Juan Manuel conoció físicamente a su papá, Manuel Toledo Brum, durante 15 minutos en una visita al Penal de Libertad. Él dice que la memoria se construye de a pedacitos y que esa construcción es colectiva. También dice que logró conocer a su padre a través de los recuerdos de sus hermanas –Mirta y Mabel– y de todas las “almas” que se acercaron para aportar más información. Manuel Toledo Brum fue maestro rural de las arroceras, profesor de Matemáticas y secretario del liceo 1 Nilo L Goyoaga de Treinta y Tres. También fue militante del Partido Socialista –llegó a ocupar el rol de secretario en el departamento olimareño–, cofundador del Sindicato Único del Arroz y fundador de la Unión de Trabajadores Arroceros del Este. Se lo llevaron de su casa al Regimiento de Caballería 8, ubicado en Cerro Largo, en 1972. Después, lo trasladaron por diferentes establecimientos militares. No volvió. Este lunes se colocó una placa en el centro educativo al que le dedicó su vida. “Reconocido docente que vivió, soñó y luchó por un mundo mejor. Murió en prisión, a los 48 años, por responsabilidad de la dictadura uruguaya. Nunca más terrorismo de Estado”, expresa.
“Este acto de memoria es el acto de un pueblo, de un país entero. La memoria yace en la memoria de cada una de sus descendencias. La memoria nos protege del odio, recordar para no repetir, para que los muertos descansen. Recordar en cada acto para que gane lo humano por sobre todas las cosas. Para mi primer año de vida, funcionarios y profesores realizaron, con una máquina de escribir, una lista para que yo tuviera un cumpleaños. En ese tiempo, hacer una lista hasta para un cumpleaños de un año era peligroso. Es más, yo diría que era ‘sedicioso’ en este caso. Esta casa y sus integrantes me festejaron mi cumpleaños. Papá estaba preso, era 1972”, recuerda Juan Manuel durante la actividad. Un gran grupo de personas lo escuchaban, incluso estudiantes que se mostraban curiosos. “La memoria la van a hacer florecer las descendencias. Van a ser los gurises, la sangre nueva, la que va a sostener esta bandera”, agrega. Desde su visión, es necesario resignificar “lo despectivo para hacerlo inmenso” y rezurcir las heridas “de a poquito, sin olvidar”. La placa lo ayudó en este proceso.
Mabel tenía 17 años cuando los militares se llevaron a su padre. Ella fue breve y eligió relatar nada más un recuerdo durante la jornada en que se colocó la placa, pero que dice que lo describe a la perfección: “En los 60, cuando venía del arrozal, sus comentarios eran terribles. La gente no tenía nada. Vivía sin casas, en chircas. No tenían comida, no tenían agua, los niños no iban a la escuela. Todo eso nos llegaba a nuestros pequeños oídos, éramos muy chiquitas. Mi padre y otros militantes decían: ‘Tenemos que organizar de alguna forma a esta gente para que pueda pelear por sus derechos’. Ahí comenzaba el camino, comenzamos a aprender”. Ella le agradece “a la vida” por permitirle estar en la actividad. “Creí que no iba a lograrlo, pero sí pasó, y me siento realmente emocionada. Mi padre era un gran militante. En cada minuto de su vida dio todo por un mundo mejor”, enfatiza.
Mirta tenía cuatro años menos que su hermana Mabel cuando vio por última vez a Manuel Toledo Brum. Ella también relata que su padre les enseñó un camino de “solidaridad, altruismo, de dar sin pensar en la vuelta y de que transformar el mundo es posible”. Ellas se fueron de Treinta y Tres, pero Mirta volvió por un tiempo corto cuando terminó la dictadura. “Quería investigar, como hizo Juan Manuel ahora, de más grande. Cuando uno empieza a tomar conciencia puede investigar, yo quería saber sobre todo sobre la muerte. De su vida, un poco, sabía. La memoria no puede ser individual, siempre es colectiva y la construimos entre todos”, repite como una especie de mantra.
Ella, en 1998, publicó un libro que tiene como título Setiembre azul, en el que relata sus vivencias y la historia de su padre. Las autoridades militares dijeron que Manuel Toledo Brum había fallecido el 23 de setiembre de 1978 en el Hospital Central de las Fuerzas Armadas a los 48 años por tener cáncer de pulmón. Sin embargo, Mirta cuenta otra historia: “Su cuerpo sin vida fue entregado unos días después en condiciones en las que era difícil reconocerlo, con una traqueotomía y con las manos atadas. Su familia no lo pudo ver antes de su muerte. A todos nos quedan las dudas acerca de las condiciones de su muerte, esas dudas difícilmente puedan ser evacuadas, pero no nos quedan dudas de que su muerte, sea cual fuere la causa, comenzó con la dictadura uruguaya y el mismo día en que lo llevaron preso, dado que Manuel nunca retornó con la democracia porque ya había muerto”, describió. En el texto, suma: “Hay otro aspecto del que no tenemos dudas, y es acerca de su vida, de su corta pero intensa vida de lucha por los derechos populares y la justicia social”.
La memoria unida
Ana Palacios, representante de la Comisión de Sitios de la Memoria de Treinta y Tres, recordó que en el departamento se colocaron otras dos placas. Una fue colocada en el liceo 1, al lado de la de Manuel Toledo Brum, para los “jóvenes del 75”. Entre el 12 y el 15 de abril de 1975, los militares detuvieron y torturaron a 39 adolescentes pertenecientes a la Unión de Juventudes Comunistas, en su mayoría estudiantes de este centro. La otra placa fue colocada en una plazoleta frente al Batallón de Infantería 10, por Nucho Batalla, el primer muerto por torturas en un establecimiento militar.
“Queremos promover que exista un recorrido en esta red de sitios. Va a unir varios puntos que tienen que ver con toda la memoria, para que se conozcan todos los homenajeados, asesinados, pero también desaparecidos. Prontamente vamos a colocar placas en un espacio al que le vamos a llamar de Derechos Humanos para dos desaparecidos de Treinta y Tres: Modesto Machado y Arazatí López. El proceso de que se puedan ir llevando adelante depende también de las aprobaciones de las instituciones”, comentó.