Son las 13.06 del miércoles 24 de enero y la sensación frente a la embajada argentina es agobiante. La convocatoria no es tan masiva como la que transcurre del otro lado del río, pero esa sensación de claustrofobia tiene que ver con lo pegada entre sí que está la gente en media cuadra, de un cordón a otro, además del calor humano y el sol que rebota en el asfalto. Es una concentración y no una marcha porque no se mueve, sino que es una masa de gente aglomerada frente al edificio, que protesta contra el Decreto de Necesidad y Urgencia (DNU), la ley ómnibus y otras medidas adoptadas por el gobierno de Javier Milei en Argentina.
En esta concentración, que transcurre en paralelo al primer paro general que atraviesa el gobierno libertario, hay más camisetas de Messi que policías –son siete los que custodian la puerta de la embajada, detrás de una valla, y las camisetas de fútbol son más de las que se puede contar–. Además, hay banderas de Palestina, del PIT-CNT, de sindicatos, de organizaciones internacionales de trabajadores y, por supuesto, de Argentina.
Cuando el presidente de la central sindical, Marcelo Abdala, sale del edificio, la masa humana se acerca a él, aunque algunos, que no están al tanto de que Abdala comenzó a leer la carta que le entregaron al embajador, continúan en los márgenes replicando los cánticos: “Milei, sionista, vos sos el terrorista” o “Milei, basura, vos sos la dictadura”.
“¡Quiero escuchar al compañero!”, grita una mujer de lentes de sol. Las voces bajan un poco, pero pronto retoman los cánticos. Aunque se esté cerca, si no se es excepcionalmente alto, apenas se puede ver la cabeza del presidente de la central sindical con el sol pegándole de lleno mientras intenta hacerse escuchar por encima del ruido. La mitad no se entiende, pero luego la secretaría de comunicación del PIT-CNT hace llegar a los medios la carta.
Lo que lee Abdala recuerda que “desde su asunción, el pasado 10 de diciembre, el gobierno del presidente Javier Milei ha promovido varias medidas que generan profundos perjuicios al pueblo argentino”, particularmente a “sus trabajadores y trabajadoras, a sus organizaciones y movimientos sociales”, entre las que menciona el DNU, que “impone fuertes límites al ejercicio del derecho de huelga y a la realización de asambleas sindicales, amplía el período de prueba de tres a ocho meses, permite desregular la jornada laboral y se modifica la regulación de las horas extras”.
El párrafo recorre otras de las reformas laborales del DNU y luego pasa a hablar de la ley ómnibus, que incluye “una modificación del Código Penal que lleva la criminalización de la protesta social a niveles no vistos desde la última dictadura militar”. La carta recuerda, a su vez, que “si bien la justicia argentina dio lugar al reclamo realizado por las centrales sindicales, emitiendo una medida cautelar que paraliza la implementación del segmento dedicado a las reformas laborales” del DNU, la resolución “no es definitiva”.
En ese contexto, el PIT-CNT manifiesta su “profundo rechazo a las medidas que el gobierno ha impuesto contra la clase trabajadora y los sindicatos”, en lo que entiende es “un antecedente regional en materia de una clara violación a los derechos laborales, sociales y sindicales”.
La carta lleva los logos del PIT-CNT y de la Confederación Sindical de Trabajadores/as de las Américas (CSA), cuya sede está en Uruguay, explica Cícero Pereira da Silva, secretario de Formación y Educación Sindical de la CSA, en diálogo con la diaria. “Nosotros vivimos todo lo que pasó en el gobierno de [Jair] Bolsonaro, lo que fue en Brasil para los trabajadores, para las personas más pobres”, que es, según Pereira, “lo mismo que se ve del gobierno de Milei, sigue en ese mismo camino: solamente pensando en los ricos, en los poderosos”.
La CSA ha tenido reuniones con las 52 centrales que la integran “desde Canadá hasta Argentina” y sigue de cerca lo que sucede del otro lado del Río de la Plata porque “preocupa muchísimo por lo extremo de las medidas”, donde “hay una persecución al movimiento sindical y social”. Al mismo tiempo, “en este primer mes empeoró muchísimo la pobreza”, por eso, “es importante tener este primer paro”, sostuvo Pereira da Silva.
Argentino que te has ido
Cecilia se vino desde la Patagonia a Uruguay hace 30 años y lo hizo “por amor”. “Me enamoré de un uruguayo y viste que el amor es ciego, dejé todo y me vine, me traje conmigo esta banderita”, cuenta mientras hace mover entre sus dedos el pequeño mástil de plástico que sostiene una bandera argentina, que está muy gastada, porque “la bandera nacional no se lava”.
–¿Por qué venir hoy acá?
–Porque hay que hacer algo contra lo que está pasando y contra lo que se viene. Me parece mentira ver que en mi país tenemos un presidente como este señor, me da tristeza que mis compatriotas, en la desesperación por el otro menú que hay, hayan votado una cosa así. Estamos hablando de un presidente que se comunica con un perro fallecido, ¿esa persona es idónea para gobernar?
Cuando se le pregunta qué es lo que le preocupa, en concreto, sobre el DNU y la ley ómnibus, es interrumpida por Daniel, de La Matanza, otro argentino que también vino a Uruguay “por amor”, y ambos comienzan a intercambiar sobre los sectores de actividad que, entienden, se verían afectados por el DNU o la ley ómnibus.
–La producción pesquera.
–La van a hacer bolsa.
–La producción de los yerbateros.
–¡Bolsa!
–Todo lo que sean pequeños y medianos emprendimientos.
–Bolsa.
–Los aceiteros.
–Los hacen bolsa.
Silvia es una de las personas que lleva una camiseta de Messi. Es tucumana y se mudó a Uruguay poco antes de la pandemia para dar clases de ajedrez porque, si bien es maestra, en donde vivía “no tenía la posibilidad” de enseñar ajedrez. Está en la embajada porque su familia “está allá” y las medidas del gobierno de Milei “están violentando muchos derechos que se han adquirido en décadas”, afirma.
–¿Qué te preocupa en concreto?
–El cierre del Conicet, la pérdida de becas universitarias–, responde. Mientras habla con la diaria, su marido entra en la conversación.
–Lo principal es la desregulación de la economía. La perspectiva no es ser Irlanda, sino ser uno de los países más castigados del mundo.