse, jugador de Peñarol] fue por la LUC, pero es mentira, fue por El Guardián [sistema de vigilancia de llamadas y redes sociales], que ellos votaron en contra. Eso sí es mentir. ¿Sabés cuál es la pregunta más incómoda? Y me la acuerdo por algo maravilloso, uno de los libros que he leído más veces en mi vida: Sinuhé, el egipcio, de Mika Waltari: la única pregunta que no se soporta es “¿por qué?”. Entonces, ¿por qué la Policía no hizo gatillo fácil cuando le abrieron la puerta? Porque cambió, y además tiene una tradición: nunca fue de gatillo fácil, entre otras cosas, porque son muy inteligentes: con los chorros empezás al gatillo fácil y ellos se ponen dos veces gatillo fácil. Ahora, que la puerta está abierta, está abierta. El problema es en cuánto tiempo, nada más. Cuando abrís la puerta de esas cosas, tanto a nivel de las cárceles como a nivel de la calle, llevan a un aumento permanente de la violencia. Hay gente que piensa que si en las cárceles se matan, que se mueran, pero no se da cuenta de que en realidad las víctimas vamos a ser nosotros, porque los que salgan de allí, aun con todas las cosas que les pongan –porque cadena perpetua no hay–... Va a ser diez veces peor, se crea una bomba atómica que va a ir explotando todos los días, porque todos los días sale un grupo de personas y eso no lo para nadie.
¿Y la LUC en ese sentido qué hace?
Es absolutamente negativa, porque a una bomba atómica le pone un parche y adentro se comprime más, pero nada más, no tiene ninguna solución.
¿Lo decís por algún artículo en particular de la LUC?
Los que refieren a la seguridad. Además, tiene una paradoja: si vos me decís que me vas a proteger mejor, que la Policía va a actuar mejor, etcétera, ¿por qué me decís que me arme? Porque está claro que no me dicen que si viene un chorro yo le pegue con el palo de amasar, sino que le pegue un tiro. Ni le pegaban tiros antes ni le pegan ahora, mayoritariamente; por lo tanto, es un artículo peligroso, por su potencial.
Vos sos coleccionista de armas.
Sí, lo digo conociendo el tema. Tengo armas y soy especialista en temas militares desde hace muchísimos años. Eso te lleva también a estudiar criminalística. En los estados de Estados Unidos, que son paradigma en ese sentido, hay más violencia en los que hay más violencia de los dos lados. En los estados más civilizados, por ejemplo, en Gran Bretaña, que es un país que tiene un ministro tan loco como [Boris] Johnson, los policías no tienen ningún arma, sólo un palo, y los que tienen armas son grupos especializados. Ahora, si eso pasara en Uruguay sería un suicidio, porque ya estamos en un nivel totalmente diferente. En la época en la que en Argentina la Policía usaba una pistola 45 Ballester-Molina, te pegaban un tiro en un dedo y te sacaban la cabeza, y en Uruguay se usaba la 38 Colt Caballito, y el nivel de mortalidad y de violencia era totalmente diferente.
¿Qué pensás del desarme civil?
No, eso tampoco. Uruguay es el país de América Latina con más armas a nivel civil, pero estoy en contra de eso, porque es el extremo opuesto, es no tenerle confianza a la gente. No es cierto, no hay mortandad por las armas en poder de la gente, pero no abro la puerta suponiendo una solución que no es ninguna solución. Porque, además, los chorros cuando entran armados tienen 90% más posibilidades de matarte o herirte que vos a ellos. Te lo dice alguien que sabe usar la pistola.
¿La usaste alguna vez?
Sí, y está escrito en uno de mis libros. La tuve que usar en Argentina, en 1978, y era una 45... No Ballester-Molina, sino Colt.
Volviendo a tus dichos usados por el oficialismo: el también diputado colorado Felipe Schipani compartió en Twitter cuando comentaste en La Tertulia que el escollo principal para el cambio en la educación es “el espíritu conservador y reaccionario de determinadas direcciones sindicales de la enseñanza”.
Hay dos grandes componentes que están ausentes y quieren ser excluidos de la reforma de la educación: quieren que la reforma la hagan los burócratas y los políticos, y eso es un fracaso seguro, uno más. Yo creo que, con todas las dificultades que hay, la reforma de la educación hay que hacerla con los educadores, que tienen su sindicato pero son muchos más, y además se expresan electoralmente con voto universal y obligatorio para elegir los consejos. En la última elección le dieron una paliza de novela al gobierno, perdió [Robert] Silva por amplísimo margen.
Pero no contestaste la pregunta. ¿Seguís pensando eso que dijiste en La Tertulia?
Yo pienso que no es lo mismo dirección sindical que docentes. ¿Está claro? Ahora, la dirección sindical se la dan los docentes afiliados... Cuando se terminen los 135 artículos se resolverá un gran problema: que no se siga retrocediendo en el país, que no se pierdan derechos y no crezca el alma negativa de los 135 artículos: la libertad para pocos y no para todos. Pero creo que 90% de los uruguayos tiene claro cuáles son los tres próximos problemas que vamos a tener en este país, además de la pandemia: la reforma de la seguridad social, la reforma de la educación y la seguridad. Esas tres cosas necesitan grandes políticas nacionales, no de Estado –porque quiere decir burócratas y políticos, pero no alcanza–. Es más difícil, pero ya hemos probado todas las políticas de mayorías parlamentarias. Esto necesita tiempo, gran agudeza y conocimiento en cada una de las materias, por lo tanto, hay que agrupar mucho a la academia, pero también a la sociedad civil y a las organizaciones sociales –obviamente, también a los políticos, nadie dice que no–. Y se va a incorporar un cuarto problema, que no lo para nadie: el aumento de los combustibles va a ser explosivo, y será mucho peor con la ley de los 135 artículos.
Si llega a perder el Sí, ¿tenés miedo de que te usen como chivo expiatorio?
No, lo voy a ser yo primero que nadie. Es así: yo voy a ser el responsable en buena medida –no solo–. Siempre estuve acostumbrado a asumir mi responsabilidad. Lo que pienso lo digo, pongo la cara, firmo y asumo la responsabilidad, así que no tengo ningún problema. Y cuando dije que sí, lo pensé muy bien, porque no me hicieron ningún regalo. Luchar es eso. ¿O el asunto es ir con garantía de devolución? No, hay que jugarse, incluyendo el fuego amigo.
De las derrotas que tuviste como encargado de comunicación de campaña, ¿alguna te dolió más que otra?
La derrota que más me dolió no fue de campaña: fue cuando se me cayó el Muro de Berlín arriba. Mi biografía, si se puede llamar así –porque no es una biografía–, se titula Naufragios, por ese gran naufragio. Después, la que más me dolió, por lejos, fue la del voto verde y el voto amarillo [referéndum sobre la ley de caducidad, en 1989]. Era dificilísimo ganar: si sumabas los votos de los sectores políticos y sociales que apoyaban, estábamos 25 puntos abajo; terminamos diez puntos abajo, pero me dolió terriblemente. No era una elección política sino moral, que iba a marcar una parte importante de la historia del país. Cuando terminó el referéndum del 89 escribí un editorial que decía “vencieron pero no convencieron”, porque todo fue miedo. ¿Vos sabés que ganaron y ni uno salió a festejar? Nadie. Nunca había visto algo igual. Nadie.